Jesús oraba constantemente. Él iba a las montañas a orar; buscaba lugares de soledad para orar. Él oraba por la mañana y por la tarde. De hecho, Jesús dijo que él no hacía nada sin escuchar primero a su Padre, en oración.
Juan 17 se trata de la oración de Jesús por sus discípulos y su pueblo, por todos los que lo siguieron y creyeron en él. Sin embargo, Jesús oró no sólo por sus seguidores, sino “por los que han de creer en mí por la palabra de ellos [de los discípulos]” (versículo 20). ¡Qué poderosa verdad! ¡La frase “los que han de creer en mí” nos incluye a ti y a mí!
Amado, Jesús estaba orando por nosotros cuando caminó sobre esta tierra en carne, pero esta oración no se desvaneció en el aire. Ha estado ardiendo en el altar de Dios todo este tiempo y Dios ha aceptado la oración de su Hijo por cada uno de nosotros. Siglos atrás estuvimos en su mente; incluso él registró esta oración en su Palabra, sabiendo que la leeríamos.
En este momento, Jesús está orando por los transgresores que aún no se han tornado a él. La Escritura dice que puede salvar hasta al más alejado, “hasta el fin de los tiempos”, a todos los que alguna vez vendrán a él.
A lo largo de mis años de ministerio, he visto a muchos adictos ser salvos gloriosamente y cada vez, pienso dentro de mí: “Este tuvo que haber tenido una madre que ora o una abuela intercesora; y Dios está respondiendo las oraciones de esas guerreras santas”. Pero ahora entiendo algo incluso mejor que eso. ¡Jesús estuvo orando por ellos todo el tiempo! “Yo ruego… por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17:9, 20).
Si has estado huyendo del Señor, nunca escaparás de sus oraciones. El Padre responde a su Hijo y todos los que lo resisten, al continuar en sus caminos pecaminosos, están endureciendo sus corazones a las oraciones de Cristo, que es quien oró por ellos en la tierra, y todavía ora por ellos.