¿HEMOS OLVIDADO A LOS MARGINADOS?

Nicky Cruz

¿Cómo respondemos a los marginados de nuestra sociedad? ¿Qué hace nuestra cultura con los pobres, los adictos, los alcohólicos, los pandilleros, los gays, los pacientes de SIDA, los pecadores? Y aún más importante: ¿Qué hace el cuerpo de Cristo con ellos? ¿Los vemos como personas necesitadas de ayuda, perdidas y buscando una salida a su desesperación y esclavitud? ¿O pretendemos que no existen? ¿Los mantenemos fuera de la vista, en algún lugar lejos de nuestros ojos, para no tener que tratar con ellos?

Hemos olvidado lo que Jesús ha hecho por nosotros. Hemos olvidado que sin su gracia salvadora estaríamos tan perdidos, sin esperanza y tan ciegos como ellos lo están. Si nos despojáramos de nuestra linda ropa y carros lujosos, nuestras casas y joyas y trabajos, nuestra salud, fuerza y fe; nosotros también seríamos indeseables. Sin Jesús, ¡no somos nada! Y sin compasión, no tenemos lugar en el reino de Dios y tampoco tenemos derecho a llamarnos hijos e hijas del Rey.

Una y otra vez en las Escrituras vemos a Jesús saliendo de su camino para tocar la vida de tan sólo una persona. Incluso en medio de grandes multitudes, él se enfocaba a menudo en las necesidades de un pobre mendigo, de una prostituta, de un recaudador de impuestos, de un pescador, de un cojo o de un ciego. Él no veía multitudes; él veía personas, almas necesitadas buscando ayuda.

Imagina el impacto que podríamos tener en nuestro mundo si todos los ministros, pastores, evangelistas y creyentes de hoy vieran a las personas de esa manera. Si tan sólo pudiéramos olvidar nuestra necesidad de llamar la atención hacia nosotros mismos y nos centráramos en las necesidades que tenemos delante de nosotros, las caras de la soledad, los ojos de dolor y la confusión que se encuentran en cada rincón del globo.

“Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos” (Lucas 14:21).

Nicky Cruz, evangelista internacionalmente conocido y prolífico autor, se volvió a Jesucristo de una vida de violencia y crimen después de encontrarse con David Wilkerson en la ciudad de Nueva York en 1958 La historia de su dramática conversión fue contada por primera vez en el libro “La Cruz y el Puñal” escrito por David Wilkerson y más tarde en su propio best seller “Corre, Nicky, Corre”.