Un Encuentro en las Puertas

Confrontando la Oscuridad con una Luz Poderosa

Yo crecí en un hogar cristiano con un padre que creía que los poderes de la oscuridad no deberían de ser ignorados sino confrontados. Cuando miramos que el mal está causando destrucción, no debemos de huir, nosotros debemos correr hacia él. Como cristianos somos creados para batallar con el enemigo de la humanidad.

Cuando Dios guió a los Israelitas hacia la Tierra Prometida, él dejo algunos enemigos allí, los cuales tuvieron que ser enfrentados por su pueblo. ¿Por qué? Él había destinado a su pueblo a batallar. No hay ningún ser humano en esta tierra que no sea perseguido por Satanás. Y si no estamos involucrados en la batalla contra él, estamos siendo derrotados.

La buena noticia es que se nos ha equipado con armas para la batalla y éstas no son carnales. Nuestras armas son encontradas en Cristo y el ganó toda batalla que enfrentó.

Si tú te sientes vencido, desalentado o angustiado, probablemente hay una batalla que te está esperando. Muchos están perdiendo la batalla porque no están luchando. Pero si tú corres hacia la pelea, tu ganaras gracias a Jesús.

Lucas ilustra esta guerra con un enfrentamiento que tomó lugar en las puertas de la ciudad.

“Aconteció después, que él (Jesús) iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí…” (San Lucas 7:11-12, RVR1960).

Yo me imagino a Naín como una comunidad amurallada con grandes puertas de hierro donde circulaban multitudes a diario. A medida que Jesús se aproximaba a esas puertas, puede ser que la multitud detrás de él se multiplicaba por miles. Muchos usos del Nuevo Testamento para la palabra “gran” son para describir este tipo de números grandes.

Debe de haber sido un gran espectáculo porque la gente estaba feliz y gozosa. Jesús los había tocado milagrosamente, curando algunas enfermedades, liberando a otros de opresión demoniaca y alimentándolos a todos de forma sobrenatural. Sus cuerpos les habían fallado, sus familias se estaban desmoronando, sus vidas estaban devastadas—y Jesús les trajo vida.

Ahora que se aproximaban a Naín, ellos cantaban, danzaban y gritaban sus alabanzas porque él era su victoria.

Justo cuando esta gozosa multitud se aproximaba a las puertas, un tipo de multitud diferente estaba saliendo.

“Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad” (San Lucas 7:12, RVR1960).

Era una procesión fúnebre con una madre acongojada rodeada por sus amigos. Seguramente el grupo que se encontraba de luto se preguntaba, “Señor, ¿porque permitirías esta tragedia? ¿Por qué hay cosas tan duras que le suceden a tu gente?”

El animo de esa multitud era completamente opuesto al de la que venía con Jesús. Y mientras se abrían las puertas de la ciudad, las dos procesiones contrapuestas chocaron y se encontraron parados frente a frente.

En este tipo de situación, el cortejo fúnebre le dice al grupo festivo que se haga a un lado. Es el mismo tipo de respeto que se muestra cuando una persona mira pasar un carro fúnebre delante de ellos. Todos paran lo que están haciendo para honrar a aquellos que se encuentran afligidos.

Tú seguramente esperas que Jesús muestre este mismo tipo de consideración, callando a sus seguidores, diciéndoles: “Todos, manténganse en silencio. Esta gente se encuentra de luto.” Pero Jesús no tomaba los funerales de la manera que se espera. ¡De acuerdo con las Escrituras, los arruinaba porque resucitaba a aquellos que estaban muertos!

El enfrentamiento en las puertas de Nain fue uno en que la muerte fue confrontada por la vida.

Jesús no se hizo a un lado silenciosamente para dejar pasar a los dolientes. Al contrario, él se acercó a la madre, quien de seguro se encontraba en el punto más bajo de su vida.

Ella pudo haber pensado: “¿Podría este hombre dejarnos pasar? Toda su gente se esta riendo, los niños corren alrededor mientras juegan, mientras mi hijo está muerto. ¿Dónde está su respeto?”

Pero el siguiente versículo revela lo que Jesús planeaba: “Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores” (San Lucas 7:13, RVR1960). Yo amo este versículo y todo lo que contiene. El vio dentro de ella en su momento de profunda necesidad.

Hoy en día, Jesús nos ve de la misma manera. Él mira nuestra crisis, nuestra hora más oscura, nuestro corazón lleno de necesidad—y él tiene compasión. “(El) le dijo a ella: ‘no llores’” (San Lucas 7:13, RVR1960).

Qué respuesta tan inusual. Algunos podrían pensar que fue insensible. Pero Jesús le estaba indicando a ella, “Tú estas siendo vencida por el espíritu de muerte. Pero yo vengo a ti con vida. No hay razón para llorar, porque tu circunstancia está a punto de cambiar.”

“Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre” (San Lucas 7:14-15, RVR1960).

Que increíble escena. En un instante, Cristo le dio vuelta a todo. El trajo vida donde solo se había visto muerte.

Jesús trae el mismo mensaje de vida a toda “Puerta” de la ciudad—donde sea que haya gente lastimada, angustiada o afligida.

A veces nos puede sorprender la “puerta” que Jesús escoge.

Hace un tiempo me encontraba en Boston para predicar y yo me quede en un hotel donde había un pequeño restaurante. Mientras ordenaba mi cena, por alguna razón mi corazón estaba siendo llenado con compasión por la mesera. Yo no sabía de qué se trataba, pero yo sabía que el Señor quería que le dijera algo a ella. Cuando ella me trajo la pizza que había pedido, yo no sabía lo que el Señor quería que le dijera. Media hora después, mientras yo terminaba de comer aun no sabía nada. Así que le dije: “Yo creo que ordenare un postre."

Unos instantes después todavía seguía en blanco así que considere dejar la oportunidad pasar. Cuando llego con el pastel, le dije: “Creo que también pediré otra coca de dieta.” Mientras ella se alejaba, empecé a orar: “Señor, ¡no puedo seguir comiendo!” “Necesito que me des una palabra.”

Esta vez que trajo mi bebida, dos palabras pasaron por mi mente: “sola” y “herida”. Le dije: “Disculpa”, mientras aclaraba mi garganta, “tal vez pienses que soy un tonto, pero necesito decirte algo. He estado orando por ti durante mi cena. Y hay dos palabras que siento que Dios quiere decirte, dos palabras acerca de tu vida. Las palabras son ‘sola’ y ‘herida.’”

Ella me miró fijamente sorprendida. Me pregunto: “¿Como sabias?” Luego note un moretón en su cuello. Ella dijo: “Hace unas semanas, mi esposo me golpeo y me quebró la clavícula. Él ha hecho esto varias veces. Y por fin tuve las agallas de abandonarlo. Y estas últimas semanas he estado sola en un hotel barato.”

Sus ojos se humedecieron. Ella dijo: “Tú tienes razón, yo me siento sola y estoy herida. No puedo creer que Dios te haya dicho que me dijeras esto. Yo no sabía que Dios era amable.”

Cuando ella fue a traer mi cuenta, yo le estaba agradeciendo al Señor por haber hablado. Pero él no había terminado. Cuando ella regreso, yo le dije: “Hay algo más que Dios quiere que sepas: esta no es la primera vez que has sido herida por un hombre.”

Ahora ella empezó a llorar. “Hace veinte años yo estaba casada con otro hombre y él también era abusivo” “El me tiro de las escaleras varias veces. Yo lo dejé, pero me sentía vacía e inservible.” Ella se miraba atemorizada. “¿Hay algo malo conmigo? ¿Hay algo que hice para merecer casarme con este tipo de hombres?”

Yo le respondí: “No, no, Dios te ama. Es por eso que él quería decirte todo esto. Él mira tu vida y tu corazón” Entre sus lágrimas ella asintió su cabeza. Y después se fue con mi tarjeta de crédito para pagar mi cuenta.

Yo estaba siendo testigo del enfrentamiento que estaba tomando lugar en la vida de esta mujer. Todo su dolor y sufrimiento estaba saliendo—y el amor de Dios estaba entrando. Pero aún el Señor no había terminado. Cuando ella regreso con mi recibo, bromeando suavemente le dije: “Me temo que cada vez que vienes a la mesa yo menciono cosas que son difíciles para ti. Cuando tenías 6 años alguien te lastimo gravemente.”

Esta vez ella se enojó. Yo trague pensando que esta vez finalmente había cruzado la línea. Ella grito algo y se alejó. Yo espere unos minutos para ver si ella regresaba para que por lo menos yo me pudiera disculpar antes de irme. Pero cuando regreso ella estaba sollozando profundamente.

Ella dijo: “Yo no puedo creer lo que está pasando aquí. Yo nunca le dije a nadie que había sido abusada sexualmente cuando tenía 6 años. No sé cómo supiste.” Yo le repetí: “Yo te dije que no soy yo, es Jesús. Es su amor por ti. Él quiere que sepas que él ve tu necesidad y que él te ama.”

Ella asintió su cabeza. Ella dijo: “Yo he llorado cada noche antes de dormir por las últimas dos semanas,” “Cuando yo era pequeña, nunca entendía lo que los sacerdotes decían en la iglesia. Pero me acuerdo que alguien recitaba un pasaje de la Biblia diciendo que Jesús me amaba. Estas últimas noches en el hotel yo me acorde de eso. Y yo hice una oración: ¿Jesús es esto verdad? ¿Si tú de verdad me amas, me puedes mandar un mensaje de alguna manera?”

Yo me levante, agarre su mano y nosotros oramos para que ella recibiera a Cristo allí en el restaurante. Ella acepto a Cristo y fue sanada. Cuando la vi la siguiente mañana durante el desayuno, ella se veía completamente diferente. Ella me dijo: “¡Yo he cambiado!” “¡Puedo sentirlo, soy diferente!” Ella estaba testificando acerca del amor de Dios sin saberlo.

Jesús no la dejó pasar — tal como no dejó que la viuda quien se encontraba de luto pasara. En ambos casos, él se detuvo y dijo: “El funeral termina aquí. La muerte debe irse. Yo te he traído vida.”

El mensaje de Jesús nunca es solamente para una persona que se encuentra con dolor y en aflicción sino para toda la comunidad entera.

El grupo que se encontraba de luto en las puertas de Naín fue transformado por lo que vieron “…y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.  Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor” (San Lucas 7:16-17, RVR1960).

Ningún poder de la oscuridad puede detener a Jesús. Él cambia matrimonios, él cambia a niños, él cambia mentes, incluyendo pensamientos de suicidio. Él transforma heridas de toda una vida y sufrimiento en testimonios de sanidad y gozo. Y él cambia a comunidades y a culturas.

¿Acaso hay un encuentro en las puertas de tu vida? Es tiempo de correr hacia el dolor y proclamar vida en el nombre de Jesús. Toma ventaja de toda oportunidad que él te trae y míralo realizar maravillas. Él nos llama a correr hacia la batalla con su sanidad y su esperanza. Seamos fieles para hacerlo. ¡Amén!