Puestos los Ojos en Jesús

David Wilkerson (1931-2011)

“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario” (Mateo 14:22-24).

Después del milagro de alimentar a los cinco mil, Jesús despidió a la gente y les pidió a los discípulos que también se fueran. Había sido un día agotador y el Maestro buscó descansar un poco. Pero la barca de los discípulos quedó atrapado en una tormenta, y aunque eran marineros experimentados, la ferocidad de la tormenta causó cierta alarma. Es posible que hayan encontrado algo de consuelo en el hecho de que Jesús estaba cerca, pero no esperaban lo que sucedió después.

“Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma!” (Mateo 14:25-26). En realidad, los discípulos estaban aterrorizados, pero Pedro dio un paso audaz de fe y dejó la barca. ¡Un vistazo de su Salvador fue suficiente para él! “Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (14:28). Entonces, manteniendo sus ojos fijos en Jesús, Pedro dio ese paso fuera de la barca. Él no estaba haciendo gala de su fe o tratando de menospreciar a nadie, simplemente quería estar más cerca de su Señor.

Si bien es cierto que Pedro se hundió cuando apartó los ojos del Señor, él descubrió un lugar en Cristo por encima del mar tempestuoso y furioso. Él estaba caminando sobre lo que lo amenazaba a que no llegara a Jesús. La fe que lo mantuvo por encima de todo por un tiempo podría haberlo mantenido indefinidamente. Pero él apartó los ojos de Cristo y permitió que la confusión a su alrededor derribara su confianza.

La historia de Pedro nos recuerda que cuanto peor es la crisis, más diligentemente necesita un cristiano buscar a Cristo. Que puedas mirarlo al rostro en medio de tu crisis y orar: “Acércame más a ti, Señor. ¡Deja que todo en mi vida me lleve a ti!