El juicio redentor de Dios

En Jeremías 32, el profeta describe una terrible escena. Jerusalén estaba rodeada por Nabucodonosor y el ejercito de los Caldeos. Fuera de la ciudad, el enemigo estaba construyendo grandes montajes para enviar sus tropas por sobre las murallas. Cualquier Israelita que mirara hacia esa escena seguramente se llenaba de una sensación de condenación.

Jeremías era uno de ellos. Mientras la escena era desarrollada, el profeta debía de verlo desde la prisión.

Todos los juicios que él había predicho venían sucediendo sobre el pueblo de Dios. La ciudad estaba plagada con hambruna, pestilencias, y destrucción. Ahora iba a ser conquistada por un feroz enemigo, y el profeta no podía hacer nada al respecto. El rey lo había puesto en prisión por sus fuertes profecías. Jeremías había hablado fielmente la voz de Dios a los caídos, pero la corte lo silenció poniéndolo en la cárcel.

En este tiempo, Israel había caído en una terrible corrupción. La casa de Dios se había contaminado con la idolatría. La maldad había corrido desenfrenadamente, tanto en la sociedad como en el templo. El pueblo de Dios estaba condenado, entrando a 70 años de cautividad. Después de este tiempo, el Señor los traería de vuelta a la tierra, restaurando a su pueblo en un acto de misericordiosa redención.

¿Cómo podemos aplicar las circunstancias de Israel a nuestro presente?

El profeta prisionero representa dos cosas para nosotros: la iglesia remanente y la voz de Dios en tiempos de desesperación. La iglesia hoy en día tiene poca o nada de influencia sobre la sociedad. En Estados Unidos, la biblia es considerada como desactualizada. Las verdaderas voces de Dios son motivo de burla. Un espíritu de codicia esta corriendo tremendamente entre el pueblo de Dios. Como resultado, la iglesia ha perdido la efectividad de su testimonio en la sociedad. Ya no tiene poder para enfrentar los alborotos del infierno.

Les puedo asegurar que Dios no será burlado. Pedro advierte que el juicio empieza por la casa de Dios, y el Señor purgará y limpiará su iglesia.

En medio del juicio de Israel, Dios le dijo una extraña palabra a Jeremías. Él le dijo que su tío iría a visitarlo a la prisión y le pediría a Jeremías que le compre una tierra en Anatot. El Señor entonces le confirmó a Jeremías que comprara la tierra. (Jeremías 32:6-9). Jeremías entonces compró la tierra, asegurándose que la compra venta fuera legal ante testigos, entonces obtuvo las escrituras. Finalmente, mantuvo una copia de las escrituras en un jarro de barro para ser conservadas en los siguientes años.

En el mismo tiempo que esta venta se estaba llevando a cabo, un épico evento estaba sucediendo alrededor. Jerusalén estaba siendo atacada, su historia estaba siendo alterada para siempre. ¿Por qué Jeremías tomo tiempo para hacer real este trato? ¿Qué era lo mas significativo de esta transacción menor?

Encontramos una pista en el nombre de Anatot. Viene del origen hebreo “hablar, testificar, ser testigo, registrado.” La tierra comprada por Jeremías era el testimonio. Serviría como un potente mensaje ilustrado del propósito de redención del juicio de Dios.

Dios estaba diciendo en esencia, “Jeremías, cada juicio que te he mostrado está por venir. Pero ahora tengo otro mensaje para que lo prediques. Sí, limpiaré la tierra a través del fuego y juicio, pero también restableceré a mi pueblo en la tierra. Este es el significado detrás de la compra de la tierra de Anatot. Después de que mi juicio pase sobre Israel, la tierra será grandemente valorizada otra vez. Tu compra de esa tierra testifica de mi gracia y misericordia.”

Los actos de Jeremías mostraron al mundo que los juicios de Dios no son un arrebato de su ira, sino que son hechos para redimir.

Jeremías vio venir, además del juicio, algo tan glorioso que le costó creerlo.

“Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Aún se comprarán casas, heredades y viñas en esta tierra.” (Jeremías 32.15) Dios le dijo al profeta, “Mira esta tierra, ahora azotada con hambre. Pronto estas casas serán quemadas hasta la tierra. Mi templo será destruido. Estoy quitando y limpiando todo porque mi pueblo me ha provocado, dándome la espalda y trayendo abominaciones a mi casa. Después de que pase este juicio, los levantaré totalmente renovados.” (32.28-34).

Imagina lo que la gente pensó al momento que vieron a Jeremías comprar la tierra: “¿Estará Loco? Dios está trayendo juicio sobre la tierra. Esa tierra no tendrá valor.”

Jeremías les respondió, es esencia, “No se dan cuenta que Dios es nuestro redentor. No se complace en sus juicios. Esta hora de ira es para limpiar la tierra y a su pueblo. Todos sabrán que Dios está en control de todo esto. Un nuevo día está por venir. Nuestro redentor regresará a Sion y tomará de las cenizas de su juicio redentor para la reconstrucción.”

“que haces misericordia a millares, y castigas la maldad de los padres en sus hijos después de ellos; Dios grande, poderoso, Jehová de los ejércitos es su nombre; grande en consejo, y magnífico en hechos; porque tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus obras. Tú hiciste señales y portentos en tierra de Egipto hasta este día, y en Israel, y entre los hombres; y te has hecho nombre, como se ve en el día de hoy.” (Jeremías 32.18-20)

Jeremías esta diciendo: “Señor, esta gran restauración que me has mostrado es abrumadora. Solo tú puedes sacar a tu pueblo de este terrible fuego y restaurarlos.”

Después el profeta lo relata, “Pero nosotros hemos pecado gravosamente. Hemos quebrado nuestro pacto y desobedecido tu palabra. Por eso el juicio ha caído sobre nosotros. Señor, ¿Cómo esperamos que hagas algo grandioso, y nuevo cuando nuestra nación esta a punto de ser destruida?” (ver 32.17-25).

El Señor lo interrumpe en su oración. “Y vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” (32.26-27) Gloriosa palabra le ha dado a Jeremías: “He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con mi furor, y con mi enojo e indignación grande; y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguramente; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios. Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos. Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí.” (32.37-40)

Dios le estaba diciendo a su pueblo, “La tierra de Jeremías es una buena inversión. Es un testimonio para ustedes de mi misericordia. Yo los redimí con mi misericordia aún dentro de mi ira.”

Los juicios de Dios hoy en día, ¿aún son redentores, a esta hora de la historia?

La generación presente ha provocado al Señor aún más que el tiempo de Jeremías. Nuestra sociedad se ha burlado de Dios, ha hecho mofa de su palabra y lo ha golpeado con su puño en la cara. Mientras que la iglesia ha vivido como si Dios fuera débil, inútil, sin relevancia alguna. El Señor es celoso sobre su nombre, y otra vez se glorificará en toda la tierra. Su propósito del juicio no es afirmar su autoridad sobre los hombres orgullosos; es para revelar su glorioso poder para salvar y redimir.

En la hora del juicio, Dios santificará su iglesia, y todos los ídolos e inmundicia que ha sido traída a su casa será echada fuera. El dirá: “Estoy por terminar esta blasfemia que han puesto sobre mi nombre, y santificaré a mi pueblo ante el mundo. Los salvaré de toda su inmundicia.”

La misma palabra que fue enviada a Jeremías es la palabra de Dios para su iglesia hoy en día: “Ve, compra la tierra de Anatot.” Nosotros testificaremos, para dejarlo por escrito, que su juicio es para redimir. Eso quiere decir que debemos asentar nuestros corazones, de una vez y para siempre, reflexionar; “¿En verdad creo que Dios es capaz de restablecer su iglesia en la hora del juicio? ¿En verdad creo que todas estas cosas son posibles para él?” Haciendo esta profesión de credibilidad, estamos adquiriendo esperanza, para entrar a una nueva e ilimitada fe. Nosotros no debemos desesperarnos porque él se encargará de destruir cada deshonra.

Dios derramará de su espíritu de misericordia y gracia, empezando con convicción de pecado. Nuestro Señor está por traer hechos sobrenaturales del Espíritu Santo a gente que no lo merece. Él nos ha prometido un nuevo corazón, y él va a construir una nueva iglesia pura y sin miedo. Así será como él traiga de vuelta gloria a su nombre.

El Señor le dijo a Jeremías, “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas, que tú no conoces.” (33:3) Los juicios, los tiempos duros y la inundación de iniquidad hace que multitudes piensen en la eternidad de sus almas. Ahora que estos juicios han iniciado, hay otro mensaje de para el pueblo de Dios para predicar: “¡Tenemos a un Dios todo poderoso, y el es nuestro redentor!”