Cómo Lidiar con Tus Aflicciones

David Wilkerson (1931-2011)

En este momento, muchos en el pueblo de Dios están sufriendo (dolor físico, presión emocional) y pueden estar cuestionando la razón de su angustia. Si tú eres uno de estos, puedes sentirte cansado y frustrado, preguntándote si Dios está enojado contigo por alguna razón. Tú preguntas: “Señor, tú sabes que te amo y mi fe es fuerte. Pero no sé cuánto tiempo más puedo soportar esta prueba”.

La vida del apóstol Pablo es un ejemplo de cómo debemos lidiar con nuestras aflicciones: “Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” (1 Timoteo 1:16).

Las pruebas y los sufrimientos se asignan a los servidores devotos que reciben revelaciones desde el mismo corazón de Dios. Pablo testifica: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne” (2 Corintios 12:7). Si has puesto tu corazón completamente en Cristo, vas a experimentar tiempos difíciles y aflicciones de las que los cristianos fríos y carnales no saben nada. Esto era verdad en la vida de Pablo.

Cuando Pablo se convirtió, él no estaba satisfecho con aprender a Cristo incluso de los discípulos de Jesús. Él quería conocer al Señor íntimamente por sí mismo. Por lo tanto, Pablo dijo: “No consulté en seguida con carne y sangre” (Gálatas 1:16). En cambio, se encerró en Arabia durante tres años (ver 1:16-18). El apóstol testificó: “Pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (1:12).

Gracias a Dios por los maestros de la Biblia que abren las Escrituras y revelan muchas maravillas y misterios de la fe. Pero el hecho es que la revelación de Jesucristo mismo no se puede enseñar, debe ser dada por el Espíritu Santo. Y viene a aquellos que, como Pablo, se encierran en su propia Arabia, decididos a conocer a Cristo.

Está bien cuestionar a Dios con respecto a tu dolor, pero no esperes una respuesta. Una vez que estés en el cielo, el Señor te lo explicará todo y verás que todo era parte de un plan perfecto, orquestado por un Padre amoroso que sabía lo que se necesitaría para mantenerte sobre tu rostro, avanzando hacia él. Y la maravillosa noticia es que valdrá más la pena cada lágrima.