¡Dios quiere que conozcas su voz!

David Wilkerson

El diablo hace todo lo que está en su poder para hacer que se oiga su voz en este mundo. En un momento dado incluso tuvo la audacia de interrumpir a Jesús mientras el Señor estaba hablando en la sinagoga:

“Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba... Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le reprendió diciendo: ¡Cállate, y sal de él!" (Marcos 1:21-26).

Usando la voz del hombre, Satanás clamó ruidosamente, teniendo un propósito en mente - ¡sembrar temor en toda la congregación! Quería que toda persona al alcance de su voz se atemorizara - para que creyeran que tenía poder y autoridad, aún mientras estaba siendo expulsado.

Pedro advierte a los creyentes de los últimos días que Satanás vendrá a ellos con voz fuerte, intentando traer temor: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda al asecho, buscando a quien devorar.” (1 Pedro 5:8).

Aquí está mi punto: Si Satanás está haciendo que su voz sea conocida en estos últimos días, mostrando su poder a las masas de almas perdidas, ¿cuánto más importante es para el pueblo de Dios conocer la voz de su Padre? ¿Piensas que el Señor se sentaría mientras Satanás le ruge al mundo - y todavía permanecer callado? ¡Nunca! Isaías dijo: “Y el Señor hará oír la majestad de su voz.” (Isaías 30:30).

Desde Adán y Eva, Dios ha estado hablando al hombre. La Escritura dice que desde el mismo principio: “Oyeron la voz del Señor Dios.” (Génesis 3:8). Adán dijo: “Te oí en el huerto.” (versículo 10).

Desde el Génesis hasta el Nuevo Testamento, Dios hizo que su voz fuera conocida por su pueblo - a Abraham, Moisés, Caleb, Josué, Samuel y David, a reyes y jueces justos. En los libros de los profetas vemos esta frase repetida vez tras vez: “Y Dios dijo...” La voz de Dios era conocida y entendida. ¡Él siempre hizo que su voz fuese oída!

Jesús confirmó esto en el Nuevo Testamento, usando el ejemplo del Buen Pastor: “Y las ovejas oyen su voz; llama a sus ovejas por nombre, y las conduce fuera. Cuando saca todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero a un desconocido no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.” (Juan 10:3-5).

Jesús declaró a Pilato: “Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.” (18:37). El mensaje para nosotros es claro: Si tienes al Espíritu de Dios en ti, entonces ¡oirás y conocerás su voz!

Pero vivimos en un día cuando muchas voces claman por nuestra atención. Pablo advirtió: "Hay... tanta diversidad de idiomas en el mundo; y ninguno carece de significado [sentido].” (1 Corintios 14:10).

Quizás has tenido la experiencia de muchos otros cristianos: Cuando oras, buscando oír y conocer la voz de Dios, tu mente se inunda con todo tipo de voces. Puedes preguntarte: “¿Cómo puedo distinguir la voz de Dios de mi propia carne? ¿Cómo puedo estar seguro que Dios está hablando, y no la voz de un espíritu tentador?”

Permíteme compartir contigo unos cuantos puntos de vista que creo Dios me ha dado sobre este asunto de oír y conocer su voz:

Si estás consintiendo algún pecado secreto, puedes estar seguro que realmente no quieres oír la voz de Dios. Eso es porque ya sabes lo que él te dirá – ¡y no quieres oírlo!

Cuando Adán y Eva pecaron, trajo la vergüenza. Y con esa vergüenza vinieron la culpa, el temor y la condenación. Esta vergüenza es llamada “desnudez” en el Antiguo Testamento - y estar desnudos significa estar de pie en la presencia de Dios vestidos sólo con la culpa. “Pero Jehová Dios llamó a Adán, y le dijo, ¿Dónde estás tú? Y él dijo, Oí tu voz en el jardín, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.” (Génesis 3:9-10).

Adán se escondió de la voz de Dios, debido a la culpa y la vergüenza de su pecado. Y eso es exactamente donde la mayoría del pueblo de Dios está hoy - ¡escondido, asustado para escuchar que Dios hable!

Puedes tener amigos cristianos tibios que no les gusta ir a la iglesia contigo. Cuando los conociste estaban viviendo descuidadamente. De hecho, estaban cargados con culpa y vergüenza - pero ¡no estaban listos para abandonar su pecado secreto!

Cuando los trajiste a la iglesia contigo, la Palabra de Dios les atravesó su conciencia. Supieron que estaban oyendo la voz de Dios, llamándoles: “¿Dónde estás tú - qué estás haciendo?” ¡El miedo golpeó su corazón! La santa presencia de Jesús hizo que su pecado pareciera vil ¡y ellos no podían esperar salir de la iglesia y huir!

Amado, si quieres escuchar la voz de Dios tienes que estar preparado para una limpieza total. ¡Debes desear tener cada pecado expuesto y arrojado a lo lejos! El profeta Isaías tuvo una visión imponente del Señor sentado en un trono, alto y sublime. Serafines se cubrían con sus alas debido a la santa presencia de Dios. Clamaban: “Santo, santo, santo, es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” (Isaías 6:3).

La voz de Dios era tan poderosa que agitó el templo. Y a su sonido, el justo profeta Isaías cayó sobre su rostro, llorando: “¡Ay de mí, pues soy muerto! Porque siendo un hombre de labios impuros... mis ojos han visto al rey, a Jehová de los ejércitos.” (versículo 5). Isaías estaba impactado con un sentido de pecado y suciedad - ¡porque la voz de Dios es una voz que purifica!

“Entonces voló hacia mí uno de los serafines, trayendo en su mano, con unas tenazas, un carbón encendido tomado del altar y tocó con él mi boca, diciendo, He aquí, que esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada, y tu pecado ha sido perdonado.” (versículos 6,7).

Isaías no podía oír “la voz orientadora” de Dios hasta que hubiese oído su “voz purificadora” primero.

Mira, la dirección y guía sólo vienen después de la purificación porque si no has sido purificado, no puedes ir más allá con el Señor. Pero miles y miles del pueblo de Dios hoy se reúnen para conseguir una rápida palabra “curalotodo” de parte Dios. Quieren que un profeta ponga las manos sobre ellos - para decirles qué hacer y lo que los sostendrá en el futuro. La mayoría de lo que oyen, sin embargo, es lisonja: “¡Serás usado poderosamente por Dios!” “¡Serás un testigo a las naciones!” “¡Serás bendecido y prosperado!”

¿Cuántas de estas personas piensas se reunirían si el “predicador estrella” apuntara un dedo a su corazón y les diera la Palabra purificadora de Dios? “¡Todavía están sucios - nunca han dejado sus pecados ocultos! No tienen ninguna visión de la santidad de Jesús. ¡Oigan su voz - arrepiéntanse!

Si quieres oír la voz de dirección de Dios, debes primero estar listo para tener tu alma purificada y limpia. ¡Su Palabra viene a traspasar nuestra conciencia y exponer la maldad - para que él pueda usarnos!

No estoy de acuerdo. Déjame decirte por que.

Una vez que hubo recibido purificación, Isaías recibió dirección de Dios: “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo, Anda...” (Isaías 6:8-9).

¡Cuánto nos entusiasmamos después de la purificación! Una vez nos hemos arrepentido y quebrantado, oramos: “Señor, sabes que he sido limpiado, que todos los pecados han sido purificados. Ahora estoy listo para oír tu voz de dirección hablar cómodamente a tu siervo - ¡estoy listo para obedecer!”

Pero si quieres dirección - si piensas que estás listo para hacer lo que él pide - entonces permíteme preguntarte: ¿Estás listo para una palabra inquietante - una misión de aflicción y rechazo - una vida de fe sin garantía de comodidades excepto las del Espíritu Santo?

¡Eso es exactamente lo que le pasó a Isaías! El profeta se ofreció: “Envíame, Señor.” ¡Y Dios lo envió a una misión dura y difícil!

“Y dijo, Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.” (versículos 9-10).

¡La palabra que Isaías oyó no era halagadora! Al contrario, le haría impopular, odiado por la gente. El Señor le dijo: “¡Ve, endurece a aquellos que se niegan a oírme hablar! ¡Cierra sus ojos y oídos - termina de endurecer sus corazones!”

Amado santo, si quieres conocer la voz de Dios, entonces ¡tienes que desear oír todo lo que él dice! Dios nunca dirá: “¡Ve!” hasta que primero te pregunte: “¿Quién irá?” Él viene a ti, preguntando, ¿estás deseando hacer todo lo que te digo - para hacerlo a mi manera? ¿Estás dispuesto a rendir tu vida?”

Cuando oré por dirección hace unos pocos años el Señor me dijo claramente: “Regresa a Nueva York.” ¡Esa fue la palabra más incómoda para mí! Había estado listo para retirarme. Había planeado escribir libros y predicar en lugares selectos. Pensé: “Señor ya he pasado mis mejores años allí. ¡Dame un descanso!”

Sí, queremos oír la voz de Dios, ¡pero queremos oírla cómodamente! No queremos que nos agite. Pero ¿por qué Dios nos daría su voz de dirección si no está seguro que le obedeceremos?

¡Abraham aprendió a oír la voz de Dios obedeciendo primero lo que oyó - en el momento que lo oyó! La palabra de Dios para él fue una palabra dura: “¡Sacrifica a tu hijo, Isaac!” Abraham actuó en esa palabra y su obediencia se volvió un aroma perfumado que tocó el mundo entero: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.” (Génesis 22:18).

Los maestros de Israel vinieron a Moisés y dijeron: “Ahora, pues ¿por qué vamos a morir? Porque este gran fuego nos consumirá; si oyéremos otra vez la voz de Jehová nuestro Dios, moriremos. Porque ¿qué es el hombre, para que oiga la voz del Dios viviente que habla de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y aún viva? Acércate tú, y oye todas las cosas que dijere Jehová nuestro Dios; y tú nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te dijere, y nosotros oiremos, y haremos.” (Deuteronomio 5:25-27).

Estos hombres estaban diciendo a Moisés: “¡Ve hacia Dios! Oye su voz y dinos lo que dice, y lo haremos.”

Pero Moisés les recordó a estos líderes que una vez ellos habían oído la voz del Señor por sí mismos: “Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego.” (Deuteronomio 5:4). ¡Dios les había hablado personalmente – y habían vivido! De hecho, aquella misma noche, antes de retirarse, habían acordado: “Hemos oído su voz de en medio del fuego; hoy hemos visto que Jehová habla al hombre, y éste aún vive.” (versículo 24)

No, estos israelitas no tenían miedo de oír la voz de Dios - ¡tenían miedo de lo que iba a decirles! ¡Era porque todavía estaban aferrados a los ídolos – ratones dorados que habían traído con ellos de Egipto!

Dios ya les había ordenado:

“No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen. No te inclinarás a ellas ni las honrarás” (Éxodo 20:3-5). Y ahora él les estaba diciendo: “Quiero todo su corazón. ¡Saquen sus ídolos!”

Amós habló de parte de Dios, diciendo: “¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta años, oh casa de Israel? Ahora bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis.” (Amós 5:25-26).

El escritor de Hebreos dice que Israel rogó “que no se les hablarse más, (porque no podían soportar lo que se ordenaba...)” (Hebreos 12:19-20).

¡Aquí está la clave! Los israelitas no podían soportar lo que Dios les había ordenado porque ¡no podían imaginar dejar sus ídolos ocultos y pecados secretos!

Pensaban: “Moisés es manso. Le dejaremos hablar con Dios y entonces le escucharemos. Él nos ha guiado todos estos años, y todavía no nos ha agarrado nuestros ídolos ocultos. Él no será tan duro con nosotros como Dios!”

¡No! ¡Dios no es un anfitrión de ceremonias que juega juegos del salón con cristianos idólatras! Él busca intimidad – él quiere hablar de los detalles más pequeños de nuestras vidas. Y él habla con un propósito en mente - ¡poseer todo nuestro corazón! ¡Él quiere destruir todos los ídolos y purificar todo pecado para poder bendecir, favorecer y recompensar!

El Señor dijo de Israel: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29).

Israel no podía oír la voz de Dios porque prefirieron oír la voz de un hombre. Te pregunto: ¿Podría ésta ser la razón por la cual no puedas oír su voz?

Quizás tienes un ídolo - cierto ministro, maestro o evangelista. Él te habla de cosas buenas - de sanidad, prosperidad, fe y bendiciones. ¡Pero no excava en tu corazón sobre el pecado! No quieres ser investigado; sólo quieres ser bendecido - así que escuchas sus cintas durante horas, devorando sus mensajes. Pero ¡estás alimentándote de un hombre en lugar de Cristo!

Amado, la razón por qué muchos cristianos hoy no pueden oír la voz de Dios es porque ¡han sido adoctrinados por un hombre! La Biblia habla de esto como la peor idolatría de estos últimos días - la adicción a falsas doctrinas, falsos maestros, adoctrinamiento por hombres que no hablan por Dios.

No hablo contra estos hombres, sino contra la herejía y el error - contra las falsas doctrinas que están viniendo y estropeando las almas de los hombres. Aquellos que corren a tales doctrinas terminan desganados, desconcertados, náufragos. ¡Pierden la verdadera bendición y favor de Dios!

Es tiempo que cada creyente vaya directamente al Señor y ¡oír su voz sin un hombre en medio! Tienes que aprender a oír la voz de Dios por ti mismo. Sí, su Espíritu estará excavando, investigando, convenciendo, tratando. ¡Pero nunca conocerás su voz hasta que él tenga todo tu corazón!

Quiero hablar ahora a aquellos creyentes del remanente arrepentidos que de verdad quieren oír y conocer la voz de su Señor:

Dios desea hablarte como si estuvieras sentado cenando con él. ¡Él quiere conversar contigo, corazón a corazón, sobre cualquiera y todos los asuntos! La Biblia dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20).

Este versículo ha sido mal aplicado a los no salvos. Hablamos de Jesús parado a la puerta del corazón del pecador, buscando entrar. No - ¡es al creyente que Cristo está hablando!

El contexto muestra que Cristo está hablando a aquellos que están vestidos con vestiduras blancas (la justicia), que han comprado oro probado en el fuego, cuyos ojos están ungidos (teniendo revelación), que son amados, reprobados y castigados (vea los versículos 15-19). Éstos están arrepentidos, pueblo santo ¡que quieren conocer la voz de Dios!

Cuando leí y releí el versículo 20 de este pasaje, tres palabras siguieron resaltando para mí: “¡Abre la puerta! ¡Abre la puerta!” Y el Espíritu de Dios habló claramente a mi corazón: “David, la razón por la que no me has oído cuando quiero ser oído, ¡es porque no estás abierto totalmente en tu espíritu para oír!”

Ahora, sabemos teológicamente que Jesús mora en nuestro corazón. Pero la mayoría de nosotros guarda un pequeño lugar en nuestro corazón que nunca abrimos al Señor. Éste es el trono de nuestra alma, el mismo centro de nuestro ser - nos hace la persona que somos. Y de él saltan todas nuestras emociones.

Éste es el cuarto al que Jesús viene, golpeando, llamando. Él está diciendo que hay una puerta cerrada entre tú y él – algo que está bloqueándole la entrada.

Esta puerta, como yo la veo, representa un compromiso - uno que muchos cristianos no han hecho todavía completamente. La mayoría de los creyentes oran: “Señor, todo lo que necesito es un pequeño consejo, unas cuantas palabras de dirección - un recuerdo de que me amas. Sólo déjame saber si estoy haciendo bien o mal. ¡Ve delante de mí y abre las puertas!”

Pero Jesús nos contesta: “Si todo lo que quieres de mí es dirección, puedo enviarte un profeta que te la dé. Si sólo quieres saber dónde ir y qué hacer, puedo enviarte a alguien y puedes filtrarlo todo a través de él. ¡Pero estás perdiéndome!”

La verdad es que, ¡Jesús quiere más! Él quiere tu cercanía, tus emociones más profundas, tu cuarto cerrado. Quiere sentarse contigo y compartir todo lo que está en su corazón - hablar contigo cara a cara. ¡Quiere estar en intimidad contigo! ¡Está pidiendo una cena para dos!

Apocalipsis 3 es un cuadro maravilloso de esto. Habla de amor e intimidad, de compartir secretos, de voz tierna. Cristo está diciendo aquí: “Quiero compartir mi corazón contigo. Quiero que conozcas mis caminos, para que cada pensamiento que pienses sean mis pensamientos. Quiero que mi voz emerja más y más en tu corazón – ¡hasta que tu misma mente sea la mente de Cristo!”

Está parado a la puerta, golpeando, pidiendo un compromiso - un paso de fe que diga que abrirás tu corazón, alma y mente a él. Esto no puede suceder a través de emociones o sentimientos. Más bien, debe ser a través de un compromiso de fe que diga: “Jesús, me comprometo contigo, no por respuestas, no por dirección. ¡Abro la puerta de mi todo a ti!”

Cuando Jesús entra, trae comida, pan - en otras palabras, él mismo. Y cuando te alimentas con él, ¡estarás completamente satisfecho!

La novia presentada en el Cantar de Salomón dice:

“Yo dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, porque mi cabeza está llena de rocío, mis cabellos de las gotas de la noche.” (Cantar de los Cantares 5:2).

El novio en esta escena representa a Jesús. Él está tocando a la puerta de su novia, diciendo “Ábreme mi amada, Mi cabeza está llena con rocío [significando, he sufrido por nuestro amor].” La novia le oye tocar, pero está en cama. Ama al novio, pero también está cansada para levantarse y abrirle la puerta.

Entonces algo pasa. Ella dice: “Mi amado puso su mano en el agujero de la puerta, y mi [corazón fue] movido por él.” (verso 4). En tiempos orientales, las puertas eran construidas con una abertura en ellas. Aquí, el novio quiere fuertemente estar con su novia que pone su mano en la abertura e intenta abrir la cerradura desde dentro. Pero por alguna razón es impedido. Así que mira a través de la abertura a su novia - y la ve soñolienta y medio despierta.

Se pregunta: “¿Me ama de verdad?” “¿Por qué no me abre con ansioso júbilo?” “¿Por qué estoy tan ansioso de estar con ella - y aún es tan indiferente de estar conmigo?”

Amado santo, ¡esto es exactamente lo que el Señor está deseando de su iglesia! Nos quiere esperando en la puerta, llenos de amor - ¡no despreciándolo como si no fuera el Único encanto de nuestros corazones!

Las personas que están enamoradas quieren estar juntas, a solas. Y este cuadro muestra el corazón de Cristo hacia nosotros: ¡Quiere intimidad con nosotros tan fuertemente que literalmente alcanza dentro e intenta abrir la puerta! Pero, te pregunto - ¿cuántas veces Jesús ha querido la intimidad contigo, pero lo has dejado fuera?

A estas alturas, la novia se despierta y huele la fragancia amada (la mirra) en la cerradura de la puerta: “Me levanté para abrir a mi amado; y mis manos gotearon mirra, y mis dedos el dulce olor de la mirra, en las asas de la cerradura.” (verso 5).

Finalmente, dice: “Abrí a mi amado; pero mi amado se había ido, se fue; mi alma falló cuando él habló. Lo busqué, pero no pude hallarlo; lo llamé, pero no me dio ninguna respuesta.” (Cantar de los Cantares 5:3-5).

¡El novio se había ido! Todavía la amaba - pero sus acciones dijeron: “¡Ella no tiene intenso amor por mí - me tomó como una garantía! Tengo que retirarme hasta que aprenda a apreciar quién soy.”

Amado, ¡a veces el Señor tiene que retirarse de nosotros por la misma razón! Cuando él lo hace, está diciéndonos, “¡Quiero que vengas a mí con todo tu corazón. Quiero que me ames – me anheles con todo lo que está en ti!”

Repentinamente, ¡la novia comprende que ha despreciado a su novio! Así que corre a las calles, llorando: “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le hagáis, saber que estoy [enferma de amor].” (5:8). Le dice a todos: “Él es todo codiciable.” (verso 16).

Éste es un cuadro de una iglesia despierta - ¡despertada a su necesidad por Cristo! Aquellos que tienen hambre por el novio están ya parados en la puerta cuando Jesús llama. ¡Están listos, con su mano en la puerta, para abrir a la intimidad con él!

Como la novia en este pasaje, ¡debemos despertarnos a quién es Jesús para nosotros! Tenemos que decir, como la novia, “¡Ése es mi amor, mi vida, no puedo lograrlo sin él!”

¿Aún no te has abierto a la intimidad amorosa con Jesús? ¿Todavía no has dejado entrar al Novio? Abre tu alma y espíritu a Cristo, y confía que él entrará. Permítele ser tu fuente, tu todo y cree lo que dijo: “¡Entraré – cenaré contigo!” (vea Apocalipsis 3:20).

En su presencia, encerrado con él a solas, lo conocerás - su fragancia, sus caminos, su corazón. Y aprenderás a conocer su voz - la voz del Único que te ama lo suficiente para seguir golpeando y rogando por tu intimidad.

¡Acércate a él - y conocerás su voz!