¡Las cosas buenas que alejan a la gente del cielo!
Auque parezca mentira, mucha gente buena quienes están involucrados en hacer cosas maravillosas no llegarán al cielo. ¡Peor aún, muchos que se consideran a sí mismos cristianos y quienes están convencidos que van a ir al cielo se quedarán afuera – aunque no están entregados a pecados crasos ni cosas malas de cualquier clase!
Los cristianos a los cuales me estoy refiriendo no usan drogas ni alcohol. Ellos no apuestan. No participan en pornografía o perversión sexual. No son contados entre los viles y malignos. En efecto, puedes encontrar a muchos de ellos en la iglesia los domingos por la mañana. Y pasan la mayor parte de su tiempo libre entre familiares y amistades, disfrutando cosas buenas. Son personas de familia, con valores familiares.
Dicho esto, quiero hacer una declaración más audaz – una que puede ofender a algunos. Aun así, lo digo con preocupación amorosa por aquellos en la iglesia de Jesucristo que no pueden ver que van directos al desastre: algunos están en peligro de perder su misma alma – ¡aunque se sientan en la iglesia, absolutamente convencidos que van camino al cielo!
Esta idea te puede parecer una paradoja. Pero te lo quiero probar de las Escrituras. Si alguna vez haces caso a cualquier mensaje por el cual el Espíritu Santo te habla, que sea este.
Este es mi punto: algunos creyentes se quedarán fuera del cielo no por las cosas malas que han hecho – sino porque están tan preocupados con hacer el bien, cosas legítimas, que descuidan las cosas que verdaderamente cuentan – las cosas eternas.
¡Su celo por las cosas buenas ha echado las cosas de Dios a un lado!
Tales personas están tan absortas en el presente y lo que está a la mano que ellos literalmente no tienen tiempo para las cosas más profundas de la vida espiritual. Están sudando por establecer su negocio, avanzar en su carrera, proveer por su familia – ¡pero su enfoque esta completamente fuera de orden!
La Biblia dice:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:33).
Estas son las propias palabras de Cristo – y no son una sugerencia, sino un mandamiento. Jesús lo dice en serio, prometiendo: “Si buscas al Señor primero, él se encargará de todas las cosas por las que estás luchando – carrera, negocio, hogar, familia. ¡Pero debes hacer de él tu enfoque primordial!
El apóstol Pablo añade: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida esta escondida con Cristo en Dios.” (Colosenses 3:2-3).
Nuevamente, eso no es una sugerencia, sino un mandamiento. En griego, el significado es: “Pon tu mirada o intereses, en las cosas de arriba.” En otras palabras: “Coloca tu atención – como hierro, como concreto – en las cosas de Dios. Enfócate, empecínate en esto."
Por favor, entiende – Dios nunca ha exigido que todos vendamos nuestras casas, tierra y posesiones; él nunca ha dicho que debemos renunciar a nuestros trabajos y convertirnos en monges, entregándonos completamente a la meditación y al estudio bíblico. (Sí, Jesús dijo esto, pero solamente a un hombre – porque las posesiones de ese hombre se habían convertido en sus ídolos. Dios no le dice esto a todo el mundo.)
La gente me ha dicho: “Dios me dijo que dejara a mi cónyuge y a mis hijos para dedicarme al ministerio.” Miro a esta gente directamente a los ojos y les digo: “Dios no te dijo eso. Era tu propia mente o el diablo. ¡El Señor no está en el negocio de romper matrimonios!” Dios nunca te pedirá que hagas semejante cosa. Pero el insiste en ser el centro de tu vida, alrededor del cual giran las demás cosas. Él exige que sus intereses, su iglesia, sus cosas tomen prioridad. ¡Él tiene que ser el centro!
La indignidad más grande que cualquier cristiano pueda cometer contra el Señor es ponerlo en segundo lugar. Esto es una bofetada en la cara de Dios. Dirás que no eres culpable de tal afrenta hacia él – ¿pero cómo ordenas tu tiempo? Por ejemplo, ¿cuántas veces has faltado a la iglesia para hacer negocios? En esos tiempos, tus clientes no fueron puestos en espera – sino Dios. Ellos fueron primero, ¡por encima de sus intereses!
Este también es otro mandamiento del Señor. Sin embargo, ¿qué toma prioridad en tu vida? ¿A quién haces esperar – a tu negocio, o al Señor?
Si no hacemos caso a estos mandamientos, tendremos que enfrentar las terribles consecuencias. Ciertamente, yo nunca supe que Jesús dio tantas advertencias sobre este tema. Quiero llamar tu atención estos tres pasajes en particular:
“Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entro Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyo a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.” (Lucas 17:26-30).
Revisa esta lista que Jesús nos da otra vez, y considera las cosas que la gente estaba haciendo durante esos tiempos. Sabemos que había violencia tal como el mundo nunca ha visto, al igual que horrible inmoralidad tales como sodomía y homosexualidad. Pero Jesús no habla de ninguna de esas cosas aquí. Ni siquiera trae a colación el alcoholismo o perversión. Mas bien, preste atención a lo que él dice que la gente estaba haciendo tiempo antes del juicio: comiendo, bebiendo (sin embargo, él no menciona borracheras), casándose, comprometiéndose, comprando, vendiendo, sembrando, construyendo. En esta lista no aparece un solo pecado. Todas son cosas buenas, cosas legítimas.
Por cierto, todas las cosas que Jesús enumera aquí son recomendadas en la palabra de Dios a aquellos quienes serían fieles personas de familia y siervos del Señor. Toma el matrimonio, por ejemplo. Pablo dice: “Mas también si te casas, no pecas…” (1 Corintios 7:28). “Honroso sea en todos el matrimonio…” (Hebreos 13:4).
Además, Proverbios 31 nos dice que una esposa virtuosa “…considera la heredad, y la compra, y planta viña del fruto de sus manos.” (Proverbios 31:16). Desde los tiempos de Josué, cuando Israel se mudó a la tierra prometida, Dios ha movido a su pueblo a plantar viñas y a construir edificios para su gloria. No hay nada malo en tales actividades.
¿Por qué, entonces, Jesús solo mira lo bueno, cosas legítimas que la gente estaba haciendo en los días antes del juicio? Es porque él esta tratando de decirnos algo de vital importancia: ¡él nos esta advirtiendo de nuestra descuido total de su palabra mientras estamos completamente absortos en nuestros propios intereses!
Piénsalo: la Biblia no dice una palabra acerca de que Noé fue burlado, abusado o perseguido durante los 120 años que trabajó en el arca. Aparentemente, su trabajo y predicaciones nunca fueron interrumpidos. Dios nos está diciendo: “Sí, hubo violencia y corrupción en ese tiempo. Pero la gran mayoría de la gente estaba tan absorta en hacer cosas buenas y legitimas, que no tuvieron tiempo para reflexionar en las advertencias de Noé. Todos están tan ocupados casándose, saliendo a comer, compartiendo con sus amistades y en placeres, que no tuvieron tiempo para escuchar.”
Hablamos del estilo de vida americano. Puedo escribir libros y predicar mensajes acerca de los juicios venideros, pero pocos fuera de un pequeño remanente de creyentes escuchan y ponen atención a mis palabras. Las masas cristianas les tienen sin cuidado. ¿Por qué? Es porque están envueltos en sus propios planes de matrimonio, hijos, hogar, trabajo y carrera. ¡No tienen tiempo para escuchar mensajes acerca de la venida del Señor!
“Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.” (Lucas 17:30). Jesús está advirtiendo: “La ultima generación será igual. Estarán tan ocupados, envueltos en sus propios intereses, ¡que pondrán todos mis intereses a un lado!”
Ha sido así por siglos. Muchas personas están convencidas que van camino al cielo. Pero semana tras semana, descuidan la casa de Dios, la Palabra de Dios, oración y adoración. Sin embargo, no consideran que su comportamiento sea pecaminoso:
“…por que ha dicho mi pueblo…nunca más vendremos a ti…pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días…sin embargo, en todas estas cosas dices: soy inocente…” (Jeremías 2:31-35)
Tales personas pueden estar haciendo cosas buenas, cosas legítimas – ¡pero el Señor no es primero con ellos! Él no es el centro de sus vidas. Si fuera así, no lo echarían a un lado. ¡Ellos buscaran tiempo para estar con él!
Jeremías reprendió al pueblo por “discurrir tanto” (verso 36). Todos corrían de un lado a otro, haciendo cosas buenas, manteniéndose ocupados con trabajos legítimos, aun cosas religiosas. Pero estaban descuidando a Dios. No tenían tiempo de buscar al Señor, no tenían tiempo de sentarse a sus pies y aprender.
Esto mismo está sucediendo hoy a través del cuerpo de Cristo. La gente puede estar tan ocupada corriendo de un lado a otro por Dios que no tienen tiempo de buscar su rostro. ¡Muchos no pueden sentarse y hacer caso a su palabra porque constantemente están paseándose de un lado a otro!
“Tal como fue, así será…” Cuando Jesús hablo de su regreso, ¿por qué no mencionó el aumento en crimen? ¿Por que no se refirió a la inmortalidad presente? No dijo nada acerca de nuestra epidemia de drogas, nuestras cárceles repletas, nuestros pecados de abortos. No – él sólo dijo: “Así también será en esos días, la gente estará comprando, vendiendo, comiendo, y casándose – ocupados en ‘cosas buenas.’ ¡Y estarán tan ocupados que descuidaran su propio alma!”
En octubre nuestra iglesia celebrará su noveno año de existencia. Durante nuestros primeros tres años había gran emoción. Muchos profesionales jóvenes y gente de negocios venían a nuestros servicios – maravillosos hombres y mujeres de carreras que estaban ardiendo por el Señor. Testificaban que estaban espiritualmente hambrientos, y que la Iglesia Times Square los había rescatado de la muerte espiritual.
Estas personas siempre estaban allí cuando las puertas de la iglesia eran abiertas. Se llevaban los mensajes grabados, escuchándolos una y otra vez hasta que los sermones habían calado profundo. También ganaban almas. Cada vez que me veían en la calle, se detenían y me abrazaban, sonriendo a extraños: “Este es mi pastor. ¡Tienes que ir y oírle predicar!”
Cada vez que visitaba sus oficinas y me presentaba a sus secretarias, me trataban como una persona de mucha importancia. Inmediatamente me decían: “Pase, pastor.” Cuando entraba a sus oficinas, dejaban todo, me abrazaban y decían: “Oh, pastor – ¡el domingo fue maravilloso! Cuando llegue a casa, casi no dormí. El Espíritu del Señor estaba sobre mi toda la noche.”
Hoy en día, no veo sus rostros en la iglesia. Poco a poco los he visto deslizarse, volviendo al materialismo. Hoy están consumidos con sus trabajos, carreras o negocios. Muchos asisten a iglesias que tienen servicios de una hora solo los domingos, con un corto sermón de veinte minutos que no tiene convicción. Cuando veo a estas queridas personas en la calle, se hacen como que no me ven. Algunos se devuelven y caminan en la dirección opuesta.
Su rechazo me hiere tanto. Pero, ¿cuánto más hieren a Dios por rechazarle a él? ¿Cómo se siente él al ser desdeñado por aquellos que una vez caminaron, hablaron y lloraron con él? Una vez, estas mismas personas le dijeron: “Señor, salvaste mi vida del infierno. ¡Nunca te dejaré! Pero ahora ni siquiera le dedican tiempo a él.
¿Has tratado a Jesús con frialdad?
Dirás: “Tengo que ganarme la vida. El Señor entiende.” ¡No es así! Él nunca entenderá – ni aceptará – que lo coloquemos en segundo lugar ante nadie o nada:
“…y el [Jesús] es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18).
La palabra griega usada aquí para “preeminencia” significa “primer lugar.” ¡Jesús debe tener prioridad!
Esta parábola es importante – ¡porque Jesús es el hombre que está organizando el gran banquete! El banquete al cual nos referimos aquí es el evangelio, y la mesa que es preparada es la cruz. Y la invitación de Jesús es para todos:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo so haré descansar.” (Mateo 11:28).
Sencillamente, nuestro Señor nos está invitando a la intimidad con él. Somos invitados a su presencia a cenar con él, a conocerle, a disfrutar de su compañía. Él dice: “Ven y encuentra la mesa puesta para ti. Todo esta listo. ¡Encontraras plena satisfacción en mí!”
Efectivamente, Jesús ha logrado todo lo necesario para darnos satisfacción plena en esta vida. Toda nuestra hambre – todo lo que a santidad y piedad se refiere – esta envuelto en él: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,” (2 Pedro 1:3).
Sin embargo, la parábola nos dice que cuando llegó el tiempo de la cena y la mesa estaba servida, nadie apareció. Cuando los sirvientes miraron hacia la calle, no veían a nadie que se aproximara. El dueño esperaba que sus invitados dejarían todo para estar allí temprano y expectantes, anticipando el compañerismo con gran gozo. Pero nadie llegó.
Te pregunto: ¿Cómo te sentirías si cocinaras una comida maravillosa, invitaras a personas que dijeron que asistirían, pero cuando la mesa está servida, nadie aparece? ¿No lo tomarías como un rechazo total – significando que tus invitados no se interesan en ti?
Este dueño decidió enviar a su sirviente a recordarles a sus invitados que todo estaba listo. Fue un último llamado: “La cena está lista. ¿Por qué no has venido? Pero las Escrituras dicen: “Todos a una comenzaron a excusarse…” (Lucas 14:18).
El primer invitado se excusó porque estaba ocupado con un negocio de bienes raíces: “…he comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.” (mismo verso). Probablemente, este hombre era un especulador de tierras, quien había comprado la tierra sin verla. O, quizás sencillamente quería terreno donde construir una casa para su familia.
Ahora bien, no es pecado especular en tierras. Ni tampoco es pecado construir una casa. Ambas cosas son buenas, cosas legítimas. Después de todo, antes que el juicio cayera sobre Judá, Elías compró tierra por una revelación que había recibido.
Pero el asunto aquí no es la compra de tierras. El asunto es, ¡la atención de este hombre estaba equivocada! Su atención estaba en sus intereses – su negocio o intereses familiares – y puso a un lado la invitación a intimidad con el dueño. Él dijo: “Atenderé eso mas tarde. Me voy a encargar de mis intereses primero.” Pero el hecho era, que la tierra no iba a ir para ningún lado. ¡Él pudo haber ido al día siguiente!
El segundo invitado especulaba en ganado. Él le dijo al sirviente: “…He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.” (verso 19). Es probable que este hombre estuviera en el negocio de ganado. Parece que había visto los diez bueyes antes de comprarlos, y probablemente se veían bien. Pero ahora tenía que probarlos, para ver si había hecho un buen trato.
No hay pecado en lo que este hombre hizo. Probar sus bueyes era algo legítimo y hasta responsable de su parte. Indudablemente, que Abraham y Job habían hecho lo mismo muchas veces, siendo ricos en ganado. Este hombre estaba haciendo lo que la palabra de Dios le recomienda a cualquier proveedor diligente.
Pero nuevamente, éste no es el asunto. ¿Dónde estaba el pecado de este hombre? ¡Él actuó como si ir al granero era más importante que ir a la casa de Dios! Esos bueyes pudieron ser probados al día siguiente. Pero no los hizo esperar, en su lugar, ¡hizo esperar al maestro!
El último invitado dijo: “…Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.” (verso 20). Ahora bien, nada puede ser más legítimo que casarse. La Biblia dice que el hombre que halla esposa halla el bien (ver Proverbios 18:22).
Pero una vez más, el matrimonio no es el asunto. ¡Este hombre pecó porque puso a su familia primero! El Señor dice: “La devoción a la familia es buena en su tiempo y lugar – ¡pero no cuando toma mi lugar!”
Este hombre pudo llevar a su esposa al banquete. Esa hubiera sido una buena forma de comenzar su matrimonio. Él pudo haber dicho: “Cariño, el Señor siempre ha sido primero en mi vida. Nada toma su lugar. Cada vez que sus puertas están abiertas para mi, siempre voy a la intimidad con él. Sus intereses toman prioridad en mi vida. Ahora, quiero que mis valores sean tus valores. Así, que hagamos sus intereses nuestra prioridad.”
Conozco a amas de casa quienes encuentran difícil asistir a la iglesia los domingos en la mañana, mucho menos cualquier otro servicio. ¡Pero tienen suficiente tiempo en la semana para otras cosas! Siempre están corriendo, haciendo cosas especiales para sus hijos. Hacen tiempo para las clases de baile, lecciones de música, funciones escolares, fiestas, ir de picnic, deportes y compras. La lista sigue. Pero dedican poco tiempo a las cosas del Señor. El mensaje que se escucha es: “¡Mis hijos son primero!”
Te digo, si descuidas los intereses de Dios y pones a tus hijos primero, ¡los condenarás! Eso fue lo que sucedió con Ezequías y Manasés. El Señor le dio quince años más de vida – años que debió pasar sobre su rostro ante Dios y llevando a Israel a la renovación. Al contrario, Ezequías pasó esos años jugando con juguetes de adultos – coleccionando joyas, ganado y construyendo edificios. El hijo que crió durante esos años, Manasés, observo como su padre ponía juguetes y familia primero. ¿El resultado? Manasés se convirtió en uno de los reyes más malos en la historia de Israel.
¿Cuál fue el pecado de los tres hombres en esta parábola? Era que los intereses de la tierra, bueyes y la familia echaron a un lado el llamado a la intimidad y compañerismo con el maestro. No me mal interpreten – todas las cosas que ellos estaban haciendo eran buenas y perfectamente legítimas. Pero se convirtieron en pecado – imperdonable – ¡cuando les robaron a estos hombres de su tiempo con y reverencia al maestro!
Ahora permítanme hacer otra declaración importante: ¡No eres un verdadero amante de Jesús si no proteges tu tiempo con él!
Tienes que llegar al lugar donde consideras todo como una intromisión si te roba de tu precioso tiempo en la presencia de Jesús. Una vez que le haces a un lado o le das prioridad a otra cosa, fácilmente puede convertirse en un hábito. Y terminaras como dijo Jeremías – descuidándolo “…por innumerables días” (ver Jeremías 2:31-32).
¿Qué sucede cuando un maestro o dueño es ignorado? ¡Se enoja! El maestro en esta parábola dijo: “Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustara mi cena.” (Lucas 14:24).
En otras palabras: “Muy bien, caballeros – me han demostrado que están muy ocupados para mí. Has puesto tu trabajo, tu familia, tu tierra, y tu ganado antes que yo. No quieres cenar conmigo y conocerme. Ahora te digo – nunca me conocerás. ¡Nunca entraras por mis puertas!
De la misma manera, muchos irán a Jesús diciendo: “Señor, hicimos grandes obras en tu nombre. Echamos fuera demonios y sanamos enfermos, todo para tu gloria.” Pero él responderá: “Todas son cosas buenas – ¡pero nunca te conocí! Estabas demasiado ocupado para ser íntimo conmigo. Nunca pusiste todo a un lado y te sentaste en mi presencia. Ahora todas tus obras ocupadas han sido probadas como vanas. ¡Apártate de mi, extraño!”
Jesús nos ofrece una parábola poderosa en Mateo 25 – la parábola de las diez vírgenes. Quizás conoces esta parábola muy bien. Solo cinco de las vírgenes tenían sus lámparas llenas de aceite cuando el novio llego por ellas. Las otras cinco quedaron fuera de la fiesta nupcial, porque salieron a buscar aceite cuando llego el novio.
Dado que las diez vírgenes en esta parábola representan la iglesia: ¿significa esto que solo la mitad de los cristianos entrarán a la cena de bodas? Yo no sé. Pero sí sé que debemos prestar atención a lo Jesús nos está diciendo aquí.
No tengo problema con el hecho de que las diez vírgenes “cabecearon todas y se durmieron” hasta la media noche. Primeramente, aquellas que tenían aceite podían dormir en paz, porque tenían suficiente para llegar hasta la mañana. (Algunos dicen que este aceite es el Espíritu Santo – y que las cinco insensatas habían descuidado su caminar y habían perdido la unción del Espíritu.)
En segundo lugar, el aceite no es el corazón de la parábola. Sin embargo, ponemos nuestra tanta atención en él que perdemos el aspecto más importante. Ves, una vez que las cinco vírgenes insensatas rellenaron sus lámparas, regresaron y comenzaron a tocar la puerta, diciendo: “Señor, Señor, ábrenos…” Pero, ¿qué les dijo el novio? Él no les preguntó donde estuvieron. Él no las reprendió porque no tenían aceite. Él no mencionó que estaban tarde. Él no enumeró ninguna de estas cosas. No – él dijo claramente: “…De cierto os digo, que no os conozco.” (Mateo 25:12). l dijo: “No te conozco.” ¡Y ese es el centro o corazón de la parábola!
Recientemente, después de un servicio en nuestra iglesia, una mujer y su hija se me acercaron. Nos dimos la mano, y entonces ellas se quedaron ahí, sonriendo. Después de un momento, preguntaron: “¿No nos reconoce?” Sacudí la cabeza. Me dijeron: “Lo conocimos hace 15 años después de una campaña en Los Ángeles. Usted oro por nosotras. ¿Recuerda? Estamos en su lista de correspondencia. Disfrutamos sus mensajes, y hemos seguido su ministerio por años. ¿Cómo no nos conoce?”
¡No las había visto en quince años! Dije: “Lo siento señora – no la conozco.” Las dos mujeres eran extrañas para mí.
Por supuesto que Jesús sabe quienes somos. Él es omnisciente, todo lo conoce. Pero ese no es el tipo de “conocimiento” al que él se refiere en esta parábola. Jesús está diciendo: “Nunca me has tomado en serio. Nunca me pusiste primero. Nuestro noviazgo no consiste de eso. Tu corazón no está en esta relación. Me has descuidado. No puedo reconocer tu espíritu, tú caminar. ¡No puedo reconocerte como parte de mi compañía nupcial!”
Amado, ¿conoces a Jesús en tu habitación secreta como también en la iglesia? ¿Hablas con él mientras conduces al trabajo, en el tren, o en el autobús? Cuando las puertas de la iglesia se abren, ¿estás allí lo más posible?
Cuando llegue ese día final, ¿te conocerá Jesús?
Semanas atrás caminé a dos cuadras de nuestro edificio, a un puesto de periódicos cercano. Cuando crucé hacia la calle 49, vi a una triste mujer desamparada sentada en un portal. No debía tener más de 50 años, pero parecía que tenía ochenta. Ella me miró con una mirada hambrienta y perdida, como diciendo: “Esto es todo lo que la vida me ofrece.” Mi corazón se quebrantó. Pensé tristemente: “Es la madre de alguien.”
Al doblar por la Octava Avenida, vi a un joven con pelo salvaje. Estaba drogado, tambaleándose al pasar a mi lado, diciendo tonterías entre dientes que nadie entendía. Pensé: “El vive en el infierno en esta vida. Y cuando muera, probablemente pasará la eternidad en un infierno ardiente.” Me pareció tan trágico – que alguien viva en un infierno aquí, y luego se muere y vaya al infierno. Me sentí triste e impotente.
Después que compré el periódico, me volteé y observé a una lamentable joven prostituta mientras pasaba. Había una mirada vacía en sus ojos. Su cuerpo estaba quebrantado y enfermo, sin embargo, ella trataba de venderlo para comprar drogas. Me pregunté si alguna vez ella supo lo que era una vida normal.
Regresé triste a mi departamento. Me senté en mi silla, miré al vacío, y comencé a llorar: “O Dios, ¿no es esta ciudad un infierno suficiente? ¿No tendrás compasión cuando esta pobre gente esté ante ti? Ninguno de ellos ha escuchado los sermones que nuestra gente en la Iglesia Times Square escucha. No han conocido el compañerismo de los santos. No han sido tocados por el Espíritu Santo. No tienen la capacidad mental de vigilar por tu regreso. ¡O Señor, a veces pienso que tendrás mas misericordia con estos en ruinas que con todos los santos quienes han escuchado cientos de sermones pero continúan haciéndote a un lado!”
Ciertamente, Jesús dijo que será más tolerable en ese día para Sodoma y Gomorra que para aquellos que una vez gustaron de las cosas buenas de Dios. Estoy hablando de gente que ha conocido el poder del Espíritu Santo – que una vez prometieron amar y servir a Jesús hasta la muerte, pero quienes se han vuelto a la codicia, materialismo e intereses propios. Dime – ¿cómo puedes vigilar por la venida de Jesús si estás envuelto en las cosas buenas de este mundo?
Si Jesús no es la niña de tus ojos – si tu atención no está en él, su iglesia, su palabra, sus intereses – no puedes ser su discípulo. ¡Sería mejor que fueras un desamparado que un hipócrita tal!
Lo repito en amor: Muchos de los que están leyendo este mensaje no van a llegar – a menos que se comprometan hoy: “Señor, de este momento en adelante, me comprometo que serás el centro de mi vida. Todo lo demás tomará el segundo lugar. Tú eres todo para mí, Jesús. Y sé que si no es así, ¡todo lo demás será en vano!”
¡Amen!