¡UN GLORIOSO RECORDATORIO NAVIDEÑO!

David Wilkerson (1931-2011)

¡El pesebre en Belén habla directamente sobre la resurrección de Cristo! Él fue completamente humano al nacer, la sangre de María lo nutrió en el vientre, pero su nacimiento fue un estallido de lo eterno. Leemos: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” (Mateo 4:16). La luz referida aquí era la vida eterna, la resurrección de la muerte.

Oseas profetizó sobre el Mesías venidero: “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol” (Oseas 13:14). Cuando Jesús vino al mundo, cumplió esta profecía, diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26).

Jesús pregunta: “¿Sabes por qué estoy aquí? ¿Sabes por qué nací en la pobreza, los pastores me adoraron, los sabios trajeron regalos y los ángeles cantaron esa noche? Es para que tú puedas tener vida eterna”. Sí, el mismo Jesús conecta su nacimiento con la resurrección: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió ... Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:38, 40).

La vida de resurrección ya está disponible para nosotros, en esta vida. Tenemos esta promesa: “Como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4).

Tengamos en cuenta la resurrección mientras celebramos la Navidad este año. Deja que la imagen del pesebre sea un puente: Cristo, cerrando el abismo entre la tierra y el cielo y dándonos la vida eterna con nuestro redentor. ¡Qué glorioso recordatorio de Navidad!