¿ESTOY OYENDO A LOS HOMBRES O A DIOS?
El apóstol Juan recibió una revelación de la gloria del Cristo exaltado: “He aquí una puerta [fue] abierta en el cielo; y la primera voz … dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas. Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado” (Apocalipsis 4:1-2).
Hoy también se nos ha abierto una puerta al cielo. Al igual que Juan, hemos sido llamados a “subir acá”. La Escritura dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). Este llamado a venir al salón del trono ha sido ignorado tanto por pastores, como por laicos. Pocos creyentes realmente conocen la voz de Dios y pocos ministros hablan como sus oráculos.
El tiempo de aislamiento de Juan en la isla de Patmos (ver Apocalipsis 1:9) le fue impuesto por hombres impíos. Creo que las personas en la iglesia necesitan tener una experiencia de “Patmos”, un acto autoimpuesto de apartarse uno mismo, con el propósito de buscar el rostro de Dios. Los cristianos de hoy separan tiempo para ver televisión, comprar o navegar por Internet, comunicarse con otros en las redes sociales, pero pocos “suben” al trono de Dios. Sin embargo, el Señor promete: “Si subes aquí, te revelaré mi misericordia y mi gracia y te mostraré cosas que nunca antes has visto”.
Esto no significa que renunciemos a nuestro trabajo, a nuestra familia, a nuestro testimonio. De hecho, es completamente posible ser una persona ocupada y aun así, tener una experiencia de Patmos. Lo que importa es que callamos toda voz, actividad y cosa que nos impide escuchar la voz del Señor. Debemos estar preocupados con un enfoque: ¿Estoy oyendo a los hombres o al Espíritu Santo?
El Señor se complace cada vez que tú te sometes voluntariamente a un tiempo a solas con él. Una vez que Cristo se convierta en tu único enfoque, podrás recibir discernimiento y dirección directamente de lo alto.