¿QUÉ ESTORBA LA OBRA DE DIOS EN NOSOTROS?

David Wilkerson (1931-2011)

“Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9). El apóstol Pablo se debilitó debido a problemas y angustias, pero cuando fue abatido, él no se desesperó. Se regocijó en el proceso de ser debilitado porque era el secreto de su poder con Cristo; y de esa debilidad, él se fortaleció.

Algunos pueden tener un trabajo insatisfactorio, una enfermedad, un estado de profunda soledad o divorcio. Aquellas son razones válidas para desanimarse, pero lo único que constantemente obstaculiza la obra de Dios en nuestras vidas es simplemente uno mismo. Cuando Jesús dijo que debíamos tomar su cruz y seguirlo, él nos estaba pidiendo que nos negáramos a nosotros mismos (ver Lucas 9:23). Nuestro orgullo dice: “Yo puedo hacer esto solo”. Pero Jesús dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

Jesús mira este mundo, lleno de hijos confundidos que intentan establecer su propia justicia, tratando de complacerlo a su manera: y él pide cruces. La cruz está destinada a rompernos y drenarnos de todo esfuerzo humano. Él no puede hacerse cargo hasta que nos demos por vencidos y clamemos: “Padre, ¡ya no puedo dar otro paso! ¡Mi fuerza se ha ido! ¡Ayúdame!”

Amado, no pienses en tu prueba como un juicio de Dios y no te condenes a ti mismo. En realidad, lo que estás atravesando es una evidencia de su amor hacia ti, que te lleva a la victoria y la madurez definitivas. Estás en la escuela misma de discipulado de Cristo, así que regocíjate de que, a medida que te debilitas y te sometes a él, ¡experimentarás su fuerza abrumadora!