¿QUÉ PASA CUANDO LA INCREDULIDAD GANA TERRENO?
“No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo” (Hebreos 3:8-11).
¿Qué razón se da por la que el pueblo de Dios no pudo entrar en su reposo? ¿Fue por adulterio, codicia, embriaguez? No, fue sólo por la incredulidad. Acá tenemos a una nación expuesta a cuarenta años de milagros, maravillas sobrenaturales que Dios obró en favor de ellos. De hecho, ningún otro pueblo en la tierra había sido tan amado, tan tiernamente cuidado.
Ellos recibían revelación tras revelación sobre la bondad del Señor. Oían una nueva palabra predicada regularmente por Moisés, su profeta líder, y, sin embargo, nunca mezclaron esa palabra con fe. Por lo tanto, oírla no les sirvió de nada. En medio de todas esas bendiciones, ellos todavía no confiaban en que Dios fuera fiel, y con el tiempo, la incredulidad comenzó a ganar terreno.
Amados, la incredulidad es la causa principal detrás de toda dureza de corazón. La Escritura continúa: “¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?” (Hebreos 3:17). La incredulidad del pueblo encendió la ira de Dios contra ellos; además, los endureció en una continua espiral de incredulidad: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo … para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (3:12-13).
La incredulidad es también la raíz de toda amargura, rebelión y frialdad. Es por eso que Hebreos 3 está dirigido a los creyentes. Tú puedes ser salvo, lleno del Espíritu y tener un caminar santo ante Dios y, aun así, ser culpable de incredulidad. Es tan importante que aceptemos su poder sobrenatural por fe y digamos con confianza: “Hazlo de nuevo, Señor. Y que tu poder se perfeccione en mi debilidad”.