¿Quién Le Dijo Que Usted Es Indigno?

¿Quién le dijo que usted es indigno -- bueno para nada, inútil, inservible para Dios? ¿Quién le sigue recordando que usted es débil, impotente, un fracaso total? ¿Quién le dijo que usted nunca llegará a la medida de Dios?

¡Todos sabemos de donde viene esta voz: es el diablo mismo! él es quien lo mantiene convencido de que Dios está enojado con usted. ¡Usted oye sus mentiras todo el día -- y ellas vienen directamente de las profundidades del infierno!

¿Quién le dice a los miembros del coro que ellos no son dignos de cantar alabanzas en la casa de Dios? ¿Quién le dice a los músicos de que ellos no son dignos de tocar instrumentos en el culto? ¿Quién le dice a los ancianos, ujieres, maestros de escuela dominical, voluntarios, personas en el ministerio, personas en los altares que ellos son indignos? ¡Quién les recuerda de cada pecado y fracaso, acusándolos: "¡Ustedes tienen manos impuras, un corazón impuro! Ustedes no tienen derecho de tocar las cosas santas de Dios. ¡Ustedes son una vergenza para El Señor!"

¡Esa es la voz acosadora del diablo -- el acusador de los hermanos! él le dice, "Dios no puede usarte hasta que te sientes y pongas las cosas en orden. ¡Tu no puedes venir a Su casa hasta que seas digno!"

Muchas personas que están leyendo este mensaje en este mismo instante han sido convencidas por el diablo de que ellos nunca serán dignos de ser usados por Dios. ¿Le describe esto a usted? Incluso quizás se sienta indigno de ser llamado hijo del Señor. Cuándo usted mira su vida espiritual, todo lo que ve es inconsistencia. Y el enemigo le sigue mandando un bombardeo constante de mentiras -- recordándole de sus fracasos, siempre acosando su espíritu.

Ahora usted ha comenzado a pensar, "Amo al Señor con todo lo que está en mí. ¡Pero hay fracaso en mi vida! Yo no soy un siervo consistentemente fiel. Tengo que combatir todavía las grandes tentaciones, cosas que me desalientan. Yo nunca llegaré a esa altura. ¡Yo nunca seré lo qué Dios quiere que sea -- y lo que quiero ser!"

¡Permítame parar aquí y confesarle algo: en ningún momento, en todos mis años de ministerio, me he sentido digno de mi llamado como predicador! A través de mi servicio al Señor, yo he sido bombardeado por acusaciones de que soy indigno de hablar para Dios -- indigno de predicar, de enseñar a otros, de ser un líder.

Mas no sé de algún cristiano sincero usado por Dios que no haya experimentado esto. William Bradford, el gran ministro Puritano, dijo, "Pienso a veces que tengo el corazón más negro de toda Europa." Seguía oyendo las acusaciones de que era completamente indigno. Y cada vez que hablaba o predicaba, algo se revolvía en su estómago -- una ansiedad, un temor, una inquietud en cuanto a pararse ante la gente. ¡Ese gran predicador sentía una sensación increíble de indignidad!

Por supuesto, en nuestra carne somos indignos. Nunca podemos ser dignos por nosotros mismos. Pero muchos creyentes permiten que Satanás les robe vida preciosa creyendo sus mentiras acerca de cómo Dios los ve. Creen que ellos nunca podrán ser dignos a Su vista.

Cuando tales cristianos abatidos oyen predicar duramente en contra del pecado y del compromiso, caen inmediatamente bajo condenación. Ellos piensan, "Sigo siendo débil. Yo no tengo la victoria total. ¡Estoy atrapado en una guerra continua!"

Luego otro pensamiento viene a inundarlos: "Tu debes apartarte -- retirarte de todo servicio - - hasta que pongas las cosas en orden. ¡Si sigues tratando de hacer el trabajo de Dios y adorando mientras estás en esta lucha, serás juzgado!"

Ocasionalmente, los pastores tienen que pedirle a obreros de la iglesia que se "sienten" por una temporada -- esto es, apartarse de sus deberes del ministerio -- para poner ciertos aspectos de su vida en orden. En la Iglesia de Times Square, nosotros hacemos esto cuando alguien está ciego a su pecado y no ve que está equivocado. Y a veces tenemos que hacerlo cuando una persona vive abiertamente, ostentosamente en pecado, sin señal de arrepentimiento. Eso tiene que tratarse.

Pero yo estoy hablando acerca de algo completamente diferente -- algo con lo que cada cristiano debe tratar. ¡El hecho es, si cada hijo de Dios escucha las acusaciones del diablo, todos los ministerios tendrían que cerrarse por completo! ¡No habría iglesia -- porque no habría nadie parado en el púlpito, nadie sentado en el piso del coro, nadie como ujier, nadie enseñando la escuela dominical -- y nadie en la congregación! Todos seríamos echados fuera de las bendiciones de Dios -- y el Señor no obtendría ninguna de la adoración que debe tener de nosotros.

  1. ¿Fue capaz Satanás de detenerle de abrir esta carta? ¿Trataron sus usuales acusaciones de evitar que usted leyera mi mensaje? Evidentemente no, si usted lo está leyendo ahora mismo.
  2. ¿Ha sido el diablo capaz de detenerlo a medio camino hacia la iglesia, llenar su cabeza con acusaciones, hacerlo dar la vuelta y mandarlo de regreso a su casa? ¿Le ha inundado con pensamientos como: "Tu no puedes ir a la iglesia hoy -- no puedes cantar en el coro, enseñar en la escuela dominical, servir la santa cena, sentarte con la congregación a adorar -- ¡Porque todavía no tienes las cosas en orden! Tu tienes todavía inconsistencias, deseos pecaminosos en tu vida. ¡Tu corazón no está listo para oír la palabra predicada!"

    Aunque usted no fuera a la iglesia ese domingo en particular, estoy seguro de que el diablo no fue capaz de mantenerlo lejos por largo tiempo.

  3. ¿Después de que usted llegó a la iglesia, saludó a unos pocos santos y se preparó para entrar al santuario, le impidió el diablo entrar? Le llenó la cabeza con pensamientos como, "No soy digno de adorar al Señor hoy. Tengo todavía muchas batallas, demasiadas luchas no resueltas. ¡No puedo levantar mis manos en adoración mientras estas cosas pasan dentro de mí!"

¿Tomó usted su abrigo, reunió a su familia y se fue a su casa? Probablemente no. Muy probable, Satanás lo dejó tranquilo en ese momento. Usted simplemente tomó su asiento y se decidió a adorar, sin ser molestado por nada.

Pero después de poco tiempo, el acusador comenzó a moverse. ¡él esperó hasta la alabanza de apertura -- cuando usted abrió su boca para alabar al Señor -- y lo golpeó con sus mentiras más fuertes!

Usted ve, Satanás sabe que él no puede impedirle salir de su cama. él sabe que no puede detenerle de ir a la iglesia. Y él sabe que no puede regresarle una vez que usted llega a allí. ¡Así que él reserva todo su veneno de serpiente para el momento en que usted está parado ante otros, cantando, "Bendito es el nombre del Señor! Engrandece Su nombre. ¡Majestad!"

Satanás sabe que nosotros nos deleitamos al alabar a Dios. Y él sabe que Dios tiene gran deleite con nuestra adoración. El Señor dice de Su pueblo: "Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi complacencia." (Salmos 16:3). ¡El Señor se deleita en nuestra adoración!

Y eso es exactamente lo que el diablo busca en usted. él sabe que él no puede llevarlo a los brazos de algún rufián o una prostituta. él no puede seducirlo a ir a algún bar ni a un club nocturno. No -- él sabe que su gran delicia es adorar a Dios. ¡Y él quiere más que cualquier otra cosa destruir esa adoración!

Por eso es qué él manda su más violentas potestades y poderes a acusarlo en la propia casa de Dios. Creo que espíritus mentirosos están en actividad en contra de cada creyente fiel que asiste a una iglesia donde el evangelio se predica sin compromisos.

Los espíritus mentirosos tratan de todo para sabotear su adoración. Sus acusaciones nunca cesan: "Tu no tienes derecho de alabar a un Dios santo. Tu todavía no tienes la victoria total, aún después de estos años. Tu gozo es falso. ¡Tu estás fingiendo -- es todo un acto! Mírate, cantando y alabando a Dios, actuando tan piadoso. ¡Tú falso, indigno y pecador! Siéntate y cállate. Si la gente solamente supiese como eres realmente -- los chistes que escuchas en tu trabajo, las cosas malas que dices a tu pareja, la forma en que gritas a tus hijos. ¡Tienes a Jesús en tus labios, pero a Judas en tu corazón!"

Usted es sacudido por esta voz que silba. Luego el sermón comienza -- y con todo lo que el predicador dice, viene el sonido que silba otra vez:

¡"Ahá! él esta hablando acerca de ti otra vez, exponiéndote. Tu no puedes serle fiel a Dios ni por una semana. Cuando obtienes una victoria, dura por unos pocos días -- pero luego regresas a tus viejos caminos otra vez. Nunca cambiarás. Eres un estorbo a este cuerpo de creyentes. ¡Tu destruirás la unción aquí!"

¡Usted es condenado por estas mentiras! El diablo ha triunfado al hacerle creer que Dios está enojado con usted -- que usted ha entristecido al Espíritu Santo. ¡Y eso es exactamente lo qué Satanás quiere que acontezca!

Recientemente leí la historia de un hombre que conozco, un evangelista de carpa. Este ministro fue falsamente acusado de evasión fiscal. él era totalmente inocente -- de hecho, eventualmente fue disculpado. Pero antes que esto aconteciera, pasó tres años en la prisión.

Hable acerca de sentirse indigno: Este hombre fue humillado. él había sido un predicador bien considerado, un profeta, un ganador de almas -- pero ahora todos lo vieron como un ladrón. Fue burlado y ridiculizado aún por sus compañeros de celda. Cuando caminaba por el jardín de la prisión, pensaba, "Debo haber hecho algo terrible -- algo que yo no sé -- que enojó al Señor para hacerme esto a mí. él ha hecho un espectáculo de mí ante el mundo entero. ¡No entiendo!"

él se sentía tan indigno, tan abatido, que consideró el suicidio. Luego, en su punto más bajo -- sintiéndose totalmente inútil, abandonado por Dios -- el Espíritu Santo vino a él a su celda de la cárcel. El Espíritu le recordó esta escritura: "Porque el Hijo de hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas... " (Lucas 9:56). El Señor habló suavemente a este hombre fatigado, "Mi hijo, yo no te mandé aquí para destruirte. Yo te traje aquí para salvarte."

Repentinamente, el Espíritu cayó sobre el ministro y lo incitó a orar por los enfermos. él comenzó a orar todos los días por sus compañeros de cárcel -- y ellos comenzaron a pedir oración. Pronto aún los oficiales de la prisión lo visitaban para que él orara por los miembros de sus familias. Rápidamente llegó a ser un preso ejemplar -- uno de los presos más admirados en la historia del sistema de esa prisión.

Luego, otra cosa asombrosa sucedió. Este ministro se había salido de la escuela a una edad temprana, y nunca aprendió a leer. Todo lo que él sabia leer era ciertas porciones de la Biblia. Ahora, cuando estudiaba las escrituras en su celda, las palabras comenzaron a abrirse para él -- y aprendió a leer. Comenzó a estudiar la Palabra de Dios, y el Espíritu le abrió la Biblia en forma milagrosa.

Este hombre surgió de la prisión como un héroe. Tuvo un toque de Dios en su vida que nunca había experimentado antes. Hoy predica a multitudes por todas partes del mundo. ¡Y pensar -- que Satanás trató de destruir a este maravilloso siervo diciéndole que él era indigno!

¡Debemos comenzar con esta verdad! Dios no está para destruirnos permitiendo las tentaciones en nuestra vida. No -- él nos amó aún cuando todavía estábamos en pecado, lejos de él. él no está contra nosotros, sino por nosotros. ¡él sólo quiere hacernos bien!

Sé lo que estoy hablando. Años atrás, tuve que combatir las mentiras de Satanás sobre mi propio llamado al ministerio. Sucedió durante los primeros días del ministerio de Teen Challenge en Nueva York. Nuestro trabajo con adictos a la droga y alcohólicos me mantuvo muy ocupado, y tuve que viajar para levantar frecuentemente los fondos para apenas mantener el ministerio.

Durante ese tiempo la Hermana Kathryn Kuhlman me pidió que predicara en una cruzada en Los Angeles. Antes de salir para la costa oeste tuve una discusión terrible con mi esposa, Gwen. La dejé llorando, mientras manejaba hacia el aeropuerto.

En el vuelo a Los Angeles, tuve un espíritu de inquietud. Había dicho algunas cosas dolorosas a Gwen. Y encima de eso, yo siempre he odiado volar. Al tiempo que llegué a California, estaba fatigado y acabado, con sentimiento de culpabilidad.

¡Esa noche, cuando me paré a predicar delante de cuatro mil personas, la voz de Satanás literalmente gritaba en mi cabeza: "Tú eres el falso más grande en América! ¿Cómo puedes pararte aquí, actuando tan santo? ¿Cómo puedes predicar a esta muchedumbre, cuándo te irritaste con tu esposa y la dejaste llorando? Tu no eres victorioso -- tú eres un comprometedor. ¡Tú eres un falso!"

Me congelé en el púlpito. La voz acusadora era tan fuerte en mi cabeza, que no podía evadirla. Era todo lo que podía oír. ¡De hecho, casi pronuncié la palabra yo mismo: "¡Falso!"

Estuve parado allí como un tonto. Yo no podía predicar. Giré y miré a la Hermana Kuhlman, que me miraba confundida. Oré silenciosamente, "Dios, ayúdame. ¿Qué pasa?"

Finalmente, cerré mi Biblia -- y me marché de la plataforma. ¡Cuando fui a la parte de atrás, la voz continuaba con sus mentiras: " ¡Eres indigno de hablar! Tu no tienes derecho de predicar el evangelio hasta que pongas tu vida en orden."

La hermana Kuhlman me preguntó," ¿David, qué pasa?" Contesté, "perdóneme -- yo no puedo predicar. ¡Soy un falso! Yo no sé si seré digno de predicar otra vez."

En el avión volviendo hacia Nueva York, me sentía aún más abatido e indigno. Todo lo que podía pensar eran las áreas de mi vida donde yo aún estaba luchado -- como mi genio, mi ambición. Supe que el Señor había estado tratando conmigo respecto a estas cosas -- mas yo nunca parecía obtener la victoria sobre ellas. Pensé que nunca tendría la capacidad. Antes que el viaje de avión terminara, creí que era totalmente indigno del ministerio.

Satanás había triunfado en hacerme sentir indigno a los ojos de Dios. Había creído a sus acusaciones -- las mentiras que habían venido directamente de los hoyos del infierno. Pero gracias a Dios -- después que fui a casa y hice las paces con Gwen, y pasé tiempo en oración, el Señor comenzó a hablar suavemente a mi alma asegurándome de Su amor por mí.

Volví a las calles a ministrar, Dios restauró mi confianza en Su misericordia y amor. Comencé a confiar en el poder de la sangre limpiadora de Jesús -- y reconocí todas las mentiras y acusaciones del diablo contra mí. ¡Cada vez que llegaban a mí, las ponía a un lado!

Entonces -- ¿Ha estado escuchando las mentiras de Satanás acerca de su caminar con Jesús? ¿Ha estado pensando que usted es indigno -- que no puede adorar a Dios hasta que usted haga todo perfecto? ¡Tengo buenas noticias para usted: Usted sabe ya que Satanás es un mentiroso -- pero puedo probar que Jesús lo ha hecho ha usted digno! él lo ha hecho limpio -- apto para presentarse ante él y servirle en fidelidad.

Usted se preguntará: ¿Cómo soy hecho digno? ¡Usted ha sido hecho digno por el sacrificio de Cristo en la cruz! Y eso le da el derecho a adorar y servir al Señor.

"Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Colosenses 1: 10-14)

Este pasaje en griego se traduce: "El Padre nos ha hecho justos, dignos, calificados en carácter -- suficientemente buenos en ser participantes en la herencia de los santos en luz."

¡Lo qué Jesús hizo en la cruz lo califica para la herencia eterna! Y si Dios lo ha calificado para vida eterna, entonces él lo ha ajustado en carácter también. Usted puede "apartarse" un mes del ministerio, un año, una vida entera -- tratando de ajustarse para él, para trabajar en su carácter, para llegar a ser suficientemente bueno para ser usado por Dios. ¡Pero usted nunca puede capacitarse por sí mismo!

Aunque usted fuera capaz de ganar victorias sobre cada cosa injusta que haya hecho, cada mal pensamiento que haya tenido, todavía no estaría calificado a la vista de Dios. Es imposible. ¿Por qué? ¡Dios no aceptará justificación de nadie -- a menos que no sea la de Su propio Hijo, Jesucristo!

Usted no puede obtener la justificación de Cristo por obras. La única manera de obtener la justificación es creyendo y confiando en Dios. Viene a usted por la fe. Usted ve, no sólo es salvo por fe -- sino que también es santificado por la fe, justificado por la fe, sanado por la fe, mantenido por la fe. ¡Todo acontece por la fe en lo qué Jesús ha hecho!

Ahora usted puede decir, "aún no la he alcanzado -- mi carne resiste todavía el Espíritu -- pero soy redimido por la Sangre de mi Salvador. ¡Cantaré y gritaré alabanzas a mi Dios!"

Yo le pregunto --¿Suena esto cómo lo que usted ora cada mañana? Probablemente no. Muy probable, comienza su día buscando formas de cómo seguir esforzándose. Usted aceptará algo insatisfactorio, con resignación, prometiéndole a Dios que nunca volverá a sus viejos caminos otra vez.

Cuándo ocasionalmente gana una victoria, usted se siente bien. Y dice, "¡Yo lo hice!" Sabia que si ponía mi mente y mi corazón en esta cuestión, yo obtendría la victoria." Tenemos la tendencia a sentirnos tan orgullosos acerca de lo que hemos logrado, que andamos por ahí juzgando a otros que no son victoriosos.

Con los años he aprendido que parte de los cristianos más viciosos y críticos son aquellos que han ganado victorias que proclamaron por sí mismos las cuales eran en verdad sólo victorias parciales. Esas personas pensaron que habían vencido -- pero la verdad es que ellos solamente suprimieron sus hábitos de pecados. Esos hábitos fueron enterrados muy al fondo -- y luego salen aún con más fuerza.

¡Cuándo yo era más joven, cuando necesitaba una victoria sobre algo me convencía a mí mismo, "Haré esto aunque me muera" -- ¡Y casi me moría! Pasaba un mes, "Esos pensamientos de ambición se han ido. ¡Soy libre!" Pero siempre resultaba ser únicamente, una victoria parcial.

Ahí es cuándo el desánimo llegaba. Lloraba, "Oh, Dios, yo te he rogado que me libertes, pero no lo has hecho. ¡Estas cosas siguen en mí!". Y lo culpaba a Dios.

El hecho era que yo estaba ocupado, esforzándome en la carne tratando de ser justo, que perdía mi comprensión de la verdadera justificación. ¡Y eso es, la única justificación que el Padre acepta es la de Su Hijo, Jesucristo! Sólo un hombre se presenta justo ante Dios -- y es Jesús. Y cuando nosotros nos paramos ante el Padre, él nos acepta sólo por Cristo -- por Su justificación y la victoria.

¿Entonces, qué debo hacer, preguntará usted? Primero, no escuche las mentiras del diablo. ¡Y segundo, levántese en sus pies espirituales -- y comience a darle alabanza al Señor! Diga, "Por mi fe en la Sangre de Jesús, yo recibo la justificación de Cristo. ¡él me ha hecho justo, calificado, para alabar y servir a mi Señor!"

"En quien tenemos redención por Su Sangre, aún el perdón de pecados" (verso14).

La redención significa simplemente, "ser libres." Hemos sido puestos en libertad por la preciosa Sangre de Jesús. ¡Y tenemos el derecho de pararnos contra toda acusación y decir, "yo no creo eso, diablo! Tu me has acusado por última vez. Mi Biblia dice que soy redimido porque creo en lo qué Jesús hizo por mí en la cruz. ¡Yo confieso mis pecados a él, y yo soy redimido -- comprado, libre!"

¿Luego Satán viene a usted y le susurra, "¿Qué de ese pecado que consentías apenas ayer? ¡Eres culpable!"

Usted puede contestar, "No -- he pedido ya perdón por eso. Y le he pedido a Dios que ponga un aborrecimiento en mí para mantenerme de hacerlo otra vez. ¡Todo esta bajo la Sangre!"

¡ "Pero usted es tentado todavía!"

"Es cierto. Pero mi Jesús ha hecho un camino de escape para mí. Su palabra dice que seré capaz de soportar la tentación. él me librará, porque él prometió hacerlo."

¡ "Pero Dios tiene todavía algo contra ti! Hay cosas que no han sido puestas en orden aún en tu vida."

Cuándo el acusador traiga a la memoria "cosas que no han sido puestas en orden" -- alguna guerra que aun brama dentro de usted -- puede contestar con este pasaje:

"Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él". (Versos 21-22).

Usted puede decir, "Aún cuando fui enajenado en mi mente por obras malas y atroces... aun cuando estaba en los hoyos de la lujuria. ... aun cuando era uno de los peores enemigos de Dios, la Biblia dice él me amó. él me buscó y me reconcilió para él.

"Ahora, él me ha sacado del reino de oscuridad a Su reino de luz. él me ha hecho estar en paz con él. Por tanto, ¿Cuánto más me ama él ahora que estoy reconciliado, aún cuando lucho? ¡él me ama!"

¡Hay una cosa que constantemente nos roba nuestro gozo y paz con Dios: es nuestro esfuerzo interminable de agradarle en nuestra carne! Tratamos por siempre de agradarle al Señor en nuestro poder humano -- pero nunca será suficiente. Cualquier victoria será corta en vida, y la próxima vez que seamos tentados, caeremos aún más bajo.

La Biblia llama nuestra fuerza de esfuerzos "tratar de establecer nuestra propia justificación":

"Porque ellos ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios" (Romanos 10:3).

¡Es nuestra carne en obra!

Dios quiere que usted sea capaz de sobrepasar toda mentira del diablo -- ser puesto en libertad del hoyo en que él lo ha encerrado. Aquí están tres de las trampas de Satanás de las cuales usted debe estar en guardia:

  • Satanás sigue tratando de traer sus pecados para que quite sus ojos de su Salvador.

El diablo quiere que usted esté tan enfocado en su enfermedad que se olvide del poder del médico. ¡él quiere que usted olvide que Dios es su libertador -- que él está de su lado para salvarlo, no para destruirlo!

Aquí está cómo usted debe contestar a esa mentira: "No, diablo, yo no soy libre de la presencia del pecado. Siempre estará presente en mi carne. ¡Pero soy libre del poder que maldice el pecado!" Satanás puede molestarlo, tentarlo, acusarlo -- pero él no lo puede maldecir. ¡él puede tirar toda clase de acusaciones en usted -- pero él no puede tocar su alma!

La ley no lo puede condenar, porque Cristo cumplió la ley. La justicia divina no lo puede condenar, porque Cristo santificó toda la justicia de Dios. Ningún pecado lo puede condenar, porque cada pecado está bajo Su Sangre. Y la conciencia no lo puede condenar, porque Cristo es más grande que la conciencia. ¡Entonces, usted ha sido perdonado completamente -- No quedando nada que lo condene!

  • Usted puede pensar, "fui vencido por una lujuria -- se apoderó en contra de mi voluntad. ¡Solamente llego a mí, y yo caí otra vez!"

Usted fue tomado nuevamente por el pecado del cual usted le pidió a Dios que lo liberara. Ahora permítame preguntarle: ¿Usted gritó en contra de su pecado?

La ley del Antiguo Testamento expresa que cualquier mujer que era "agarrada en el campo" y apoderada (violada) por un hombre sería inocente si ella había gritado por ayuda (ver Deuteronomio 22:23-27). Pero si ella no gritó -- eso es, si ella no se opuso ni resistió -- ella sería apedreada.

Esto es una presentación de lo que el enemigo nos hace: él viene en contra nuestro cuando trabajamos en los campos del Señor y se apodera de nosotros con tentación. Pero, en ese momento, nosotros debemos clamar al Señor por la ayuda. La próxima vez que usted esté en tal lugar, haga de su clamor una oración: "Señor, yo odio esto. Yo no lo quiero. ¡Ayúdame!" ¡Su grito lo mantendrá inocente!

¿Lo sigue condenando el diablo porque usted fue controlado, le fue tomada ventaja? Usted debe pararse en el espíritu y gritar, "Señor, Tu conoces mi corazón. Odio este pecado. No era algo que yo quería. ¡Estoy clamando a Ti ahora mismo -- y seguiré clamándote!"

  • Debemos arrepentirnos de nuestro desánimo por nuestros pecados.

Cuándo nosotros llegamos a estar desanimados, es prueba de dos cosas: nuestra ignorancia de la misericordia y la gracia de Dios, y de nuestra incredulidad de Su amor para con nosotros. ¡Ambas son pecado!

Si usted está desanimado por su pecado, significa que no confía en el amor de Dios por usted durante su tiempo de fracaso. Usted está viviendo en voluntaria ignorancia de la completa aceptación de Su Padre hacia usted ¡Y debe arrepentirse!

Si usted solamente comprendiera cuán grande es la misericordia que Su Padre tiene hacia usted, sabría que El lo ama aún cuando usted le falla. ¡Entonces usted podría decir, "Oh, Dios, perdóname! He estado tan desanimado a causa de mi pecado. ¡Yo no he creído en Tu misericordia y perdón!"

No, yo no soy digno de escribir este mensaje. Y usted no es digno de levantar manos en adoración a Dios. Nadie es digno -- no en nuestro propio poder o fuerza humana. Pero Jesús nos ha dicho, "yo te he hecho digno." ¡Y ahora podemos pararnos y decir en Su nombre, "soy digno -- por la Sangre del Cordero!"

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