¿Realmente Oye Dios Tus Oraciones?
Cualquier creyente que desee agradar a Dios con su vida de oración debe, en primer lugar, resolver esta pregunta: "¿Dios realmente escucha mis oraciones y responderá?" Si bien ésta parece ser una pregunta simple, una que ni siquiera debería hacerse, la mayoría de cristianos responderían de inmediato: "Sí, por supuesto, creo que Dios contesta mis oraciones". Pero el hecho concreto es que muchos no están completamente convencidos.
Hay momentos en que sentimos que Dios está ausente de nuestras vidas, que no está oyendo nuestro clamor. Preguntas y dudas existen en lo profundo de nosotros y el Señor quiere resolverlas en nuestro espíritu. En Lucas 18:2-8, Jesús habló una parábola sobre la viuda persistente y el juez injusto, para enseñar a sus discípulos sobre “la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (18:1).
En la comunidad judía, se esperaba que un juez fuera imparcial, pero el juez en esta historia era incompetente y no estaba calificado para el trabajo. Definitivamente no se estaba haciendo justicia. Según la ley judía, las viudas merecían protección especial bajo el sistema judicial, pero este juez ignoró a la viuda que acudió a él. Sin embargo, ella se negó a darse por vencida y vino delante de él con tanta frecuencia que él perdió la paciencia con ella y le concedió su pedido.
¡Esta viuda obtuvo la justicia que estaba buscando por su tenacidad! Jesús explica en el versículo 8 que si un juez incompetente e impío responde con justicia al final, ¿cuánto más nuestro amoroso y santo Padre dará a sus hijos lo que es correcto?
Muchos cristianos saben que Dios tiene todo lo que necesitan; y admiten que él tiene cuidado, pero no están convencidos de que él esté dispuesto a venir rápidamente para ayudarlos. Cuando Dios no responde a su clamor de inmediato, imaginan obstáculos y bloqueos internos en ellos mismos. Y piensan en todo tipo de razones por las cuales el Señor no debe estar dispuesto a ayudarlos.
“Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti” (Salmos 31:19). Ten la seguridad de que Dios te ha dado todo lo que necesitas para ser libre y victorioso. Alégrate en el Señor porque eres un deleite para su alma. ¡Aleluya!