¿Un Jesús Asistente?
San Juan 6 para mí contiene uno de los pasajes más difíciles en toda la Escritura. Es un texto difícil para los pastores especialmente porque habla acerca de seguidores que terminan rechazando a Cristo y apartándose. El pasaje al que me estoy refiriendo no es una enseñanza o una profecía. Es una escena en donde literalmente una gran multitud abandona a Jesús.
El acababa de alimentar milagrosamente a una multitud de miles. La gente estaba asombrada y emocionada por lo que Él había hecho, listos para seguir al Mesías. Pero cuando Jesús los desafió acerca de lo que en realidad estaban buscando, se burlaron y bastantes se alejaron.
Detrás de este pasaje existe una pregunta para cualquiera que quisiera seguir a Cristo. La pregunta es la siguiente: "¿Quién está a cargo de tu vida, tú o Jesús?" ¿Estamos dejando que Dios tenga la dirección total de nuestras vidas? ¿O tratamos de determinar por nosotros mismos lo que Dios quiere de nosotros?
Cada cristiano enfrenta esta pregunta desde el principio de su caminar con el Señor. Desde el comienzo una batalla se lleva a cabo en nosotros, un choque de dos culturas en guerra. Primero está la cultura externa del mundo, la cual nos incita constantemente, "¿Cómo te puedes beneficiar de esto?" Después está la cultura del reino de Dios, con la pregunta, "¿Cómo puedes servir al Señor y a tu prójimo?"
Jesús ya había predicado que el reino de Dios está haciendo su obra en este mundo: "El reino de Dios está cerca” (Marcos 1:15, NTV). En otras palabras: "El reino de Dios está presente entre nosotros." La mayoría de los que escucharon a Dios ese día tenían la mentalidad del mundo. Ellos fueron impulsados principalmente por lo que podrían ganar para sí mismos. Cuando Jesús vino ofreciendo bendiciones, ellos acudieron a Él diciendo, "Por supuesto, si tú me proveerás todo, yo te seguiré. Si tú sanas a los miembros de mi familia que están enfermos y respondes mis oraciones, si, absolutamente, yo seré tu discípulo."
¿Pero qué le pasa a nuestro compromiso de fe si estas cosas no se cumplen para nosotros? ¿Qué tan comprometidos con Jesús estamos cuando nos damos cuenta que él no es solamente es un "asistente" en nuestras vidas? Las mismas personas en esta escena que con rapidez habían seguido a Cristo fueron las que con esa misma rapidez lo rechazaron. Desilusionados, se alejaron renunciando a él.
Jesús sabía que esto sucedería. Es por eso que en el preciso momento de realizar este gran milagro para esas multitudes, el los confrontó: "De cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan" (Juan 6:26). ¿Es esto cierto para nosotros hoy en día? ¿Seguimos a Dios principalmente por sus bendiciones o porque él es el Señor?
Esta asombrosa etiqueta fue ganada por la generación en los Estados Unidos de la Segunda Guerra Mundial, personas que sirvieron con sacrificio en el extranjero y en casa. Esta gente se dijo a sí misma, "Nosotros podemos ganar esta guerra. Va a ser difícil y requerirá de mucho sacrificio. Pero puede realizarse y nosotros somos los que podemos hacerlo."
Una vez que la guerra terminó, esa generación se aferró a los valores que les habían ayudado a ganar — y una gran trayectoria comenzó en nuestro país. De repente hubo increíbles avances en la tecnología y en la ciencia, resultando en viajes al espacio, alunizajes, avances médicos y una buena racha económica. Estos fueron los frutos prósperos de una cultura construida por los valores de La Generación más Grande. Esta gente se había acostumbrado a sacrificarse por el esfuerzo de la guerra, y por ello, a una pareja no le resultaba tan difícil ahorrar dinero durante varios años para realizar un pago inicial para una casa.
Pero si una cultura está basada en valores débiles, ésta se vendrá abajo. Alemania Nazi estaba construida sobre una cultura dominante, de supremacía y de temor. Bajo Hitler, este país pudo construir una máquina poderosa de guerra en un corto tiempo, amenazando a Europa y a otros continentes. Sin embargo, en unos pocos años Alemania se deterioró hasta que se derrumbó en escombros destrozada por la guerra.
Estados Unidos también ha visto un colapso basado en su cultura en los últimos años. Sucedió en el mundo de los negocios. Yo tengo un amigo que trabajaba para una famosa compañía de inversiones en los ochentas y noventas. Esta fue una de las empresas más respetadas y más antiguas de los Estados Unidos; construida en décadas de servir al bienestar económico de las familias estadounidenses. Pero mi amigo vio como la cultura de la compañía fue cambiando cuando la codicia y una mentalidad de "tenerlo todo ahora" infectó a Wall Street. En 2008, cuando la burbuja inmobiliaria estalló, la compañía tuvo que despedir a miles de empleados — y lo hizo con tanta frialdad sin preocuparse por ellos. La compañía finalmente quedó bajo investigación del gobierno.
Cada generación de cristianos debe de examinarse para discernir si su misión y sus acciones honran a Dios. Nosotros debemos preguntarnos continuamente, "¿Todavía seguimos sirviendo al Señor y a nuestro prójimo con fidelidad y con sacrificio? ¿O hemos caído en la mentalidad de solo "bendíceme"? Cristo sabía exactamente dónde estaba el corazón de las personas cuando empezaron a seguirle. Por esta razón los desafió, "Ustedes quieren estar conmigo porque los alimenté, no porque hayan entendido las señales milagrosas" (Juan 6:26). ¿Porque Dios se refiere a "señales milagrosas" aquí? Piense en lo que hace una señal. Señala algo. Apunta a algo; no a sí misma. Cuando una señal de tráfico dice, "60 millas hacia Denver", nosotros sabemos que todavía no estamos en Denver pero vamos en camino. De la misma manera, Jesús les estaba haciendo saber que los panes y los pescados no eran el punto. Estos revelaban el amor cuidadoso del Padre. Sus milagros son señales de su cuidado para con nosotros.
La respuesta de las multitudes reveló sus corazones. "Ellos respondieron... las Escrituras dicen, 'Moisés les dio pan del cielo para comer (6:30-31). Ellos estaban utilizando el ejemplo de Moisés en contra de Jesús. Estaban presionándolo, como un niño cuando va a cada uno de sus padres para tratar de obtener algo que él desea. ¿Buscamos que Dios habite en nosotros? ¿O solamente buscamos su provisión? Seamos honestos, muchas veces cuando oramos queremos una respuesta ahora, hoy mismo, en la misma hora. Esta es una característica desafortunada de nuestro mundo, una cultura de “lo quiero todo ahora”. En un sentido espiritual, nosotros carecemos de un gran valor que fue muy querido por La Gran Generación: saber que por fe eventualmente veremos grandes bendiciones.
Para el Cristiano, conocer de Dios no se trata de ser “bendecido ahora”. El Señor no se inclinará a nuestras lujurias para darnos todo lo que queramos, cuando lo pidamos. Su deseo es tener una relación con nosotros— una relación contínua y duradera que produzca un fruto perdurable. Así que sus bendiciones no son el objetivo de la relación; sino que son señales de su fidelidad y compasión. Los milagros de Cristo eran evidencias de esas hermosas características.
Pero para las multitudes en el tiempo de Cristo, una relación no era suficiente. “Ellos respondieron, ´nosotros también queremos practicar las obras de Dios. ¿Qué debemos hacer?´” (6:28). Puede que esto suene como una ambición piadosa, pero detrás de esta había un deseo de autonomía. Ellos no estaban buscando el poder de Dios para servir a los pobres, discapacitados y hambrientos. Ellos estaban pensando en sí mismos. Esto se comprueba en los próximos versículos cuando le demandan a Jesús, “Danos siempre este pan” (6:34). Jesús se estaba comunicando con ellos claramente, “Dios no es su máquina expendedora personal.”
¿Cual era la raíz de esta mentalidad de “yo primero”? Yo creo que muchos cristianos hoy en día se hacen esta misma pregunta: “¿Es Dios realmente bueno?”
Esta gente no creía esto de Dios. Las multitudes le dieron la espalda a Jesús en ese preciso momento. “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (San Juan 6:66).
Yo predico la bondad de Dios, su fidelidad y su deseo de bendecirnos. Y yo me regocijo cuando alguien habla a nuestra oficina para decirnos “¡Gracias a Dios, este mes puedo pagar mi renta!” Sin embargo, Dios no deja de ser bueno cuando esta misma persona tiene que rentar un camión de mudanza porque ya no puede pagar su apartamento. Dios nunca deja de ser bueno, sin importar lo que pase.
Es por esto que en nuestros momentos de prueba, pueda ser que escuchemos su voz susurrar, “Veo tu necesidad y tu angustia. ¿Confías en mí? ¿O estás enojado conmigo? ¿Me amas? ¿Y sabes que yo te amo?” A veces cuando él demora una bendición, él nos está preguntando algo muy importante: “¿Tú me sigues por lo que puedes conseguir de mí, o porque tú me amas y sabes que yo te amo?” A menudo Dios quiere enseñarnos lo que hay en nuestros corazones para que podamos crecer en esta relación tan querida.
Nuestras pruebas también revelan que cultura reina en nuestros corazones. El desafío de Jesús hacia la gente aquí demuestra que ellos estaban sumidos en una cultura de quejas. Él les dijo, en el versículo 43, “Dejen de quejarse acerca de lo que les dije.” Una cultura de quejas siempre amarga las relaciones. Es por esto que le preguntó a su círculo más cercano de discípulos, “¿Acaso esto les ofende? ¿Entonces qué pensarán cuando miren al Hijo del Hombre ascender al cielo otra vez?” Él estaba diciendo, “Ustedes pelean por pan y pescado. ¿Cómo no se van a quejar más cuando los deje en cuerpo?”
Ya que las multitudes empezaron a alejarse, Cristo les preguntó a los doce, “¿También ustedes se marcharán?” (San Juan 6:67). Esta es una pregunta para todo cristiano que está sufriendo hoy en día — todos aquellos cuya oración no ha sido respondida en la forma que han querido; cuyo matrimonio está al borde del precipicio; cuya sanación física no ha llegado; que están luchando por su vida — en otras palabras, todos los que están decepcionados con Dios. En esos momentos, todos somos tentados a dejar de orar y a alejarnos.
El pasaje en San Juan 6 contiene la respuesta que Jesús nos da a nosotros. Cuando habla de “ascender al cielo de nuevo” (6:62), él nos está diciendo, “Ustedes deben gloriarse en mi nombre. Todo los ángeles en la creación se arrodillarán ante mí y clamarán día y noche, ‘Santo, santo, santo.’ Sabiendo esto, no se dejen atrapar por panes o pescados. El Padre, quien reina en toda la creación, mira cada una de tus necesidades. Él tiene tu futuro en sus manos.”
Pedro parecía comprender esta gran verdad. El respondió, “¿Señor, a quien más iremos? Tú tienes las palabras que dan vida eterna. Nosotros creemos, y nosotros sabemos que tú eres el Santo de Dios (6:68-69). Qué momento para los discípulos — y para nosotros hoy en día. Nuestro compromiso de fe no está basado en lo que Dios pueda darnos; está basado en nuestra relación con él, y quien sabemos que es: compasivo, misericordioso y fiel.
Lo mejor de todo; no depende de nuestro desempeño sino de su fidelidad. Él nos ha llamado a servirle, y por lo tanto el será fiel para mantenernos en pie. Amigo, aférrate a tu fe. Tu Padre celestial nunca duerme; él está continuamente trabajando por ti, aunque no puedas ver aún el final de tu periodo de prueba. Tú puedes estar seguro que él lo hará. ¡Amén!