Aborrecidos a Causa de la Misión de Cristo
Jesús le dice a la iglesia: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:10-12).
¿Por qué el mundo odia a la verdadera iglesia, a sus pastores y feligreses? Un verdadero cristiano es amoroso, pacífico, perdonador y cariñoso. Aquellos que obedecen las palabras de Jesús son abnegados, mansos y bondadosos.
La sabiduría común nos dice que no es natural odiar a quienes te aman, te bendicen y oran por ti. Entonces, ¿por qué se odia tanto a los cristianos? Jesús dice simplemente: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros… Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15:18, 20).
La iglesia, los ministros y los creyentes son odiados a causa de su misión, la cual es mucho más que decirle a la gente perdida: “Jesús te ama”. Puede que retrocedas de sorpresa cuando te recuerden cuál es nuestra misión. En pocas palabras, como cristianos debemos quitarles a los impíos, lo que es más precioso para ellos: la justicia propia. Es trasladarlos a una libertad que ellos creen que es esclavitud.
Jesús dijo: “yo os elegí del mundo” (Juan 15:19). Esto golpea en el corazón mismo de por qué somos aborrecidos. Cuando fuimos salvos, “salimos del mundo” y aceptamos nuestra misión de insistir en que otros también “salgan del mundo”.
“No sois del mundo… por eso el mundo os aborrece” (15:19). Cristo está diciendo, en esencia, “El mundo los odia porque yo los llamé para salir de su condición. Y eso significa que los llamé a salir de su compañerismo. Sin embargo, no sólo los llamé, luego los envié a llamar a todos los demás”.
Sin embargo, esta es una palabra de aliento. Aunque el mundo odia y persigue a los verdaderos discípulos de Cristo, encontramos un amor creciente y un afecto piadoso entre los miembros de su iglesia. De hecho, a medida que el mundo que nos rodea se vuelve cada vez más caótico, el increíble amor de nuestros hermanos en la fe se vuelve más precioso.
Como dijo Cristo: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado” (Juan 13:34).