Abrazando el Dolor y la Pasión Santa
Puedes notar en tu propia vida cuando el Espíritu Santo quiere traerte una mayor medida de sí mismo, un mayor bautismo de su poder, que a menudo encuentras estos momentos acompañados de lágrimas. Nunca te avergüences de las lágrimas. Nunca te avergüences de llorar. Nunca intentes alejarte de las emociones que surgen cuando Dios comienza a moverse en tu vida. Él quiere conmover no sólo tu mente sino también tu corazón y llevarte a un lugar de lágrimas también.
Esto lo confirma el apóstol Pablo: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo” (Filipenses 3:17-18). El Espíritu Santo estaba en Pablo y en sus oraciones por la iglesia, pero ¿de qué estaba hablando aquí? ¿Por qué enfatiza: “Les voy a decir ahora, llorando, que algunos son enemigos de la cruz”?
La razón por la que les está diciendo esto tan enfáticamente no es porque alguien allá afuera, en el ancho mundo sea un enemigo de la cruz, sino que el diablo está tratando de obrar dentro del cuerpo de Cristo, en la iglesia misma, para hacernos enemigos de la cruz.
¿Significa esto que repentinamente podrías convertirte en un ateo? No.
Sin embargo, ser tibio se convierte en un estilo de vida con demasiada facilidad. ¿Recuerda lo que escribe Juan en Apocalipsis? “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:15-17). Esto es a lo que yo creo que Pablo alude en Filipenses.
¿Podrías seguir viviendo en apatía y no estar preocupado al respecto? ¿Podrías seguir comprometido con una vida pecaminosa y que tu corazón no esté quebrantado al por ello?
¡Oh, iglesia, es hora de que nos postremos delante del Señor y clamemos por su misericordia para nosotros y esta generación! “En los días de su carne, Jesús ofreció oraciones y súplicas, con gran clamor y lágrimas, al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverencia” (Hebreos 5:7). Necesitamos orar por pasión, dolor santo y fervor en estos últimos días.