Abrazando la Gloriosa Voluntad de Dios
Todo verdadero seguidor de Jesucristo dice que quiere hacer la voluntad de Dios, pero la mayoría de los cristianos piensa en la voluntad de Dios como algo que se les impone, algo desagradable y difícil que se ven obligados a hacer. Se imaginan a Dios exigiendo que cedan ante un conjunto de reglas y condiciones difíciles: “¡Hazlo a mi manera o estarás solo!" ¡Qué equivocados están!
Cuando un creyente conoce la gloria de hacer la voluntad perfecta del Señor, él la abraza con gozo y esperanza. Abrazar significa “contener, como en tus brazos” como una expresión de amor y afecto. La voluntad de Dios no es sólo para ministros o santos profundamente espirituales, sino para todos sus hijos. El Nuevo Testamento nos exhorta: “[Dios] os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él” (Hebreos 13:21). Dios desea que entres en su plan y lo hagas hoy.
Los primeros apóstoles tenían un deseo para todas las iglesias: que cada miembro conociera la perfecta voluntad de Dios y la abrazara. Pablo escribió sobre un hermano llamado Epafras, “el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Colosenses 4:12). Epafras sabía que Dios tenía una voluntad perfecta para todos en la congregación y que si ellos entraban en ella, encontrarían gozo y sus necesidades serían saciadas.
Cristo dijo a sus discípulos: “No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Juan 5:30). “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (6:38).
Nunca hubo un momento en la vida de Jesús en el que él no fuera consciente de que su propósito en la tierra era hacer la voluntad del Padre. Y esto también debería ser cierto para ti. Una vez que abrazas la voluntad de Dios, sucede algo increíble: ¡Jesús se manifiesta a ti de nuevas maneras!