Abrazando la Gracia de Jesús
Existe un error común de interpretación acerca de las famosas palabras de Jesús en Juan sobre las ovejas, el pastor y el ladrón. “De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador”.
“De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:1, 7-10).
Ahora bien, normalmente, si consideramos al ladrón, pensamos que eso significa que él nos va a tentar, a llenar nuestros corazones con lujuria, codicia, ira y contienda. Sin embargo, si consideramos el contexto, eso no es exactamente lo que dice este pasaje. En el capítulo nueve de Juan, Jesús acababa de sanar a un ciego en el templo y, los líderes religiosos, todas las personas que intentaban entrar en el reino de los cielos a través de una manera religiosa y de guardar reglas, decían que la obra de Jesús era de el diablo y no de Dios. Realmente no les gustó que Cristo dijera que él era el camino, el único camino, a Dios.
Hay una forma de volver a la vida abundante. Si has estado dando vueltas y quieres volver a la libertad que tenías en Cristo, eso es algo peligroso en la mente del diablo.
Puedes estar confundido, sentirte culpable o condenado y que no estás viviendo en la victoria que Cristo nos ha dado. Ahí es cuando llega el ladrón y dice: “¿Quieres volver? Te ayudaré a volver, y así es como. Encontraremos otra forma de entrar. Encontraremos algún sistema religioso, algo en guardar la ley, algunas obras de la carne para que puedas regresar con tus propias fuerzas”.
Eso nos matará, nos robará y nos destruirá. Cristo es el único camino, nuestra única gracia salvadora y debemos abrazar esa poderosa verdad.