Alineando Nuestra Realidad Presente Con el Cielo
Se nos dice que Cristo mismo nos ha llevado a una posición celestial con él. Sin embargo, si eso es así, entonces muchos cristianos están viviendo muy por debajo de las promesas que Dios ha provisto. Piensa en esto: si realmente estamos viviendo en Cristo, sentados con él en el salón del trono del cielo, ¿cómo podría un creyente seguir esclavizado a su carne? Se nos ha dado un puesto en él por una razón. Pero muchos en el cuerpo de Cristo no se han apropiado de él.
Pablo dice: “La cual [Dios] operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1:20-22).
La mayoría de los cristianos no tienen ninguna dificultad para creer que Cristo está ahí. Predicamos: “Jesús está incluso ahora en el trono. Él está por encima de todos los principados y potestades, mucho más allá del alcance de Satanás”. Sin embargo, nos resulta difícil aceptar la siguiente verdad: “[Dios] juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (2:6). Podemos creer que Cristo ya está en la posición celestial, sentado con el Padre. Pero no podemos aceptar que nosotros también estemos sentados allí, en el mismo salón del trono. Sin embargo, el mismo Jesús ya nos dijo: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).
Para muchos, esto suena como una fantasía, una ilusión teológica: “¿Quieres decir que no tengo que vivir mi vida siendo caliente y frio, estando arriba y abajo? ¿Puedo mantener intacta mi intimidad con Cristo?”
¡Si, absolutamente! Pablo declara: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3). Nota que Pablo dice que todas las bendiciones espirituales se otorgan en el salón del trono. Allí tenemos todas las riquezas de Cristo: perseverancia, fuerza, reposo, mucha paz.
Pablo lo deja muy claro: para que las bendiciones de Cristo fluyan a través de nosotros, ¡debemos estar sentados con Cristo en el salón del trono del cielo! El único camino a la vida del trono es por medio de un sacrificio vivo: “Presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1).