Andando en el Espíritu
El apóstol Pablo dijo: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Él también dijo: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (5:25).
Andar en el Espíritu es simplemente permitir que el Espíritu Santo haga en nosotros lo que Dios le envió a hacer. Jesús dijo del Padre: “Os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16-17).
Romanos 8:26 describe una de las obras más poderosas del Espíritu Santo en el corazón del creyente: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. La palabra hebrea para gemir significa un anhelo, añorar más de Cristo. Este anhelo dice: “Jesús, tú eres la única felicidad que hay en este mundo. Camina conmigo y toma el control”.
El Espíritu Santo nos fue enviado como un regalo de Dios para sellar, santificar, darnos poder, prepararnos y llevarnos a casa como una novia preparada para Cristo. Él es nuestro guía, nuestro consolador, nuestra fuerza en tiempos de necesidad y él utiliza cada acto de liberación, cada toque, cada manifestación de sí mismo en nosotros, para hacernos más adecuados como novia.
El Espíritu Santo no viene para entretener o hacer señales y maravillas sólo para emocionarnos o hacernos sentir bien. No, él quiere alejarnos de este mundo, convencernos de pecado de todo lo que nos pueda manchar y apartar nuestros ojos de todo, excepto de Jesús. Él quiere crear en nosotros un anhelo por la pronta aparición de Jesús y adornarnos con los adornos de un deseo apasionado de estar con él como su novia.
Si realmente amas a Jesús, él nunca estará fuera de tu mente. ¡Y tú eres más precioso para él de lo que puedas imaginar!