ANTES DE QUE FUERAS FORMADO, DIOS TE CONOCIÓ
De acuerdo a Jesús, a los ojos de Dios, Cristo y su Iglesia son uno. Pablo ilustra esto con la analogía de un cuerpo humano. Él dice que Cristo es la cabeza y nosotros somos su cuerpo, hueso de su hueso, carne de su carne. “[Dios] sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22-23). “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5:30).
La implicación aquí es que cuando el Padre amó a Jesús antes de la eternidad, él también nos amó a nosotros. De hecho, cuando el hombre era sólo un pensamiento en la mente eterna de Dios, el Señor ya estaba contando nuestras partes y planificando nuestra redención: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4).
En los Salmos, David escribe que él fue amado por Dios mientras estaba en el vientre. “Tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios” (Salmos 22:9-10).
“Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Salmos 139:16). En esencia, David está diciendo: “Incluso antes de haber sido formado, tú me conocías, Señor. Tú tenías todas mis partes marcadas de antemano”.
Dios te amó antes de que el mundo comenzara y no hay final para ese amor. “Nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él” (1 Juan 4:16). Si permanecemos en Dios, podemos esperar que su amor se renueve en nosotros, cada día. ¡Qué maravilloso pensamiento! Incluso cuando estás en algún tipo de crisis, puedes saber que a través de todo esto, el Padre todavía te está amando.