Apartados por Jesús
El apóstol Pablo nos instruye: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27). Luego dice más específicamente: “Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos” (12:14).
Pablo nos está diciendo: “Echa un vistazo a tu propio cuerpo. Tienes manos, pies, ojos, oídos. No eres sólo un cerebro aislado, desapegado de los demás miembros. Bueno, es lo mismo con Cristo. Él no es sólo la cabeza. Él tiene un cuerpo y nosotros somos sus miembros”.
Pablo enfatiza este punto, diciendo: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:16-17). En pocas palabras, todos somos alimentados con el mismo alimento: Cristo, el maná del cielo. “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (Juan 6:33).
Jesús hablaba a menudo a sus discípulos en parábolas y cada parábola contenía una verdad oculta de Dios. Estos secretos han sido compartidos por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo desde antes de la creación: “Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo 13:35). Jesús testifica que estas verdades ocultas se revelan sólo a aquellos que se toman el tiempo para buscarlas.
Jesús declaró: “Yo soy el pan de vida… Yo soy el pan vivo que descendió del cielo… el que me come, él también vivirá por mí” (Juan 6:35, 51, 57). La imagen del pan aquí es importante. Nuestro Señor nos está diciendo: “Si vienes a mí, serás nutrido. Estarás apegado a mí, como miembro de mi cuerpo. Por lo tanto, recibirás fuerza del fluir de vida que hay en mí”. De hecho, cada miembro de su cuerpo obtiene fuerzas de una sola fuente: Cristo, la cabeza. Todo lo que necesitamos para llevar una vida vencedora fluye hacia nosotros de él.
Este pan es lo que nos distingue como miembros de su cuerpo. Estamos separados del resto de la humanidad porque comemos de un solo pan: Jesucristo. “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:17).