Aprendiendo a Domar la Lengua
Las palabras que hablamos reflejan lo que hay en nuestros corazones. “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Tu lengua habla sólo lo que hay en tu corazón.
¿Recuerdas cuando dijiste algo malo cuando eras niño? Tu madre se apresuró a corregirte y quizás a disciplinarte de alguna manera, ¿verdad? Pero ahora que eres adulto, debes tomar en serio la advertencia de la Escritura de que debemos domar nuestra lengua. “Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (Santiago 3:8).
Como cristianos, debemos enfrentar el hecho indiscutible de que el corazón es impuro, contaminado y, a menudo, hablamos cosas impías. “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:35-37).
Esas son las palabras de Jesús y debemos tomarlas en serio. Cualquiera que quiera vivir agradando al Señor debe entrar constantemente a su presencia hasta que obtenga una visión de la santidad de Dios. Toda sanidad, todas las verdaderas bendiciones, todas las victorias comienzan en su trono, que es donde vemos a Dios en su santidad.
El secreto de la victoria sobre cualquier cosa en tu vida es la cercanía a Jesús, la intimidad con él, ¡conocerlo! Acercarte a su presencia revelará lo que hay en tu corazón. Si chismoseas o permites que cosas desagradables salgan de tu boca, ve al Señor y pídele que te ayude y pídele al Espíritu Santo que te traiga convicción de pecado cada vez que comiences a decir algo sin cuidado, sin pensarlo o desagradable.
Que la oración de tu corazón sea: “Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh Señor, mi roca y mi redentor” (Salmos 19:14, NTV).