Aprendiendo a Perdonar a los Demás
Pablo y Bernabé fueron parte del primer equipo misionero en salir. Estos dos hombres experimentaron juntos un ministerio poderoso y fructífero hasta que ocurrió un fuerte desacuerdo que los moldearía a ambos para su futuro.
Después de la dramática conversión de Pablo en el camino a Damasco, él predicaba a Cristo en las sinagogas y la gente quedaba asombrada (ver Hechos 9:20-21). Pero cuando fue a Jerusalén y “trataba de juntarse con los discípulos…todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo” (9:26). Pablo había matado a cristianos antes de su conversión y algunos creyentes pensaron que podría estar fingiendo. Pero Dios había colocado estratégicamente a un piadoso hombre experimentado llamado Bernabé en el camino de Pablo: “Bernabé, tomándole [a Saulo], lo trajo a los apóstoles… y estaba con ellos en Jerusalén” (9:27-28). Entonces, al parecer, si no hubiera sido por Bernabé, tal vez no habría existido un apóstol Pablo.
Un desacuerdo entre Pablo y Bernabé ocurrió cuando Pablo quería volver a visitar las ciudades donde habían ministrado en sus viajes misioneros. Al parecer era una buena idea, pero los dos no pudieron ponerse de acuerdo sobre quién los acompañaría y “hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro” (15:39). Estos hermanos en Cristo se separaron y no escuchamos nada más sobre Bernabé hasta seis años después (ver Gálatas 2:13); y la referencia a él no es irrelevante. Sólo podemos imaginar algo asentado en su espíritu que lo hizo alejarse de su vocación original. Tal vez tenía expectativas poco realistas o guardaba algun rencor que causó una herida paralizante en su espíritu. Fuera lo que fuera, Bernabé terminó en un lugar realmente malo.
Es posible que ocasionalmente tengas un fuerte desacuerdo con alguien en tu vida, pero Pablo dijo: “Si estás enojado, no peques albergando tu rencor. No dejes que el sol se ponga sin lidiar con tu enojo o le darás un punto de apoyo al diablo” (ver Efesios 4:26-27).
Lo único que realmente sana las heridas es el perdón. Ya sea que tú seas el ofensor o el ofendido, la sangre de Jesús cubre el pecado. ¡Qué maravilloso es saber que el Señor es rápido en perdonar y que obrará en nosotros si lo permitimos!
El pastor Tim pastoreó durante 30 años en Detroit y luego en la ciudad de Nueva York en el Tabernáculo de Brooklyn por cinco años. En la actualidad, él y su esposa Cindy pastorean en Lafayette, estado de Luisiana.