Bendiciones Divinas
Las escrituras dan testimonio de que, por todo el mundo, existe hambre por una genuina gracia de Cristo. Lucas escribe que cuando Jesús predicó el Sermón del Monte, miles vinieron “para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades” (Lucas 6:17). Estas multitudes vinieron porque habían oído hablar de un hombre de gracia que los sanaría.
“Una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón” (6:17). Las multitudes adoloridas no viajaron esas distancias porque querían escuchar a un predicador instarlos a esforzarse más. Ellos ya estaban desgastados por el desánimo, la enfermedad y la desesperación debido a sus esfuerzos por seguir siendo piadosos. Muchos probablemente eran marginados, personas que fueron puestas a un lado por su condición quebrantada. Cualquiera que sea el caso, obedecer la ley no les había traído vida.
Para estos viajeros hambrientos, la reputación de la gracia de Jesús resultó ser cierta. No sólo predicaba la gracia, sino que la demostraba al sanarlos a todos: “Poder salía de él y sanaba a todos” (6:19). ¡Imagínate! De todos esos miles, ninguno fue a su casa sin haber sido sanado. Ninguna vida quebrantada quedó intacta; y ninguna de las almas presentes se fue sin haber sido afectada por la poderosa gracia de Jesucristo.
Según el relato de Lucas, Jesús prosiguió directamente, después esas sanidades, a presentar las bienaventuranzas: “Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis” (6:20-21). Otros relatos del evangelio incluyen bendiciones adicionales: los humildes heredarán la tierra; los puros de corazón verán a Dios; al misericordioso se le mostrará misericordia.
Jesús miró a la multitud y vio que ya eran pobres de espíritu, entonces, ¿qué hizo? ¡Habló bendiciones! Así como el Padre creó todo a partir del vacío de la oscuridad total, Jesús pronunció bendiciones divinas sobre los pecadores devastados, personas golpeadas por la vida.
Muchos cristianos creen que la gracia de Dios es demasiado buena para ser verdad, por lo que se aferran a su sentido de las obras. Pero la nueva vida que se nos ha dado, la vida de Cristo mismo, nos resucita para servirle en libertad, paz y gozo.