Caminando en el Espíritu
“Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu” (Gálatas 5:25). Aquí tenemos una simple instrucción del apóstol Pablo. Nos está diciendo en términos sencillos, “Si el Espíritu Santo está viviendo dentro de ti, dale control total de tu vida. Todos debemos ser guiados por el Espíritu.”
El Espíritu Santo fue enviado para ser nuestro guía constante e infalible, y habita en todos los que confiesan a Cristo como Señor y Salvador. El Espíritu reclama nuestros cuerpos como su lugar de domicilio, reinando en residencia en nuestros corazones.
La mayoría de los cristianos no tienen problema con aceptar que el Espíritu Santo los guía hacia Jesús. Y no tenemos ningún problema creyendo que el Espíritu está continuamente obrando dentro de nosotros, a cada momento. Casi todos nosotros le hemos llamado un sinnúmero de veces para consuelo durante nuestros tiempos de crisis. Le damos honor al Espíritu, predicamos sobre Él, enseñamos sobre sus dones y fruto. Le oramos a Él, le buscamos, le pedimos que rasgue los cielos y reviva a su iglesia. Y muchos cristianos han experimentado manifestaciones genuinas del Espíritu. Pero me parece que sabemos muy poco sobre lo que significa caminar en el Espíritu.
Si yo te preguntara que significa caminar en el Espíritu, ¿podrías describir lo que es? ¿Podrías explicarlo claramente a cualquiera que te preguntara?
Entendiendo la verdad acerca de caminar en el Espíritu podría liberar a muchos de la confusión, contiendas, pena, indecisión, hasta la lujuria de la carne. Así que, ¿cual es esta verdad? Pablo, la resume claramente: “También caminemos en el Espíritu” (Gálatas 5:25)
Hay solamente dos maneras para un cristiano; caminar: en la carne, o en el Espíritu.
La carne tiene su propia terca voluntad, y actúa como le place. Hace cualquier cosa que decida, luego le pide a Dios que bendiga esas decisiones. Se levanta y declara: “El Señor me dio una mente lucida y puedo hacer decisiones inteligentemente. No necesito esperarlo para dirección. Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos.”
Pero caminar en el Espíritu es lo opuesto. Rendimos nuestra voluntad al Espíritu Santo, y confiamos en su voz quieta y apacible para que nos dirija en todo. Ciertamente, el Espíritu Santo fue enviado para establecer el gobierno pleno de Cristo en nuestras vidas. La Biblia nos dice, “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre y él aprueba su camino.” (Salmo 37:23), y el Espíritu es quien hace este mandato u orden. Él desea guiar y dirigir cada uno de nuestros movimientos.
Sencillamente, hemos de caminar en total sumisión al Espíritu Santo, tal como Cristo camino en constante, absoluta sumisión al Padre.
Jesús testificó: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente, (Juan 5:19). “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió.” (5:30). “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió… yo vivo por el Padre.” (6:38, 57).
¿Cómo podemos pensar que no tenemos que depender del Padre para todas las cosas, cuando Cristo mismo dijo que lo hacía? Como amantes y seguidores de Jesús, ¿nos atrevemos a pensar que podemos hacer lo que nuestro Salvador y Señor no pudo hacer? Jesús esperó en el Padre, siempre buscando tener la mente de Dios.
Si somos honestos, admitiremos que el cielo es a menudo el último lugar que tornamos cuando necesitamos dirección. Casi siempre, corremos hacia los consejeros, o pasamos horas en el teléfono con nuestras amistades, buscando consejo: ¿Qué piensas? ¿Es una buena idea que yo vaya en esa dirección? ¿Crees que lo deba hacer? Tristemente, vamos al Espíritu Santo como ultima opción, si es que vamos a él alguna vez.
Por la noche, la nube sobre el tabernáculo en el desierto se convirtió en un pilar de fuego, un resplandor calido en un lugar oscuro: “Así era continuamente: la nube lo cubría de día, y de noche la apariencia de fuego.” (Números 9:16)
El pueblo de Israel siempre seguían a esta nube sobrenatural como quiera que los dirigía. Cuando se elevaba sobre el tabernáculo, la gente sacaba las estacas de sus tiendas y la seguían. Y dondequiera que la nube se detenía, la gente también se detenía y levantaban sus tiendas. Se movían o permanecían de acuerdo a su clara dirección.
“Al mandato de Jehová los hijos de Israel partían, y al mandato de Jehová acampaban; todos los días que la nube estaba sobre el Tabernáculo permanecían acampados. Cuando la nube se detenía sobre el Tabernáculo muchos días, entonces los hijos de Israel guardaban la ordenanza de Jehová y no partían.” (9:18-19).
Los israelitas eran cuidadosos de moverse solamente como la nube se movía, porque sabían que era la guía provista por el Señor. Podía moverse todos los días, o todas las semanas y entonces no otra vez por meses. Sin embargo, de día o de noche, la gente siempre se movía según los dirigía.
“Si la nube se detenía sobre el Tabernáculo dos días, un mes o un año, mientras la nube permanecía sobre él, los hijos de Israel seguían acampados y no se movían. Pero cuando ella se alzaba, ellos partían. Al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían. Así guardaban la ordenanza de Jehová,…” (9:22-23)
Esa nube en los tiempos del Antiguo Testamento eventualmente ascendió al cielo. Pero otra nube descendió del cielo siglos después, en el Aposento Alto en Jerusalén. El Espíritu Santo—el mismo Espíritu que se posaba sobre el tabernáculo en el desierto—bajó y se posaba sobre 120 adoradores quienes se habían reunido en el Aposento Alto después de la muerte de Jesús. Esta nube bajó aún más, hasta la misma habitación donde la gente estaba sentada, y permaneció sobre las cabezas de las personas como si fueran lenguas de fuego.
La palabra griega para “lenguas” significa “totalmente distribuida.” En resumen, esta nube de fuego se había dividido y se asentó sobre cada persona en el Aposento Alto. Luego las llamas poseyeron los cuerpos de las personas.
Hasta este punto, los seguidores de Jesús estaban “en el Espíritu,” con el Espíritu Santo viviendo dentro de ellos. Sin embargo una cosa es tener al Espíritu habitando dentro de ti, y otra cosa enteramente distinta es vivir en total sumisión al Espíritu. Puedes estar lleno del Espíritu Santo, pero eso no quiere decir que estas caminando en obediencia a su guía y permitiendo que seas gobernado por él.
Nosotros quienes amamos a Jesús hoy también tenemos una nube que seguir. Podremos estar llenos del Espíritu Santo—orando y cantando en el Espíritu, o experimentando manifestaciones del Espíritu—pero nosotros todavía nos tenemos que comprometer a tomar ordenes de él. Si no esperamos su dirección en todas las cosas, simplemente no estamos caminando en el Espíritu. La instrucción de Pablo hace esta distinción clara: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” (Gálatas 5:25)
Le he preguntando al Señor que me abra el significado de la frase de Pablo: “… andemos también por el Espíritu.” Al acercarme a este tema, oré, “Señor hazlo todo claro y entendible para mí.” Aquí esta como creo que el Espíritu me contestó: la llave dorada para entender nuestro caminar en el Espíritu no es complicada. No requiere ningún entrenamiento teológico. Es más, es tan simple que la mayoría de nosotros no puede verlo. Sin embargo, si podemos captar esta sola verdad, podemos entrar en una vida que esta libre de pena, llena de dirección asegurada, y marcada por perfecto reposo. El Espíritu recalcó en mi estas tres simples palabras: “¡Solo di que sí!”
Tan pronto como esta frase destelló dentro de mi conciencia, yo respondí, “Señor, eso es verdaderamente simple. ¿Pero que quiere decir?”
Todo regresa a un verso que Pablo escribió a los Gálatas. El apóstol audazmente declaró, “porque todas las promesas de Dios son en él «sí», y en él «Amén», por medio de nosotros, para la gloria de Dios. (2 Corintios 1:20). Según Pablo, caminando en el Espíritu comienza cuando damos un “sí divino” confiado e insoluble a todas las promesas de Dios. Quiere decir tener la confianza segura que el Señor cumplirá cada una de sus promesas en su libro a nosotros. Es decir, “Padre, he leído tus promesas, y le digo que sí a todas. Creo en tu palabra para mí.”
Considera la advertencia de Santiago: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor,” (Santiago 1:6-7)
Ahora sabemos que es un “sí divino.” Así que, ¿qué quiere decir Pablo por el “Amén” en el mismo verso? La palabra en si, significa literalmente, “Que así sea. Puedas confiar en ella.” En el contexto del pasaje, “Amen” quiere decir, “Yo creo en tu palabra para mi, Señor. Que así sea en mi vida.”
Considera estas promesas que Dios nos ha hecho y a ver si tu respuesta es “Sí y Amén”:
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El Señor te ha establecido, sellado, llenado y ungido con su Espíritu Santo. “Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado y nos ha dado, como garantía, el Espíritu en nuestros corazones.” (2 Corintios 1:21-22).
No puedes caminar en el Espíritu hasta que creas que estás lleno del Espíritu. Y la verdad es, el Espíritu Santo está con nosotros en todo tiempo, aún cuando hemos caído en el pecado. Es más, lo necesitamos tanto cuando hemos hecho el mal como cuando hemos hecho el bien.
Te pregunto: ¿las promesas en este pasaje son un “sí y amén “asentadas para ti? ¿Hay alguna posibilidad de un “quizás” en tu mente? Si todas las promesas del Señor son sí y amén, entonces deben ser así en nuestras vidas. Tenemos que determinar, “Si el Espíritu Santo vive en mí. Soy su templo santo. Por lo tanto, no importa como me sienta día a día. El Espíritu Santo vino sobre mi, me llenó y me ungió.”
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Jesús prometió que el Espíritu Santo “esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad… él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14:16-17, 26). En resumen, el Espíritu llena nuestras mentes con la verdad y nos guía a través de esa verdad. Así que, ¿has comprometido un “sí” divino a esta promesa? ¿Puedes decir “Amén, Señor, que sea así en mi vida”?
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Jesús prometió que el Espíritu será nuestra voz interior para guiarnos, para glorificar a Cristo dentro de nosotros, y enseñarnos las cosas por venir. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad,… y os hará saber las cosas que habrán de venir.” (16:13). ¿Estás todavía titubeando en cuanto si esta gran promesa pudiese ser cierta? ¿Parece demasiado bueno que el Espíritu quiera dirigir cada paso de tu vida? ¿O puedes decir, “Sí Señor, que así sea?”
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Dios ha prometido proveerte con dirección para todos tus caminos. “Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas.” (Proverbios 3:6). ¿Has aceptado Su dirección de tus idas y venidas—literalmente, cada paso de tu semana, tu día, este momento? ¿Te has comprometido totalmente a este tipo de caminar? ¿Es un sí y un amén para ti?
Te puedes preguntar como yo, “¿Qué tal sobre las protecciones en mi caminar? ¿Cómo puedo estar seguro que estoy escuchando la voz del Espíritu, y no otra?”
Primeramente, el Espíritu Santo no puede, y no, gobernará a ningún creyente que no este totalmente rendido a su voluntad. El Espíritu le habla a aquellos que están preparados para obedecer su voz. Y algo más me preocupó cuando estaba pensando sobre como allanar este tema vasto que es el caminar en el Espíritu. Si este caminar trata de total confianza en escuchar su voz y ser guiado por ella, ¿cómo podemos estar protegidos contra el engaño? ¿Cómo podemos saber si estamos escuchando la voz del Espíritu, y no la nuestra o la del diablo?
Estoy convencido que multitudes de cristianos han desarrollado dudas acerca de escuchar al Espíritu debido a malas experiencias en el pasado. Se preguntan, “¿Cómo puedo saber si es el Espíritu hablando esta vez? Creí que lo escuche claramente la ultima vez, pero resultó que no era él después de todo. Me sentí engañado. “Otros se han desanimado por las extrañas bufonadas de aquellos que van por ahí diciendo, “Dios me dijo.”
Este tema importante requiere otro enfático “Amén” confiando en la promesa de Dios por protección.
Pablo señala que tal confianza demanda un acto de fe “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.” (Efesios 6:16). Esta es una promesa del Señor que nos protegerá del engaño y el error.
La voz de Satanás constantemente nos grita todo tipo de acusaciones. Y la única manera de echar fuera estos dardos de fuego es volviéndonos a la promesa que Dios nos ha dado: que ninguna arma forjada contra nosotros prosperará. Las armas de Satanás incluyen: la condenación y las mentiras, y el Espirita Santo es fiel en exponerlas todas a nosotros. La voz del enemigo te urgiría a actuar impulsivamente, sin verificar la palabra de Dios. Pero cada palabra del Espíritu será confirmada por la Biblia.
Esto nos trae a la voz de nuestra carne. Como el enemigo de nuestras almas, la carne pide ser oída Siempre nos está urgiendo que esta bien calmar nuestros deseos de vez en cuando, que todo lo que necesitamos es un amigo que este de acuerdo con nosotros, y Dios bendecirá nuestras decisiones.
Sin embargo, aquí el Señor nos provee con otra promesa grande y preciosa. La Escritura dice que el Espíritu lucha dentro de nosotros contra todo lo que es de la carne: “porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí,” (Gálatas 5:17). Pablo esta diciendo que la batalla contra la carne no es para nosotros lucharla. Solamente el Espíritu Santo puede mortificar nuestra carne.
La voz del Espíritu Santo nos urgirá a llevar su palabra en oración y a confirmarla también en la palabra de Dios. Hemos recibido todas estas promesas de protección, para cualquier y cada situación. Y están disponibles para nosotros en cada conflicto que surja, no importa cuan pequeño o grande.
Siempre que la carne o el diablo viene como una inundación, el Espíritu Santo es siempre fiel en levantarse y destruir el ataque, si confiamos en él.
Hoy, una generación entera de cristianos esta haciendo decisiones sin consultar al Espíritu Santo. Muchos creyentes están actuando a causa del miedo o la desesperación, sin fe en las promesas de Dios. Ellos simplemente deciden lo que van a hacer por si mismos, basado en lo que piensan que es mejor.
¿Cuál es el resultado para esos creyentes? ¿Qué pasa cuando los siervos de Dios operan fuera del gobierno absoluto del Espíritu Santo—cuando preparan sus propios planes, rehusando someterse a la guía y dirección del Espíritu Santo? Revoltean nidos de abejas espirituales, trayendo no descanso sino pena, dolor y confusión.
Han habido muchas veces cuando no escuché la voz del Espíritu. Es más, puedo escribir un libro de todas las veces que corrí a hacer mi propia cosa, siguiendo mi propia dirección, y las cosas fueron terriblemente mal.
Sin embargo, he aprendido a través de los años a escuchar la voz queda y apacible del Espíritu Santo. Y me he determinado a decir “sí y amén” a Su gobierno absoluto en mi vida. Sé que me guiará en toda la verdad, que me guiará a donde el quiere que vaya, y que me mostrará cosas por venir las cuales el quiere que sepa. Sí, puedo testificar que tal vida es posible. Y, tal como Él me enseñó, solo digo sí. ¿Y tú lo harás?