Cara a Cara con Dios
La Biblia nos dice que Jacob recibió una revelación increíble a través de un encuentro cara a cara con Dios: “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Génesis 32:30). ¿Cuál fue la circunstancia que rodeó esta revelación? Fue el momento más bajo y aterrador de la vida de Jacob. En ese momento, Jacob estaba atrapado entre dos fuerzas poderosas: su suegro enojado, Labán, y su hermano separado, Esaú.
Jacob había trabajado durante veinte años para Labán, quien lo había engañado una y otra vez. Finalmente, Jacob había tenido suficiente, por lo que tomó a su familia y huyó sin decírselo a Labán.
Labán lo persiguió desde el oriente con un pequeño ejército, listo para matar a Jacob. Sólo cuando Dios le advirtió a Labán en un sueño que no le hiciera daño a Jacob, fue que este hombre dejó ir a su yerno. Sin embargo, tan pronto como Labán estuvo fuera de escena, Esaú vino del occidente. Él también dirigía un pequeño ejército de unos 400 hombres, aparentemente dispuesto a matar a su hermano por robarle su primogenitura.
Jacob enfrentó la calamidad total, convencido de que estaba a punto de perderlo todo. La situación parecía no tener esperanza; sin embargo, en esa hora oscura, Jacob tuvo un encuentro con Dios como nunca antes. Él luchó con un ángel que los teólogos creen que era el mismo Señor.
Ahora, piensa en Job. En la hora más oscura de Job, Dios se le apareció en un torbellino y el Señor le dio a este hombre una de las mayores revelaciones sobre sí mismo jamás otorgadas a un ser humano.
Dios describió los misterios del mundo natural desde el cosmos hasta las profundidades del mar. Él señaló los secretos de la creación. A Job se le mostró la absoluta gloria y majestad de Dios; y él salió de esa experiencia alabando a Dios, diciendo: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti… Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía… De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:2-3, 5).
Algo maravilloso sucede cuando simplemente confiamos en nuestro Señor. La paz viene sobre nosotros y nos permite decir: “No importa en qué acabe esta terrible experiencia. Mi Dios tiene todo bajo control. Yo no tengo nada que temer”.