CERRANDO NUESTROS OJOS A LOS NECESITADOS
Cuando el Señor toca a alguien y éste se pone de rodillas, entra en intimidad con Cristo. Entra en un lugar de descanso y comienza a ministrar a Cristo con una nueva pasión y un mayor amor.
Este siervo también se da cuenta del Día del Juicio venidero, cuando sabe que Dios le hará una gran pregunta: “¿Cómo retrataste a Cristo a un mundo perdido?”
Este es el único criterio de cómo seremos juzgados en aquel día. No importa si hemos estado encerrados con Dios como Moisés, si hemos recibido grandes revelaciones como Daniel, si hemos sido santificados como Pablo o si hemos predicado osadamente como Pedro. Todos serán juzgados por este único criterio: ¿Cómo expresó tu vida quién y cómo es Jesús?
Uno de los últimos mensajes que Jesús habló a sus discípulos antes de su crucifixión se encuentra en Mateo 25. Las palabras de Cristo les dieron una nueva actitud de amor y de preocupación por los pobres y este mismo mensaje me llevó a hacer cambios en mi vida y en mi ministerio. Ese pasaje de la Escritura es:
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:34-36).
Por supuesto, nadie puede ser salvo sólo por las buenas obras, pero se nos juzgará si vivimos sólo para nosotros y cerramos los ojos ante las necesidades de los pobres y los indefensos. El Señor no espera que lo hagas todo, pero espera que estés personalmente comprometido con la participación práctica en al menos un área de necesidad. Cuando tengas el deseo de obedecer su mandato, el Espíritu Santo te mostrará el camino.