COMO SE MIDE LA GRANDEZA
Juan el Bautista no se permitió desviar la atención de vivir una vida de grandes consecuencias.
El evangelio de Juan nos dice, «Se entabló entonces una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos en torno a los ritos de purificación. Aquéllos fueron a ver a Juan y le dijeron: —Rabí, fíjate, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, y de quien tú diste testimonio, ahora está bautizando, y todos acuden a él» (Juan 3:25-26 NVI). Los seguidores de Juan hablaban de Jesús. Evidentemente tenían preocupaciones teológicas acerca de él. A lo mejor habían oído de su milagro en Caná y creían que manejó mal el asunto de los cántaros de agua.
Juan no iba a dejarse distraer por el debate. Sabía que había algo más importante en juego que puntos de fricción doctrinales. Él contestó, «—Nadie puede recibir nada a menos que Dios se lo conceda —les respondió Juan—» (Juan 3:27 NVI). En otras palabras, ¿«podría alguien hacer un milagro como éste si no hubiera sido enviado por Dios? Ese tipo de poder viene solamente del cielo».
Lo que dice después es poderoso: «Ustedes me son testigos de que dije: ‘Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él’,…A él le toca crecer, y a mí menguar» (Juan 3:28,30 NVI). El enfoque de la vida de Juan era claro: Su santo llamado estaba centrado completamente en Jesús. Por esa razón Juan el bautista fue conocido como un gran hombre.
El problema para muchos de nosotros hoy en día, en nuestra cultura impulsada por el éxito, es que buscamos grandes cosas para nosotros mismos. Ministros, bien intencionados, buscan promover un seguimiento en Twitter. Los cristianos quieren ser oídos aunque sea por quince segundos de estupidez en YouTube. Tal vez podemos tratar de convencernos de que estamos persiguiendo asuntos para Dios pero, ¿es Jesús nuestro enfoque en verdad? Sin un examen riguroso de nuestros corazones, no podremos ser capaces de discernir si estamos agradando a nuestro Maestro o solo estamos siguiendo un anhelo interior de ser validados.
El profeta Jeremías respondió a esa pregunta directamente: ¿«y tú buscas para ti grandezas? ¡No las busques!, porque he aquí que yo traigo mal sobre todo ser viviente, ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en cualquier lugar adonde vayas» (Jeremías 45:5 RVR1995). Jeremías hace claro que Dios mide la grandeza de forma muy diferente a como lo hace el mundo. Nota bien que él no está diciendo, ¡«no trates de ser grande!
Recibirás más puntos espirituales por mostrar falsa humildad». No, más bien, tal como Jesús mismo lo dice, la grandeza se mide por cómo sirves a otros.