Como Se Ve Amar a Un Enemigo
“Amad, pues, a vuestros enemigos… no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande… Él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso… Perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará… porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:35-38).
Según Jesús, un enemigo es alguien que te ha maldecido, odiado o perseguido (ver Mateo 5:44). De acuerdo a su definición, tenemos enemigos no sólo en el mundo, sino a veces en la iglesia. Pablo dijo: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros” (Colosenses 3:12-13).
Soportar (tolerar) y perdonar son dos cuestiones diferentes. Tolerar significa cesar en todos los actos y pensamientos de venganza. Es decir: “No tomes el asunto en tus propias manos. En cambio, soporta el dolor. Deja el asunto y déjalo en paz”.
Además de ser tolerante, debemos perdonar de corazón. Esto abarca otros dos mandamientos: amar a tus enemigos y orar por ellos. Jesús nunca dijo que la obra de perdonar sería fácil. Cuando él ordenó: “Ama a tus enemigos”, la palabra griega para “amor” no significa afecto sino “comprensión moral”. En pocas palabras, perdonar a alguien no es cuestión de agitar el afecto humano; más bien, significa tomar la decisión de eliminar el odio de nuestro corazón.
Cuando Saúl perseguía a David con la intención de matarlo, David tuvo la oportunidad de vengarse fácilmente cuando encontró a su perseguidor dormido en una cueva en la que el mismo David se escondía. Los hombres de David lo alentaron: “¡Esto es obra de Dios! Él ha entregado a Saúl en tus manos, así que mátalo ahora y véngate”. Pero David no quiso; en cambio, cortó un trozo de la prenda de Saúl para poder probar más tarde que pudo haberlo matado.
Tales acciones sabias son la manera en que Dios avergüenza a nuestros enemigos. Este fue el caso cuando David le mostró a Saúl la pieza de su manto. “Y dijo [Saúl] a David: Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal” (1 Samuel 24:17). Debido a las acciones de David, el amargo corazón de Saúl hacia él se derritió.
Ese es el poder del perdón: avergüenza a los enemigos de odio, porque el corazón humano no puede comprender una respuesta tan puramente amorosa.