Con Dios nada es imposible

Conozco a cierto joven que vive en un constante miedo y aprensión. Estos terribles sentimientos le comenzaron el día que se apartó del Señor.

Este joven había sido gloriosamente salvo y lleno del Espíritu de Dios. Él había testificado del poder de la gracia de Dios en su vida. Y había sido un testigo efectivo del evangelio. Aconsejó a muchas personas en su iglesia, ministrándoles el amor de Cristo para ellos. Entonces, un día, así de repente, dijo "Ya me cansé. No quiero más esta vida."

Le dijo a todo el mundo que ya estaba harto de los cristianos. Y estaba enojado con Dios por no haber contestado sus oraciones. Le dijo a su pastor: "Todo lo que predicas me provoca culpabilidad. Deseo disfrutar la vida. Tú sabes, darme unos tragos, disfrutar unos buenos ratos, festejar de vez en cuando. No iré muy lejos. Tan sólo quiero un poco de diversión." Así que abandonó su fe.

Por favor, nota, este joven no era un pagano, espiritualmente ciego. Él tenía una base bíblica fuerte. Había sido equipado con la verdad del evangelio. Había permitido que el Espíritu le moviera y le diera convicción. Y había experimentado el gozo de servir al Señor.

Pero hoy, este mismo joven es exactamente lo opuesto a un cristiano. Ha caído profunda y completamente en pecado. Él lleva una dolorosa tristeza en su corazón que ha tratado de ahogar con la bebida. Él festeja para encontrar gozo, pero eso tan sólo le deja vacío. Él tiene relaciones sexuales con diferentes mujeres, pero después se siente más solo y desesperado que antes.

Este, que en otro tiempo fue un cristiano vibrante, ahora va en una espiral hacia abajo, y él lo sabe. Lentamente se está convirtiendo en un alcohólico. Llora cuando piensa en lo que se ha convertido su vida. Y tiene un miedo terrible de que Dios le haya abandonado. Está convencido que ya cruzó la línea y que nunca podrá regresar. La última vez que hablé con él, dijo: "He consumido todas mis bendiciones en el pecado. Ahora no puedo evitar pensar que he agotado toda esperanza." Se ve a sí mismo tan lejos, tan atrapado por el pecado, incapaz de volver a Dios.

En una ocasión, me escribió una carta diciendo que era perseguido por todos los sermones que había escuchado. Se vio a sí mismo en la advertencia de Pablo: "No sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado." (I Corintios 9:27).

Finalmente, en total desesperación, él decidió volver a la iglesia por última vez, en búsqueda de esperanza. Sin embargo, el sermón que escuchó ese día le conmovió sus entrañas. Era basado en Hebreos 6:4-6: "Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo. Y asimismo gustaron la buena palabra de Dios, y las virtudes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios, y exponiéndole a vituperio."

En la mente de este joven, esta descripción le encajaba perfectamente. Él había sido iluminado por la Palabra de Dios. Había gustado del don celestial del perdón. Había experimentado el toque del Espíritu Santo. Pero ahora, razonó: "He puesto el nombre de Jesús en vergüenza. Mi vida de pecado le crucifica todos los días." Estas palabras siguieron resonando en sus oídos: "Es imposible que estas personas que cayeron sean renovadas."

Ese sermón apagó su último rayo de esperanza. Ahora, mientras salía por las puertas de la iglesia, se sintió condenado al castigo eterno. No podía argumentar con las Escrituras. Él creyó que estaba destinado a vivir el resto de sus días en la miseria y sin esperanza.

Hoy, miles de personas que una vez fueron fieles creyentes han caído en la misma condición de este joven. Un día se alejaron de Dios, pecaron groseramente y cayeron de la gracia. Ahora están viviendo en oposición directa a la increíble luz que una vez recibieron. Y están convencidos que están más allá de toda esperanza de poder ser salvos.

¿Te describe esto a ti o a alguien que conoces? Si es así, quiero darte el mismo mensaje que le escribí de vuelta a este joven:

Como fundador del ministerio Reto a la Juventud (Teen Challenge), he presenciado miles y miles de personas venir a la salvación en Jesús. Muchas de estas almas han sido consideradas completamente sin esperanza. Entre estos están incluidos adictos y alcohólicos, traficantes de drogas y ladrones, homosexuales y prostitutas, ateos y adoradores satánicos, criminales endurecidos y miembros de gangas. He visto con asombro como estas personas fueron maravillosamente transformadas por el poder de Dios. Recibieron sanidad, renovación, absoluta liberación de sus ataduras. Y crecieron poderosamente en la Palabra de Dios y en la gracia.

Sin embargo, en ocasiones, Satanás sedujo a algunos de estos convertidos y los llevó de vuelta a su viejo estilo de vida. Una vez que cayeron, Satanás les gritó en sus oídos: "Estás demasiado atado para que puedas ser libertado. Estás maldito, sin remedio, incapaz de ser libre. Ya nunca podrás volver a Jesús."

Sin embargo, Dios hizo una obra milagrosa en esta pareja. Los dos fueron salvos maravillosamente. El Señor entonces les restauró físicamente, restableciendo el color de sus caras y el peso de sus cuerpos. Él también les restauró sus facultades mentales. James, en particular, tenía una mente brillante. En poco tiempo, aprendió por sí mismo griego y hebreo. Los enviamos a ambos a la escuela bíblica, donde James dejó a sus maestros atónitos. Su instructor de hebreo le dijo: "No te puedo enseñar más. Ya tú sabes más que yo."

Después que se graduaron, James y Mary se fueron para California, donde comenzaron un ministerio en las prisiones. Laboraron juntos por unos doce años, ministrando a cientos de prisioneros. James predicaba y enseñaba la Biblia, mientras Mary aconsejaba y alcanzaba a las mujeres con problemas. A nuestros ojos, esta preciosa pareja eran trofeos de la gracia de Dios. Eran ejemplos del poder de Jesús para transformar a las vidas más desesperanzadas.

De alguna manera, sin embargo, después de muchos años de ser bendecidos por Dios, Mary se desanimó. Satanás fue exitoso en seducirla nuevamente con el alcohol. Los días que siguieron fueron un infierno viviente para esta pareja. Mientras James ministraba en las prisiones, Mary iba para los bares. Muchas veces ella se quedaba toda la noche afuera. James tenía que salir a buscarla, y muchas veces la encontró desmayada, tirada a la orilla de la calle. Cuando le pasaban los efectos del alcohol, ella le decía: "No sé lo que me ocurrió. Volví otra vez al alcohol. Es que no puedo romper este hábito."

Entonces una noche Mary desapareció y James no la pudo encontrar. Pasaron varias semanas. James estaba tan distraído que le invitamos a las oficinas de nuestro ministerio en Texas. Nunca había visto a alguien tan herido como él. Pero, me dijo: "No me daré por vencido con ella. Yo sé lo que Dios ha hecho por nosotros."

Tres días más tarde, Mary llamó desde un hospital. La policía la había encontrado media muerta en medio de la calle. Se había estado prostituyendo y le habían dado una golpiza. James voló para buscarla y la trajo a nuestro rancho para que se recuperara. Cuando entraron, nadie podía reconocer a Mary. Su cara estaba hecha un desastre, sus labios hinchados, su piel en moretones.

Una vez que ella descansó y comenzó a sanar, todos comenzamos a ministrarle el amor de Dios por ella. Pero ella no lo podía aceptar. Ella sabía Hebreos 6:4-6 muy bien, y nos lo recitaba: "Es imposible que sean renovados, si cayeron." Ella sabía que había gustado del don celestial y que había participado de la Palabra de Dios. Ahora ella había sido estremecida por el hecho de que estaba nuevamente crucificando al Señor. Todo lo que podía decir era: "Ya todo terminó para mí. En un tiempo fui una predicadora, pero mira en lo que me he convertido. Rechacé el amor de Jesús. He pecado contra la luz. Ahora ya él no me puede recibir nuevamente."

Pensó que estaba destinada a caer otra vez en su hábito y que terminaría sus días en la calle. Ahora todo lo que ella quería era morir.

Volveré otra vez al relato de Mary. Pero por ahora, quiero examinar el significado de la frase: "Es imposible renovarlos." Exactamente, ¿para quién es esto imposible?

Mary Thomas sabía que yo la amaba. Ella también me respetó como un ministro de la Palabra de Dios. Sin embargo, todavía no podíamos alcanzar a Mary. Ninguna promesa de la Palabra de Dios pudo tocarle. Ni siquiera el amor tan compasivo de su esposo la pudo mover. Sus oídos parecían estar cerrados, su corazón endurecido, su alma parecía estar más allá de toda posibilidad de convicción.

Da temor tratar de ministrarle a un creyente que ha caído tan profundamente en el pecado. Parece que mientras más espiritual la persona haya sido, más difícil es alcanzarle cuando cae. Le puedes hablar como si fuera un oráculo de Dios, dramatizar lo patético de la cruz delante de él, hablarle el mismo corazón de Jesús, y sin embargo, su corazón permanece como una piedra. Dice: "Nunca saldré. Una vez caigo, nunca podré salir. No tengo poder para cambiar. Tengo miedo de que lo voy a perder y que voy a parar en el infierno."

Jeremías profetizó de esta condición: "Tú pues les dirás todas estas palabras, mas no te oirán; aun los llamarás, y no te responderán." (Jeremías 7:27). De igual manera, Jesús habló de aquellos que iban a endurecer sus corazones a su Palabra: "Porque el corazón de este pueblo está engrosado, y de los oídos oyen pesadamente, y de sus ojos guiñan: Para que no vean de los ojos, y oigan de los oídos, y del corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane." (Mateo 13:15).

He visto multitudes de personas malvadas responder a mi predicación. Entre estos están incluidos pecadores de los más viles: líderes de gangas viciosos, líderes brujos, violadores en serie, aún asesinos. Sin embargo, no estaban endurecidos al evangelio, como los creyentes que se describen en Hebreos 6:4-6. Te digo, es imposible para un ministro alcanzar y renovar a estos creyentes que han caído. ¿Por qué? Ellos han permitido que el diablo les convenza de: "Has pecado contra la luz demasiadas veces. Y ahora es muy tarde para ti. Ya simplemente no tienes remedio."

Ningún esposo ha amado más a su esposa como James Thomas amó a la suya. Este hombre nunca dejó de amar a Mary, aún cuando ella se prostituyó. Yo estaba impresionado mientras le veía cuidarla en esos días difíciles y dolorosos. Esta mujer había sido manoseada y golpeada por otros hombres. Pero ahora su esposo se sentaba pacientemente cuidando sus heridas, lavando su cara y llorando sobre ella.

Sin embargo, aún más sorprendente fue que el grande amor de James y su compasión no pudieron derretir el corazón de Mary. Ella simplemente no podía conmoverse, ni por las lágrimas ni por la ternura. Parecía estar completamente fuera del alcance de cualquier gesto humano o poder.

He visto ese mismo tipo de distancia en maridos infieles que han abandonado sus familias. Sus esposas le suplican: "Cariño, yo te perdono. No me importa lo que hayas hecho. Hemos estado casados por veinticinco años, y quiero que nuestro matrimonio funcione. Te amo y te necesito." Los niños se agarran de las piernas de sus padres y gimen: "Papá, ¿por qué nos abandonas? No te vayas. No nos dejes a Mamá y a mí." Pero nada puede conmover a estos hombres. Ya están atados con otra mujer y están listos para desechar sus vidas y sus familias. Ninguna cantidad de amor les puede alcanzar.

Conocí una vez a un pastor joven, un hombre que estaba casado con una bella joven. Este ministro era un testigo efectivo en las calles de Nueva York. Muchos adictos a drogas fueron ganados por su predicación. Y era un maestro dedicado, instruyendo a los adictos y a los alcohólicos en los caminos del Señor.

Entonces, llegó un momento en que él comenzó a jugar con pornografía. Eventualmente, quedó atrapado, y literalmente la pornografía se apoderó de su vida. Cuando su esposa lo descubrió, él le increpó: "No la voy a dejar." En vez de eso, le dijo que quería que ella también participara. Ella se horrorizó. Cuando rehusó, el se enojó y comenzó a ver a otra mujer.

Por semanas, esta mujer le suplicó a su esposo: "Tú sabes que le estás abriendo tu alma al diablo. Si no te detienes, Satanás te poseerá." Pero él no quiso escuchar. Finalmente, me suplicó que hablara con él. Lo hice, recordándole al joven ministro la obra del Señor en su vida, de las advertencias claras de la Biblia y de nuestro amor por él.

"Es muy tarde," me dijo. "Estoy adicto. He dejado el ministerio y ya no amo a mi esposa. No puedo volver ahora." Entonces me indicó que, al pecar, él estaba poniendo a Jesús en vergüenza. Por lo tanto, era imposible para él ser renovado.

Le dije: "No importa lo que hayas hecho. Jesús tiene el poder necesario para liberarte. Podemos tomar autoridad sobre toda atadura en el nombre de Jesús, y Dios te libertará ahora mismo." Pero él movió su cabeza y rehusó. No pudo ser persuadido. Hoy, él está casado con una bruja y está profundamente envuelto en el ocultismo. Está completamente perdido.

El amor humano y el razonamiento simplemente no pueden romper con la atadura de este tipo de pecado.

Mary Thomas entendió bien que la paga del pecado es muerte. También sabía que cada pecado que ella había cometido había sido registrado, añadiendo a su carga de culpa. Tan sólo hacía unos meses antes, esta misma mujer había estado advirtiendo a otros de huir del pecado y evitar la ira de Dios. Pero estas cosas no significaban nada para ella ahora.

Recientemente presencié este mismo tipo de dureza en una sala de cuidado de pacientes de SIDA. Un joven de nuestra iglesia me pidió que orara por su hermano que estaba muriendo, a quien le quedaban tan sólo unas horas de vida. Cuando entramos a su habitación en el hospital, el paciente moribundo estaba viendo una película en la televisión.

Cuando me acerqué, le pregunté: "Hijo, dentro de poco vas a estar en la eternidad. ¿Entiendes eso?" Ni pestañeó. Tan sólo siguió mirando la televisión. Entonces le pregunté: "¿Puedo orar contigo?" Contestó: "No me importa." Terminé haciendo una simple oración por él. Cuando alcé mis ojos, todavía tenía sus ojos pegados en la televisión. Qué ceguera trae Satanás, aún cuando están a punto de enfrentar la eternidad.

Muchos cristianos apartados me han dicho: ¿Por qué me debiera molestar el pensar en el infierno? Ya estoy en el infierno." En un sentido, están en lo correcto: es estar en el infierno el despertar cada día con una nube de tristeza sobre tu cabeza. Es estar en el infierno cuando tienes un hábito que no puedes controlar, viviendo como un animal, buscando sólo el placer. Después de un rato, aún tu indulgencia sexual es vacía. Las drogas, el sexo, las fiestas no significan nada. Ya no te traen gozo ni felicidad. En lugar de esto, te dejan enfermo y solo, clamando: "Estoy viviendo en el infierno."

Es el infierno cuando pierdes tu fe, pierdes toda esperanza, pierdes tu familia y tus seres queridos. Finalmente, estás completamente solo, te queda solamente tu propio ser pecaminoso. Has sido cortado de Dios, completamente consciente de que le has escupido la cara. Así que pasas todo el día añorando que llegue la noche, y cada noche añorando el día.

Sí, has pecado contra la luz increíble. Has probado la maravillosa Palabra. Y sí, estás crucificando a Jesús diariamente, poniéndole en vergüenza. Te estás alejando más y más de la cruz, hundiéndote más en el pecado. Sí, es imposible que cualquier predicador, o persona amada, o alguna advertencia sobre el juicio de Dios te mueva al arrepentimiento.

Sin embargo, en ningún lugar en las Escrituras nos dice que es imposible para Dios hacer esta obra en ti. Jesús dice que con Dios, nada es imposible: "Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios." (Lucas 18:27).

De hecho, ninguna persona está demasiado lejos para que Dios la salve, con tan sólo una excepción: la persona que comete el pecado imperdonable. Este pecado ocurre cuando una persona que ha sido creyente se burla de la obra del Espíritu Santo como si esta fuera obra del diablo. Tal persona ha arrancado a Cristo de su corazón completamente. En efecto, él ha montado su propia escena de la crucifixión, matando a propósito todo el amor y el deseo por Jesús. Esta persona no puede ser restaurada.

Por supuesto, aquellos que temen haber cometido el pecado imperdonable, no lo han cometido. ¿Cómo lo sé? La prueba está en el hecho de que esto les preocupa. Cometer el pecado imperdonable requiere tener una conciencia que está totalmente endurecida. En ese caso, el amor de esa persona por Jesús se cambia por un completo odio por Dios.

Esta persona levanta su puño a Dios, diciendo: "No quiero escuchar de ti nunca más." Aún hasta se atreve enviar a Dios al infierno. Tal persona odia todo lo que es santo y puro. Y busca las oportunidades para crucificar a Cristo nuevamente. Se burla de todo lo que tiene que ver con Dios, con cosas como clamar: "Jesús es homosexual."

Si piensas que has cometido el pecado imperdonable, considera a Jeremías 30. Todo el capítulo consiste de la denuncia de Dios contra Israel. El Señor le dice a su pueblo: "Se te ha dado tanta luz. Te he bendecido y te he ofrecido increíbles promesas de pacto. Pero has respondido dándome la espalda."

Jeremías les profetizó: "Porque así ha dicho Jehová: Incurable es tu quebrantamiento, y dolorosa tu llaga. No hay quien juzgue tu causa para sanarte; no hay para ti medicamentos eficaces. Todos tus enamorados te olvidaron; no te buscan; porque como hiere un enemigo te herí con azote de adversario cruel, a causa de la magnitud de tu maldad y de la multitud de tus pecados… Incurable es tu dolor, porque por la grandeza de tu iniquidad y por tus muchos pecados te he hecho esto." (Jeremías 30:12-15).

En esencia, el Señor estaba diciendo: "Tus terribles pecados te han enfermado. Te has depravado completamente. Y ahora tu herida es tan profunda que no puede ser sanada. Ninguna medicina te puede sanar."

Sin embargo, la Palabra de Dios se refiere a la cura humana. Ningún poder sobre la tierra pueda sanar tal herida. Sería completamente imposible. Pero nunca es imposible para Dios. Tan sólo dos versos más adelante, el Señor le dice a esta misma gente incurable: "Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas… porque desechada te llamaron, diciendo: "Esta es Sion, de la que nadie se acuerda." (Jeremías 30:17).

Dios le estaba diciendo a su pueblo: "Todos han desistido contigo, diciendo que has ido demasiado lejos. Te ven como un hijo perdido, sin esperanza y abandonado. Pero, por esto, yo te voy a sanar. Todos dicen que eres un desechado, un borracho, un bueno para nada. Pero yo te voy a restaurar. Tendré misericordia de ti, y sanaré tus heridas."

Esto es exactamente lo que el Señor hizo por Mary Thomas. Las personas desistieron, incluyendo a sus seres queridos. Simplemente no pudieron manejar su condición tan desesperanzadora. La vieron como una alcohólica prostituta y pensaron que Dios la había entregado a sus pecados. Dijeron: "James se tiene que divorciar de ella y llevarla a una institución." Aún James perdió su esperanza. En una ocasión él me confió: "Me siento tan incapaz. No sé si ella va a poder salir de esto."

Amado, el mundo te puede desechar. Aún tu familia y tus amigos se pueden rendir de tratar contigo. Pero Dios promete: "Nunca te dejaré. Yo te rescataré y sanaré toda herida en tu cuerpo y en tu alma."

Nada que alguien pudiese decir pudo llegar a Mary. No pudo ser conmovida por amor, compasión o miedo. Pero un milagro comenzó para esta mujer sin esperanza, cuando soltó un grito profundo, interno. Su clamor consistía de tan sólo dos palabras: "Señor, ayúdame." Hasta ese punto, Mary ni siquiera podía orar. Ni siquiera podía dirigirse a Dios. Sin embargo, vez tras vez, en lo profundo en su corazón, clamó: "Jesús, ayúdame." Finalmente, comenzó a articular las palabras: "Señor, estoy tan hundida en el pecado. Por favor, ayúdame."

Los clamores de Mary hacían eco de las propias súplicas de David: "De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo." (Salmo 130:1). "A Jehová clamé estando en angustia, y él respondió." (Salmo 120:1). Como David, Mary clamó y Dios le escuchó.

Un día, de la nada, comenzaron a fluir lágrimas por el rostro de Mary. El Espíritu Santo había llenado la habitación, y todos los temores reprimidos y las desesperanzas de Mary fueron derramadas. El poder del perdón de Cristo inundó su alma y quitó toda la suciedad, la ira y la culpa. Pronto su alma se llenó de gozo y ella comenzó a reírse y a regocijarse. Todos vimos esto sorprendidos, como esta mujer restaurada y renovada levantaba sus manos y comenzaba a adorar al Señor. Todos los que estaban presentes ese día sabían que el Señor había comenzado una nueva obra increíble en Mary, santificándola y cambiando su vida.

James y Mary terminaron regresando a California, donde volvieron a ministrar a los prisioneros. Su matrimonio y su familia fueron gloriosamente restaurados. Y experimentaron la completa bendición de Dios en sus vidas.

James Thomas murió el año pasado. Este hombre pasó a la presencia de su Salvador como un siervo amoroso y fiel. Después, Mary tomó la responsabilidad del ministerio en las prisiones. Entonces, el pasado marzo, Mary murió. Por la gracia y el poder de Dios, Mary Thomas pasó a la gloria como una guerrera poderosa para Jesús. Su vida y testimonio probaron lo que dice Lucas 18:27: Con Dios, nada es imposible.

Tal vez tú, como Mary, has caído de la gracia de alguna manera. Crees que otros te han desechado y te sientes perdido y desamparado. David también dijo que la gente lo había desechado: "Diciendo: Dios lo ha desamparado; perseguidle y tomadle, porque no hay quien lo libre." (Salmo 71:11). Así que, ¿qué hizo David? Hizo lo mismo que hizo Mary Thomas. Clamó desde las profundidades de su desesperación: "Oh, Dios, no te alejes de mí." (Salmo 71:12).

El Señor escuchó el clamor de David y le restauró: "Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme." (Salmo 71:20-21).

A lo mejor la cita en Hebreos 6:4-6 te ha convencido de que no puedes ser renovado al arrepentimiento. Simplemente no puedes creer que Dios te perdonará por crucificar a Jesús diariamente, poniéndole en afrenta. Piensas que tu pecado es muy profundo, muy esclavizante como para ser sanado.

Te digo, no has hecho a Dios sufrir más de lo que le hizo sufrir Israel. Dios llamó a esta gente duros de cerviz e idólatras, declarando: "Déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande." (Éxodo 32:9-10). Sin embargo, la Escritura nos dice que Dios se arrepintió de su ira contra el pueblo. En su lugar, dijo: "¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos… ? Entonces Jehová se arrepintió del mal que había de hacer a su pueblo." (Éxodo 32:12,14).

El hecho es, que cada vez que Dios escucha nuestro clamor profundo y arrepentido, su corazón es conmovido.

Puede que estés siendo tentado a dejar de clamar al Señor. Piensas: "Si Dios me puede sacar de este hoyo, entonces puede esperar un poco más y seguir en el pecado por más tiempo." Pero la Biblia nos dice: "He aquí ahora el día de salvación." (2 Corintios 6:2). No pienses que puedes seguir esperando más para entonces clamar al Señor. El tiempo para tu renovación es ahora.

Así que clama a él hoy. Él es fiel para librarte y para restaurar todo lo que la oruga se comió. Él anhela darte un nuevo corazón y un nuevo comienzo. ¡Con él, nada es imposible!

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