Corazones Cautivados por Dios
A menudo, Pablo se refiere a sí mismo como "prisionero de Cristo Jesús" (Efesios 3:1). Pablo también escribió: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo” (2 Timoteo 1:8). Incluso en su vejez, Pablo se regocijó de haber sido capturado por el Señor y llevado cautivo a su voluntad (ver Filemón 9).
Pablo podría decirte la hora exacta en la que el Señor lo llevó cautivo. Él iba de camino a Damasco con cartas oficiales del sumo sacerdote autorizándolo a arrestar a cristianos y traerlos de regreso a Jerusalén. La Escritura dice que él estaba “respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” (Hechos 9:1). En otras palabras, estaba lleno de odio, amargura e ira en su celo equivocado por Dios.
Pero cuando Pablo se acercó a Damasco, “repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo” (Hechos 9:3). Quedó totalmente ciego por esa luz, que era la gloria de Cristo. Pablo testifica una y otra vez cómo tuvo que ser tomado de la mano y llevado a Damasco. En resumen, era un prisionero indefenso. Pasó tres días aislado en una habitación, sin ver y negándose a comer. Fue un prisionero en espíritu, alma y cuerpo.
Entonces, ¿qué pasó en esa habitación? El Espíritu Santo estaba convirtiendo a Saulo en Pablo, un prisionero de Jesucristo. Mientras leemos Hechos 9, casi podemos oír la oración agonizante de Pablo: “Señor, yo pensé que estaba haciendo tu voluntad, ¿cómo pude haber estado tan ciego? ¡Me has quitado la vista natural y me has dado ojos espirituales para ver! Todo este tiempo he seguido mi propio camino, haciendo lo que pensaba que era correcto. Pero no puedo confiar en mis propios pensamientos”.
En este momento, el Espíritu Santo se está moviendo por todo el mundo, llamando a todos los invitados a prepararse y venir: “Ya todo está preparado” (Lucas 14:17). Muchos ponen excusas para no estar ligados al Señor. “Todos a una comenzaron a excusarse” (Lucas 14:18).
Jesús nos advierte contra la tentación de la última hora de estar enamorados de este mundo y yo les insto a ceder a su voz. Sométete a él y haz esta oración: “Señor, estoy harto de mi espíritu independiente y extiendo mis brazos hacia ti. Pon tu brazo amoroso alrededor de mí y átame a ti”.