Creciendo en Discernimiento y Fortaleza
Nunca estarás satisfecho o apasionado por Jesús si vives con este tipo de mezcla: “Quiero oír cosas de otras voces. La voz del mundo, la voz de la carne, la carnalidad, a mí mismo y luego un poco de la voz de Dios también”.
En el libro de 1 Samuel, vemos esta voluntad de vivir con mezcla en la vida del sacerdote Elí, tanto que sus ojos habían comenzado a oscurecerse (ver 1 Samuel 2:22-36). Él ya no podía ver lo que Dios estaba haciendo.
Cristo les dice a sus discípulos: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis” (Juan 5:19-20, mis cursivas). Él tenía una visión de la obra del Padre. Eli había perdido eso.
Si vemos la vida de Elí, vemos primero la falta de oración, luego la autocomplacencia y un corazón sin discernimiento.
Los efectos de esto se hacen evidentes en su interacción con Ana anteriormente en 1 Samuel. “Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino” (1 Samuel 1:13-14).
Si recuerdas la historia, Ana no podía tener hijos y venía con su esposo para adorar al Señor, oír la Palabra del Señor y estar en la presencia del Señor. Mientras todo eso sucedía, Ana buscaba un pequeño lugar para estar sola y derramar su corazón a Dios y entristecerse delante del Espíritu Santo. Acá tenemos a una mujer que vive y trabaja fuera de la iglesia, pero hace grandes esfuerzos para presentarse ante Dios. Elí, que estaba constantemente “en la presencia de Dios”, ve esto, no lo entiende y la reprende porque no tiene discernimiento. ¡Dios nos libre de convertirnos en creyentes así, que ya no pueden sentir lo que Dios está haciendo!
El discernimiento y la fuerza en nuestra fe provienen de estar en la presencia de Dios, oír una palabra de Dios. Ser devoto, firme, inamovible. Es decirle a Dios: “Esto es lo que dice tu palabra y eso es lo que vamos a hacer. Sin transigencias en absoluto”. ¡Hagámoslo hoy!