Cuando Dios pone su corazón sobre Usted
Job preguntó, “¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón, y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes?” (Job 7:17-18).
Hebreos 12:1 dice que nosotros estamos rodeados de una gran nube de testigos quienes están en gloria con Cristo. Esto me lleva a preguntarme ¿por qué y para quiénes esta prominente nube cuenta con testigos?
Esta nube de testigos se dirige a nuestra generación a través de sus vidas inscritas en la Escritura.
Creo que estos testigos nos dicen tres cosas:
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Son testimonio de que el corazón de Dios está en salvar a este mundo perdido. No hay récord en la Escritura de que Dios haya olvidado a este mundo. Él aún continua derramando su espíritu sobre toda carne y manifestándose sobre los hombres y mujeres de cada nación.
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Son testimonio de que el corazón de Dios aún está en amar y preservar a su iglesia, aún cuando rampantes apostasías y descarriados persisten en su cuerpo.
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Son testimonio de que el corazón de Dios aún está sobre cada uno de sus hijos. El Señor nunca dejará a ninguno de sus siervos no importando cuán lejos hayan caído en pecado.
Vivimos en una generación cuya maldad va más allá que la de Noé. ¿Qué podría decirnos esta generación de testigos a una raza humana que excede los pecados de inclusive Sodoma?
Nuestro tiempo se caracteriza por la existencia de prosperidad. Nuestra economía ha sido bendecida aún cuando nuestra sociedad se convertido tan inmoral, violenta y anti-Dios, que inclusive hasta los seculares murmuran cuán lejos hemos caído. En todas partes los cristianos se preguntan por qué Dios ha retardado su juicio sobre una sociedad tan malvada. Ellos se preguntan, “Señor, ¿cómo puedes permitir que tal ignominia se levante en contra de Tú nombre? Tú Palabra literalmente ha sido sacada de nuestro contexto. ¿Cuánto tiempo perdurará esto?, ¿cómo puedes permitir que continúe este flujo de perversión sexual? Tú destruiste Sodoma y Gomorra por causas menos graves. ¿Cuánto tiempo esto durará?” Nosotros quienes amamos a Cristo podemos no entender por qué esta gran maldad ha sido autorizada a continuar. Sin embargo, la nube de testigos santos sí entiende. Ellos no cuestionan la misericordia y paciencia que Dios ha manifestado.
El apóstol Pablo se encuentra entre esta nube de testigos y él acepta el amor ilimitado que Dios tiene inclusive para “los pecadores más terribles”. La vida de Pablo y sus cartas nos dicen que él había maldecido el nombre de Cristo. Él fue un terrorista que luchó por destruir al pueblo de Dios, lo persiguió para que fuera encarcelado y asesinado. No obstante él actuó en total ignorancia.
Pablo nos diría que Dios ha sido paciente con nuestra generación porque existe mucha gente como él, gente que ha pecado por ignorancia. Los terroristas han sido entrenados desde su niñez para odiar, tal como lo fue Pablo, y ese odio es todo lo que ellos han conocido. Ellos no han sido expuestos al evangelio. Le diré que como Pablo existen muchos apóstoles y evangelistas que provinieron de los hombres más malvados.
El apóstol Pedro también se encuentra entre la nube de estos testigos y entre quienes comprenden por qué Dios es paciente. La vida de Pedro y sus escritos nos recuerdan que él maldijo a Jesús al jurar que él nunca lo conoció. Dios evita su juicio porque sabe que hay multitudes quienes lo han maldecido y negado como Pedro. Ellos están descarriados y en necesidad de misericordia. El Señor no se dará por vencido con ellos, así como no lo hizo con Pedro. Existen muchos como él y por quienes Cristo aún intercede.
Al estudiar esta nube de testigos, observo las caras de ex adictos y alcohólicos, prostitutas y homosexuales, así como de ex homicidas, golpeadores de mujeres, infieles, adictos a la pornografía, multitudes que la sociedad se dio por vencida para sacar adelante. Todos ellos se arrepintieron y murieron en los brazos de Jesús y ahora son testigos de la misericordia y paciencia de un padre amoroso.
Creo que todo ello enuncia un solo testimonio, que Jesús no los juzgó antes de que recibieran su misericordia. Dios detuvo los juicios que pudieron haber caído sobre ellos. El retrasa su ira al no desear que ninguno se pierda en desesperanza. Dios no ha cambiado su deseo de que prevalezca la esperanza en este mundo.
Desde que Cristo vino a este mundo la humanidad se ha tornado peor, al punto de que copa de la iniquidad parece haber rebasado su límite. Usted puede preguntarse al igual que yo, ¿cómo Dios puede mostrar tan increíble misericordia y perseverante paciencia?, ¿cómo por tanto tiempo Él ha podido retrasar su juicio contra el pecado?, ¿por qué él permite que sociedades malvadas continúen deshonrando su nombre y provocándolo en maneras tan perversas?
No puede ser que Dios quiera que veamos a los malvados descender en su gran perversión para que entonces Él pueda derramar su ira en contra de ellos. De ser así hoy nosotros ya seríamos parte de la historia. No, Dios no está esperando emitir juicio para poder vengarse gloriosamente.
Alguna gente se pregunta si esto es todo lo que Dios tiene en mente, es decir juzgar a un mundo en pecado. Dios no lo permita. Como muchos cristianos, muchas veces yo he estado totalmente listo a traer a juicio a este mundo pecaminoso. Se entiende bien que muchos creyentes se entristezcan al ver el orgullo y la audacia de aquellos que continuamente se burlan del Señor. No obstante esta situación es distinta para nuestro Padre celestial. Él no espera ansiosamente el juzgar sino el redimir.
Pedro escribe, “pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro3:7). Sí está resguardado un fuego consumidor, reservado para la hora cuando el Señor lo desate ante los hombres pecadores. Pero Pedro nos recuerda que Dios no mide el tiempo de la misma manera que nosotros. Miles de años para él son veinte, cuatro, una hora para nosotros: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (3:9).
Entonces, ¿por qué hacemos estas cosas? Jesús nos dice “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4).
La misma verdad se aplica a nosotros si observamos que todo en este mundo se quemará…que hoy es la hora de la media noche…que la hora del juicio se acerca prontamente…Que aún este es un día de misericordia, perdón y salvación…entonces debemos hacer el trabajo que se nos ha encomendado: ir a todo el mundo a proclamar a Cristo.
Dios todavía ama a este mundo malvado, inmoral e ingrato. Oremos para que Él nos ayude a amar a los perdidos como Él lo hace y para tener la paciencia y el amor que él hoy le muestra a este mundo.
La iglesia verdadera de Jesucristo es la niña de los ojos del Señor. No obstante desde su mismo inicio la iglesia experimentó apostasías y falsos predicadores. Las primeras iglesias - con miembros apostólicos fundadas por Pablo y los apóstoles recibieron enseñanza completa de parte de Dios. Nada meritorio de “buen crecimiento y determinación” les fue negado a los seguidores de Cristo. Por el contrario, se les fue dada verdad no solamente en palabra sino en hechos, al igual que poder del Espíritu Santo.
Analicemos a la iglesia de Corinto. Esta congregación fue fundada por Pablo y liderada por Apolos, el gran evangelista. Si unos fueron “completamente instruidos” fueron los Corintios. Aún así, en cinco o seis años, inclusive antes de que Pablo les escribiera la primera epístola- esta misma iglesia cayó en falsa doctrina. Ellos fueron víctimas de un ataque malévolo al recibir instrucción que negaba la resurrección de la muerte. Esto implica que la misma muerte en sacrificio de Cristo y su resurrección fueron anuladas. Pablo explicó dicha situación al escribir lo siguiente: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que Él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron” (1 Corintios 15:12-18). ¡Qué error tan blasfemo se introdujo en esta iglesia!
La iglesia de Galacia también fue fundada por Pablo. Ante los ojos de estos creyentes Pablo era visto como un ángel que les había sido enviado y por tanto, recibieron su doctrina con gran gozo. Ellos tuvieron a este apóstol en tan gran estima que inclusive estaban dispuestos a “sacarse los ojos” por él. Pero de repente, sorprendentemente, estos agradecidos creyentes se apartaron de la verdad que Pablo les había enseñado acerca de la justificación. Como los Corintos, ellos se desviaron de la gran enseñanza y una malvada doctrina los atrapó por medio de falsos predicadores. Ellos aceptaron la herejía que declaraba que la justificación era por obras en lugar de por fe.
Sorprendido, Pablo les escribió, “¡Oh Gálatas insensatos! ¿Quién los ha encantado que ustedes han dejado de obedecer la verdad, ante los ojos de quienes Cristo fue evidente (claramente siendo crucificado entre ustedes)? ”En esencia él estaba preguntando: “¿Cuál es la fascinación externa que han hecho suya, aquellas hechicería espiritual que ha venido ante ustedes repentinamente?” Ustedes fueron instruidos por hombres llenos de Dios y quienes lloraron junto con ustedes mientras les enseñaban la buena doctrina. Sin embargo en poco tiempo ustedes han renunciado a esta doctrina y ahora han tomado un evangelio ambicioso y mortal. ¿Qué les ha sucedido? ¿Qué le hicieron a la enseñanza del evangelio que recibieron? Ustedes lo han hecho a un lado para acoger a un mensaje adulador que alimenta su carne”.
He conocido a cristianos quienes durante años asistieron a una iglesia sólidamente basada en la Biblia y donde recibieron instrucción continua de parte de Dios. Ellos fueron transportados a lugares celestiales por medio de sermones ungidos, les fueron mostrados la realidad del infierno y sus conciencias fueron inundadas por la Palabra de Dios. Nada del evangelio les fue negado sino que maduraron en su fe. Ellos no pudieron obtener palabra más pura que la que escucharon. No obstante un día alguien les dio un casete de un sermón de un predicador famoso o asistieron a una reunión de un pastor por “curiosidad”. Aquello que escucharon les pareció correcto e inclusive 95 por ciento del mensaje estuvo sustentado en la Verdad. Pero ellos no tuvieron el discernimiento para distinguir que el 5 por ciento era veneno, doctrina que apela a la carne y subestima la realidad bíblica de Cristo. Prontamente ellos fueron conducidos por lo que escucharon y sus mentes quedaron atrapadas por el evangelio que atrajo a su carne.
Sorprendentemente, algunos predicadores de la prosperidad están enseñando que Jesús era rico. Ellos han deformado las Escrituras diciendo que Él debió haber tenido dinero para así poder apoyar a sus discípulos. Ellos sostienen que las riquezas de Jesús requerían a un tesorero (Judas) y que ningún carpintero de ese tiempo no contaba con una casa que él mismo no hubiera construido. Increíblemente los cristianos están cayendo en esta falacia.
Usted puede preguntarse ¿cómo cristianos fundamentados en la Biblia, sumamente devotos, de repente pueden desechar años de sólida enseñanza?, ¿dónde está su discernimiento?, ¿por qué no hicieron un llamado al alimento sólido que les fue dado?
Pablo claramente nos advierte que estas seductoras doctrinas vendrían: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:29). Pedro también previno la existencia de falsos profetas, de “herejías destructoras” (2 Pedro 2:1).
Pablo advirtió a Timoteo que vendría el tiempo cuando algunas personas de Dios “no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas (conocidas como verdades míticas)” (2 Timoteo 4:3-4).
La historia nos muestra que esto ha sucedido tal y como Pablo lo predijo. Después de haber muerto los apóstoles, y la generación que les predicó había fallecido, un torrente de conspiración malvada entró a la iglesia. Creyentes fueron seducidos por extrañas doctrinas, al mismo tiempo que la ciencia y filosofía se pronunciaron en contra de la verdad del evangelio de Cristo.
Ustedes tienen conocimiento sobre estas Iglesias corruptas. Hoy en día denominaciones enteras desmitifican el parto de la Virgen María y niegan la divinidad de Cristo. Un creciente número de obispos y predicadores están promoviendo la homosexualidad y casamientos con gente del mismo sexo. Ambas iglesias son apóstatas, doblemente muertas.
Estas organizaciones no tienen nada que ver con la verdadera iglesia de Jesucristo. Sobre ellas Cristo dirá “Nunca te conocí.” Algunas personas en estas organizaciones “Icabod” claman amar al Señor, sin embargo si ello fuera cierto, éstas no tendrían nada que ver con esa iglesia y la abandonarían en lugar de formar parte de esta apostasía.
Considere lo que Pablo dijo acerca de la pureza de la iglesia de Cristo: “amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27)
Le pregunto ¿qué predicador del evangelio de Cristo puede ser tan ciego como para imaginarse a Cristo presentando a una novia vestida con atuendos impuros?, ¿puede usted imaginarse a Jesús introduciendo a una novia adornada con abominaciones impensables? “He aquí Padre está mi novia conformada por creyentes cuyas mentes están en las cosas del mundo. Ellos son amantes del dinero y corrompidos por falsos profetas”. ¡No! Ni siquiera creo que el mismo diablo pudiera aceptar tal dilución.
La atención de Dios no está en las iglesias apóstatas. Inclusive las apostasías no serán capaces de matar o destruir a la iglesia de Cristo. A pesar de estos problemas, Dios tiene todo bajo control. Su iglesia espiritual, invisible y venidera no está muriendo. Por el contrario, el río del Espíritu Santo está fluyendo en el “mar muerto” de las iglesias apóstatas, exponiendo su iniquidad y tibieza. Este río está trayendo vida.
Aquellos quienes están volviendo de su apostasía son el remanente. Sin embargo, Jesús ha declarado: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos”. La Biblia nos dice que el Espíritu Santo ha inundado el lugar, haciendo a un lado a la mies débil. El Espíritu de Dios está aún en acción, trayendo convicción, persuadiendo y trayendo a Cristo a los perdidos, incluyendo aquellos que se encuentran en apostasía.
La nube de testigos santos nos dirían que no viéramos al juicio, ni tampoco nos enfocáramos en “sostener el fuerte”, pues aún es el día del Espíritu Santo quien está esperando llenar toda copa dispuesta. ¡Ore para que la mies del Señor levante más obreros!
¿Qué es lo que nos dice la gran nube de testigos a usted y a mí?, ¿qué nos dice la Escritura acerca de aquellos que vendrán al cuerpo de Cristo? La Palabra sencillamente sostiene lo siguiente: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones” (1 Pedro 3:12).
En el tiempo de los apóstoles de Cristo, las potestades en su contra trataron de destruirlos. Estas potestades maldijeron al Salvador y afirmaron que la resurrección era un fraude. Inclusive crearon leyes que le prohibía a la gente hablar en Su nombre y la encarcelaba cuando desobedecía esta orden. Sin embargo ni siquiera las barras de hierro pudieron detener a los apóstoles. El Señor envió a sus ángeles para liberarlos. (ver Hechos 5:18-32).
Hechos nos dice, “Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre.” (5:27-28). No obstante, llenos del Espíritu Santo, los discípulos inmediatamente regresaron al templo donde continuaron predicando a la gente palabras de vida. El Espíritu les había dicho que salieran y predicaran el evangelio de Jesús con fuego y poder viviente. Ellos ignoraron dichas regulaciones y no permitieron que nada obstaculizara el evangelio puro del Cristo resucitado.
En Europa existe un movimiento que está tomando fuerza y el cual busca prohibir toda predicación sobre homosexualidad o cualquier otro tipo de promiscuidad sexual. Primeramente se persigue sacar a Cristo de nuestra sociedad y eventualmente de las iglesias (cuando usted niega la palabra de Jesús, usted niega su persona). Para muchos predicadores europeos, el hablar abiertamente sobre el pecado sexual implica recibir una multa o ser encarcelado. Mientras tanto en Estados Unidos también está surgiendo una agenda anti-Cristo.
Pero, remontémonos nuevamente a la gran nube de testigos. ¿Cómo Pedro y sus apóstoles respondieron a sus perseguidores? “(Ellos) dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres…Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas [la Resurrección y la Ascensión]; y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5:29,32).
La casa de Cornelio también se encuentra entre los testigos que tienen algo que decirnos. En la Biblia encontramos el testimonio de Cornelio: “Pedro vino a predicarnos sobre Jesús. Él nos dijo que personalmente había presenciado la resurrección del cuerpo del Señor e inclusive lo había tocado. Nos dijo que hubo alrededor de 500 testigos de la resurrección de Cristo” (ver Hechos 10:34-41).
Entonces Pedro le dijo a la casa de Cornelio, “De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre. Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso” (10:43-44). En respuesta a la predicación de Pedro, la casa de Cornelio fue librada del pecado. Hoy el testimonio de Cornelio le dice a cada hijo de Dios: Si usted desea que el Espíritu Santo caiga sobre usted, su familia, su ministerio, entonces ore y crea en el perdón de Cristo. Toda la casa de Cornelio creyó y el Espíritu Santo cayó sobre ellos.
Considere las voces de otros testigos que nos hablan acerca de la simplicidad de la Verdad:
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El autor de Hebreos testifica que nosotros debemos poner nuestra vista en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe. Debemos de continuar predicando la victoria de la cruz, resistir las acusaciones de los pecadores en contra nuestra, y hacer a un lado nuestro propio pecado mientras corremos con paciencia la gran carrera que tenemos por delante (ver Hebreos 12:1-2).
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El rey David es un testimonio para nosotros acerca de que podemos confiar en el perdón del Señor y en que él no removerá su Espíritu Santo de nosotros. David cometió homicidio y fue un adúltero y mentiroso. Sin embargo, se arrepintió. Además el Padre no permitiría que él se alejase porque había puesto su corazón sobre David. El Señor le dio a David un nuevo corazón, haciéndolo un testimonio del perdón abundante del Señor. Hoy en día, los creyentes del Nuevo Testamento tienen la cobertura de la sangre y la misericordia que David siempre soñó por tener.
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Pedro testifica que él pecó en contra de la luz más grande que cualquier hombre pudo haber tenido jamás. Este discípulo caminó en la presencia de Jesús, tocó al Señor, y recibió personalmente el llamado de Cristo. Jesús fue amigo de Pedro así como su Señor. Aún Pedro lo maldijo, pecando así contra las advertencias provenientes de los labios del mismo Cristo. Pedro se preguntó si acaso algún día podría ver nuevamente la cara de su Salvador. Este hombre pudo haber vivido con culpa y condenación, pero Dios puso su corazón sobre él. A Pedro le fue dicho que pusiera sus ojos en Jesús, el autor y consumador de su fe. De la misma manera nosotros debemos tomar nuestro pecado y entregarlo al sacrificio de Jesús en la cruz. Nosotros debemos levantarnos, seguir adelante, no importando el pecado que hayamos cometido. Jesús ha removido (de este a oeste) nuestra extensa iniquidad.
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Pablo nos diría que no temiéramos a nuestras aflicciones. Jesús sufrió cada día de su ministerio y murió sufriendo. Cuando Jesús llamó a Pablo a predicar el evangelio le mostró cuántas aflicciones le esperaban. A través de sus años de ministerio, Pablo estuvo afligido. Las aflicciones muestran que Dios ha puesto su corazón sobre usted. “A fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que para esto estamos puestos” (1 Tesalonicenses 3:3).
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Ahora regresemos al testimonio de Job: “¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón, y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes ” (Job 7:17-18).
Usted será continuamente probado cuando Dios ha puesto su corazón sobre usted, pero el hecho es que entre más larga y fuerte sea su aflicción, más profundamente es que el Señor ha puesto su corazón sobre usted más profundamente para mostrarle su amor y cuidado. Este es el testimonio de la vida de Pablo, e inclusive de la vida de Jesús. El enemigo puede venir en su contra pero el Señor ha levantado un estandarte en su contra. Nosotros encontramos absoluto descanso en Jesús. Todas estas voces de la gran nube del cielo nos afirma esto. ¿Puedo yo escuchar a un testigo en Su Espíritu?