CUANDO LA CRUZ ES DEMASIADO PESADA
Es muy cierto que Jesús dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23). Pero Jesús cayó bajo la carga de su cruz, cansado, exhausto e incapaz de llevarla un paso más. Juan dijo: “Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado… Gólgota” (Juan 19:17). La Biblia no nos dice qué tan lejos Jesús llevó su cruz, pero sí sabemos que Simón de Cirene, se vio obligado a levantarla y llevarla al lugar de la crucifixión (ver Mateo 27:32).
Jesús había llegado al final de su resistencia; después de todo, una sólo puede aguantar cierta cantidad, antes de llegar al punto de quiebre y la cruz de Jesús se había vuelto demasiado pesada para soportarla. Entonces, ¿qué significa esto para nosotros? ¿Nuestro Señor nos haría hacer algo que él no podría hacer?
Jesús sabe exactamente lo que está diciendo cuando nos llama a “tomar nuestra cruz y seguirlo”. Él entiende la agonía, la impotencia, la carga que las cruces crean. Él recuerda su propia cruz y sabe que no podemos cargar hasta el final nuestra cruz con todas nuestras fuerzas.
Hay una verdad oculta aquí que es tan poderosa y edificante, que podría cambiar la forma en que vemos todos nuestros problemas y heridas. Y aunque suene casi un sacrilegio sugerir que Jesús no llevó su propia cruz, esa es la verdad. Lo que esto significa para nosotros hoy es que Jesús, quien es conmovido por los sentimientos de nuestras dolencias, experimentó lo que es estar débil, desanimado e incapaz de continuar sin ayuda. Él fue tentado en todos los puntos tal como somos nosotros.
La tentación para nosotros no está en fallar, tampoco en dejar la cruz a causa de la debilidad; la verdadera tentación está en tratar de levantar esa cruz y llevarla en nuestras propias fuerzas. Jesús dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9, NVI).