Cubiertos Por la Sangre de Cristo
Nadie puede contar todas las tiernas misericordias de Cristo y las múltiples bendiciones de su sangre derramada. Pero enfoquémonos en una victoria en particular: el perdón de todos los pecados pasados.
“Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:7, 9).
Es imperativo que todo seguidor de Jesús se aferre a esta gloriosa verdad. Apropiarse de ella tiene todo que ver con si mantendremos una fe victoriosa en medio de terribles aflicciones. De hecho, en días de incertidumbre, este asunto de descansar en el perdón de Cristo es crucial.
Muchos de los que han servido a Jesús fielmente a lo largo de los años han adquirido la confianza de que su fe puede resistir cualquier horno de fuego. Como los discípulos, testifican: “Ahora veo, Señor. Ahora creo”. Ellos agradecen a Dios que Cristo les ha abierto los ojos a sus propósitos eternos.
Entonces, de pronto, se enfrentan a una tremenda y abrumadora crisis. Se dan cuenta de que han entrado en un horno siete veces más caliente que cualquiera que hayan conocido. Se han enfrentado cara a cara con una batalla tan dolorosa, una lucha tan agotadora, que su casa comienza a temblar. Y pronto se verá inundada de cargas y temores.
Escucha las palabras del apóstol Pablo: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados” (Romanos 3:24-25).
¡Por la fe en la sangre derramada de Cristo, todos los pecados pasados están cubiertos! Somos limpios a los ojos de Dios por su perdón inmerecido. Toda la culpa, el temor y la condenación se eliminan y todos los cargos pasados se borran. ¡Aleluya!
Sorprendentemente, Dios hizo provisión para esta reconciliación mientras tú aún estabas en pecado. Según Pablo, “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Finalmente, Pablo nos dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).