DECUBRIENDO LO QUE ES DEMASIADO FUERTE PARA TI
¿Te has encontrado alguna vez abrumado? ¿Acaso hay días en los que enfrentas cosas que parecen ser muy difíciles de manejar? La Biblia no guarda silencio en este tema. La Palabra de Dios nos provee un gran apoyo cuando buscamos superar aquellas situaciones donde parece que todas las posibilidades están contra nosotros.
La vida de David es un gran ejemplo. Muchos de nosotros nos imaginamos a David como una figura heroica. Su fe le ayudó a derrotar un poderoso gigante, conquistar ejércitos enemigos y a matar animales salvajes con sus propias manos. David ganó la confianza y lealtad de los soldados que lideró en la batalla, y se ganó el amor de la gente que gobernaba en Judá. Nada parecía estar fuera del alcance del poder de su unción.
Sin embargo, una situación relativamente menor terminó aparentemente fuera del control de David. El confesó: “Y aunque soy el rey ungido, estos dos hijos de Sarvia, Joab y Abisai, son demasiado fuertes para que yo los controle” (2 Samuel 3:39, NTV). Puede ser que tu ni reconozcas los nombres de estos dos hombres. Pero un rey triunfante admitió que ellos eran demasiado fuertes para él.
El enfoque de este episodio en la vida de David es en el primer hombre que menciona, Joab. Él era un general en el ejército de David y confidente de confianza. Joab era especialmente importante para David porque las otras tribus de Israel permanecieron leales a la familia de Saúl incluso después de la muerte de Saúl. Entonces vino el día en que uno de los generales de Saúl, Abner, se sintió traicionado y desertó para ayudar a David. Luego Abner propuso a David: “Déjeme que vaya y convoque a todo Israel a una asamblea para que apoye a mi señor, el rey. Los israelitas harán un pacto con usted para hacerlo su rey, y usted gobernará todo lo que desea su corazón”. Así que David despidió a Abner en paz. (3:21).
Mientras esto sucedía, uno de los mejores generales de David, Joab, se encontraba en un ataque. Cuando él regresó y se dio cuenta de lo que pasaba, se puso furioso. Entonces Joab fue de prisa a ver al rey y le preguntó: “¿Qué ha hecho usted? ¿Qué pretende al dejar ir a Abner? ¡Sabe perfectamente bien que vino para espiarlo y averiguar todo lo que está haciendo!”. (3:24-25).
Detente por un momento y considera el enfoque de Joab hacia David. Sus palabras eran insultantes y exigentes: “¿Que estabas pensando? ¿Cómo pudiste haber cometido este error? ¡Esto es indignante! La verdad era que Joab tenía un motivo oculto. Él quería venganza porque Abner mató a su hermano. Joab ocultó su motivo culpando a David y después actuó por cuenta propia para obtener su venganza.
“Con eso Joab dejó a David y envió mensajeros para que alcanzaran a Abner y le pidieran que regresara. Ellos lo encontraron junto al pozo de Sira y lo trajeron de regreso, sin que David supiera nada. Cuando Abner llegó de nuevo a Hebrón, Joab lo llevó aparte, a las puertas de la ciudad, como si fuera a hablar en privado con él. Pero lo apuñaló en el estómago y lo mató en venganza por la muerte de su hermano Asael.” (3:26-27).
Cuando David escucho esto, el lloro. “Después, el rey David les dijo a sus oficiales: “¿No se dan cuenta de que hoy un gran comandante ha caído en Israel?” (3:38). Pero David fue vencido por algo más que solamente pena. El parecía abrumado por lo que había hecho Joab. Por esto dijo: “Y aunque soy el rey ungido, estos dos hijos de Sarvia, Joab y Abisai, son demasiado fuertes para que yo los controle. Por eso, que el Señor les dé a estos hombres malignos su paga por sus malas acciones”. (3:39).
¿Qué había en Joab que hizo que David dudara de sí mismo?
A pesar de la vida victoriosa de David, un hombre renegado bajo su mando parecía demasiado poderoso para él. ¿Qué estaba pasando? Que semilla de duda fue plantada en la mente de David para hacerle pensar: “Yo no puedo vencer esto.” David pudo haber arrestado a Joab, condenarlo y castigarlo por su horrible acto pero no lo hizo. ¿Por qué?
Tal vez fue por que apreciaba a Joab. ¿Como puedes oponerte contra alguien que ha sido profundamente leal hacia ti? Ese tipo de punto ciego puede existir en nuestras vidas. Incluso cuando somos abrumadoramente victoriosos como David, a veces tenemos algunas debilidades que ignoramos convenientemente hasta que Dios las señala con su dedo.
Por ejemplo, puede que seas un gran padre, exitoso en los negocios, amable y cariñoso con tu esposa, pero hay veces que tu enojo se enciende inesperadamente. A veces pareciera no haber sentido o razón para ello; ¿aparece sin avisar en un momento sorpresivo, “Por qué le acabo de gritar a mi esposa? ¿De donde vino eso?”
No concuerda con el resto de tu vida. Tú tienes un gran historial con Dios; tu caminar con él te ha dado confianza. Sin embargo, como David, algo inexplicable aparece que demuestra ser demasiado fuerte para ti.
Tal vez es una tendencia no deseada de aislarte. Eres introvertido por naturaleza, sin embargo, tú sabes que el diseño de Dios para ti es el de reunirte regularmente en comunión con otros. Aun así, algunos días solo quieres quedarte en la casa en vez de ir a la iglesia, al pequeño grupo o al Estudio Bíblico—no porque necesites un descanso, sino por ese miedo que se presenta ocasionalmente. Tal vez te sientes inservible y temes que otros miren tus deficiencias. Tú te alejas, aunque sepas que lo mejor es estar entre aquellos que te aman y te apoyan.
O tal vez es alguna tentación como el alcohol, pornografía u otro tipo de habito pasado que podría volverse de nuevo en una adicción. A pesar de que has estado sobrio y limpio por años, de repente la atracción vuelve a rugir.
En esos tiempos, incluso la vida de los cristianos más fuertes puede empezar a derrumbarse. A veces esto puede ser porque han vivido una vida victoriosa. Ellos piensan: “He intentado ser libre de esto más de mil veces, y sin embargo, aquí viene de nuevo. Jesús tú me has dado la victoria en otras áreas de mi vida. ¿Porque esto me sigue atormentando?
¿Alguna vez te has imaginado como sería tu vida si pudieras ser libre de esta última cosa?
Al hacer esta pregunta, no me refiero a una victoria absoluta o perfección espiritual. La iglesia está llena de gente con imperfecciones y nadie en el cuerpo de Cristo es una excepción. La verdad es que nosotros podemos ser imperfectos y aun amarnos mutuamente, aceptarnos los unos a los otros y dar nuestras vidas el uno por el otro.
Una razón por la que Dios quiere mostrarnos nuestras debilidades es porque a través de ellas Satanás tratará de explotarnos. Si él puede seguir golpeando el mismo punto débil en nosotros, él sabe que eventualmente podemos sucumbir en una derrota mental, relacional o espiritual. Una forma de hacerlo es haciéndonos dudar del poder de Dios: “Si el Espíritu Santo verdaderamente te empodera a vencer el pecado, ¿porque sigues luchando?”
¿Como respondió David? Él evadió su problema con Joab. En vez de tomar medidas justas, lo puso en manos de Dios para que él lo resolviera: “Por eso, que el SEÑOR les dé a estos hombres malignos su paga por sus malas acciones” 3:39). Pero Dios no nos deja ignorar el problema, porque su santificación requiere de nuestra participación con El en su Santa obra de corrección. David no estaba ejerciendo el poder que Dios le había dado. Parte del trabajo del Reino de Dios es que nosotros caminemos, nos movamos y actuemos en la autoridad que él nos da y cuando nosotros ignoramos esta autoridad estamos a nuestro propio riesgo. Veras, Satanás lo quiere todo. La Biblia dice que él busca matar, robar y destruir, esto significa que él siempre está buscando una entrada. Cuando él encuentra esa entrada, puedes estar seguro que atacará. Así que, si nosotros no confrontamos nuestros puntos débiles, ellos acabaran confrontándonos como lo hicieron con David.
Identificar estas áreas problemáticas solo es el primer paso lo siguiente es descubrir como cambiarlas.
Pregúntate a ti mismo, que está en riesgo si tú no buscas a Dios en fe para resolver tu problema. ¿Podría derrumbarse tu matrimonio? ¿Podrías caer en depresión si te mantienes aislado? ¿Podrías volver a caer en tu adicción si no buscas ayuda en aquellos que te aman?
Vino un momento en la historia de Israel, donde Dios le instruyó a Jeremías, “Les dirás, asimismo: Así ha dicho Jehová: El que cae, ¿no se levanta? El que se desvía, ¿no vuelve al camino?” (Jeremías 8:4). Dios estaba diciendo: “¡Gente, despierten! Yo les estoy alertando. ¡Si no toman acción, las cosas se desmoronarán!
El primer paso es saber que Dios tiene un plan para ti. Su plan para tu vida incluye ayudarte en tu presente situación, la cual el esta señalando. Esa es la responsabilidad de cualquier padre terrenal; ¿Cuánto más de nuestro Padre Celestial? Yo soy padre de cuatro hijos, y desde sus primeros años yo he tenido una visión para ellos. Yo he tenido una lista de oración para cada uno de ellos, desde sus futuros matrimonios hasta la manera única en que los miro seguir a Jesús. Dios tiene este tipo de visión para ti y nadie más.
El Segundo paso, después de saber que Dios tiene un plan para ti, es que tú te alines con su plan. El no señaló tu problema para juzgarte, sino para poder resolverlo. Tú puedes estar estresado porque está mas allá de tu control, pero él te está diciendo, “No te preocupes, yo tengo el control de esto.” Si, tú vas a fracasar; tu cometerás errores y tendrás tus deficiencias. Pero Dios puede darle vuelta a todo, cambiando completamente la trayectoria de tu vida. Pablo describe este proceso cuando el escribe: “Algunos de ustedes antes eran así; pero fueron limpiados; fueron hechos santos; fueron hechos justos ante Dios al invocar el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.” (1 Corintios 6:11).
Tercero, implementa el plan de Dios. Es fácil decir, “Señor yo sé que tienes un plan para mí y yo quiero alinearme con tu plan.” Pero nosotros también tenemos que caminar activamente en ese plan y ejecutarlo en nuestra vida. Te exhorto a que seas el que dice: “Señor, yo me regocijo porque estas cambiando mi vida. Tú estas cambiando lo que yo no he podido. Yo quiero vivir así en la plenitud de tu Espíritu. Enséñame a hacerlo.” Esto le agrada a él porque nada es más fuerte que su amorosa gracia y misericordia. ¡Amén!