DELANTE DEL TRONO DE DIOS
Los siervos de Dios deben venir a su presencia plenamente convencidos de que él responderá. Es bueno traer las promesas de Dios en oración contigo, pararte firme mientras se lo recuerdas. Ciertamente, él no tiene pérdida de memoria, pero el Señor ama que traigamos sus promesas delante de él.
A Pedro se le dio una visión y se preguntó qué podría significar. Mientras lo meditaba, Dios le dijo: “He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (Hechos 10:19-20). Este pasaje de las Escrituras nos dice que cuando Dios declara que algo es verdad, debemos creer y pararnos en ello, sin consultar con nuestra carne. Simplemente no podemos medir la confiabilidad de la Palabra de Dios al examinar nuestra situación o nuestro propio valor. Si lo hacemos, terminaremos viendo que somos indignos. Entonces podríamos terminar dejando de declarar su Palabra y apropiarnos de ella.
La Biblia dice que somos peticionarios en el trono de Dios y Cristo está allí como nuestro intercesor o abogado. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). “Dios, viviendo siempre para interceder por ellos [nosotros]” (Hebreos 7:25). “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).
Por la sangre derramada de Jesús en la cruz, la puerta del trono del Padre está abierta para nosotros y tenemos acceso para llevar personalmente nuestras peticiones a Dios. También tenemos el Espíritu Santo, que es nuestro “paracleto”, uno que se presenta como nuestro asesor, defensor, consolador, mediador e intercesor. Él nos recuerda los decretos eternos y la constitución divina que conforman la Palabra de Dios, por lo que tenemos estas increíbles promesas.
Es tranquilizador saber que Dios está verdaderamente complacido cuando te acercas a su trono confiadamente, vinculándolo con su propia Palabra. Y él se asegurará de que sepas que él está complacido contigo.