Derribando los altares de Baal

Preste atención al primer versículo de Jueces 6: “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián por siete años.” (Jueces 6:1). Estas palabras describen el interminable ciclo que se repitió en Israel por generaciones.

En los capítulos anteriores, encontramos estas palabras una y otra vez. Lee así, en esencia: “Y los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor, y sirvieron a Baalim… y Dios, en su furor, los vendió en las manos de sus enemigos.”

El primer ejemplo ocurre en el capítulo 3. Nos dice: “Y reposó la tierra cuarenta años;… Volvieron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos de Jehová;” (3:11-12). Dios entregó a su pueblo a un enemigo, Moab: “… por cuanto habían hecho lo malo ante los ojos de Jehová.” (3:12). E Israel sirvió a este enemigo impío por dieciocho años, soportando penuria y terror.

Entonces en el capítulo 4, leemos: “… los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová… Y Jehová los vendió en mano de Jabín rey de Canaán…” (4:1-2). Esta vez los cananitas cautivaron al pueblo de Dios.

Por supuesto, Israel clamó a Dios cada vez que fue esclavizado. Y cada vez, el Señor fue fiel en enviarles un libertador. Pero tan pronto que ese líder recto moría, el pueblo, como era de esperar, volvía a su pecado. Y el ciclo volvía a empezar de nuevo. Continua con nuestro versículo de texto, en el capítulo 6: “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entrego en mano de Madián por siete años.” (Jueces 6:1).

Durante este periodo, Israel era derrotado continuamente por su enemigo Madián. Como un reloj, los madianitas incursionaban a Israel anualmente, saqueando sus cosechas y sus bienes. Los líderes de caravanas de Madián soltaban todos sus camellos y ganado para que pastaran en los campos de Israel. Y las bestias devoraban la cosecha por completo, barriendo por los campos como langostas.

Cada vez que Israel se resistía, los madianitas los corrían a las lomas y montañas. El pueblo de Dios terminó buscando refugio en cuevas y guaridas, obligados a rebuscar por su alimento. “De este modo empobrecía Israel en gran manera por causa de Madián;” (6:6). Israel perdió todo por este enemigo: sus casas, su comida, sus bienes. Ellos vivían como mendigos, desamparados y despojados.

Una vez más las Escrituras dicen: “… y los hijos de Israel clamaron a Jehová.” (6:6). Sin embargo, este clamor no era de arrepentimiento. Israel clamaba porque eran oprimidos por los madianitas. Era un grito de angustia, a causa de su pobreza, sus pérdidas y su inseguridad.

Esta vez, antes de Dios enviarle un libertador a Israel, les mandó un profeta. Este hombre de Dios puso su dedo sobre la razón por la cual el pueblo estaba siendo tan acosado. Él señaló: “Mira tu historia. En cada caso, Dios te libertó de la mano de todos los que te oprimían. Él te sacó de la esclavitud en Egipto. Y él te dijo que no temieras a los dioses de los amonitas, en la tierra de los cuales morabas. Pero no le has obedecido. Aún haces homenajes a dioses falsos.” (Ver 6:8-10).

El Señor le estaba diciendo a su pueblo, en esencia: “Lo hice claro desde un principio, no debes temerle a nadie excepto a tu Padre celestial. No permitas que otro temor entre en tu corazón. Pero una vez más, me has desobedecido. Has permitido que toda clase de temores entren en ti. Y me has forzado a entregarte a tu enemigo, para hacerte volver a mí.”

El profeta le mostró claramente a Israel cuál era su pecado: ellos olvidaron la orden del Señor a no temerle a los dioses de este mundo. En Jueces 10, vemos al pueblo de Dios admitiendo su pecado: “Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos dejado a nuestro Dios, y servido a los baales.” (Jueces 10:10).

Que quisieron decir los israelitas aquí, cuando dijeron que ellos le habían servido los baales? La palabra baales está en forma plural. Denota a todos los dioses falsos del mundo. La raíz de baales es Baal, el cual reconocemos de las Escrituras como un espíritu demoníaco. La misión de Baal es robar a Dios de toda adoración y confianza de su pueblo. Logra esto al enfocar nuestra atención en nuestras circunstancias en vez de en el Señor.

Eso es exactamente lo que le sucedió a Israel. Su pecado le trajo tristeza, desastre económico, terrorismo de sus enemigos, e incertidumbre. El hecho es que Dios ya no los estaba protegiendo. Por supuesto que él aún amaba a Israel, pero él tuvo que ponerlos a la merced de sus enemigos para despertarlos. Él estaba tratando de hacerles volver a sus alas protectoras.

Pero Israel rehusaba reconocer que la causa de su crisis era su propio pecado. Increíblemente, esta gente estaban sacrificando bebés, derramando sangre inocente, volviéndose sensuales y adictos al placer. Como resultado, un desastre detrás de otro cayó sobre ellos. Sin embargo, ni una vez asociaron estos desastres con su rebeldía. No pudieron llegar a creer que Dios lo estaba permitiendo todo para llevarlos al arrepentimiento.

Píenselo: en los últimos seis meses, América ha visto los peores fuegos en su historia. Una tercera parte de la nación ha estado en llamas. También hemos visto cambios drásticos en el tiempo e inundaciones devastadoras. Y los escarabajos japoneses están devorando acres de bosques.

Ahora estamos viendo otro brote del Virus del Nilo Occidental. Y en el Medio Oeste, una terrible enfermedad cerebral está acabando con la población de ciervos. Más de 50,000 ciervos tuvieron que ser sacrificados para tratar de contener la enfermedad. Pero algunos expertos dicen que 200,000 ciervos más tendrán que ser sacrificados antes que la enfermedad sea erradicada.

Cada vez que damos la vuelta, parece que enfrentamos otra crisis. Les pregunto: ¿puede Dios hacer su mensaje más claro? Él está diciendo: “Estoy tocándote en el hombro, tratando de despertarte. Sin embargo sigues ignorándome. Eso sólo hará que te toque más fuerte.”

Te pregunto: ¿crees que Dios pudo detener a esos secuestradores musulmanes que volaron los aviones contra las Torres? Por supuesto que él pudo hacerlo. Él ha descubierto tales tramas una y otra vez. Pero él no lo hizo el año pasado. ¿Por qué? Él está tratando de hablarnos, de que le pongamos atención. Él permitió la destrucción de nuestros símbolos de prosperidad, porque es allí donde pusimos todo nuestro orgullo y confianza.

Nuestro Presidente, nuestros líderes en el Congreso y los oficiales de seguridad nos han estado avisando: “El gran ataque está por venir.” Ahora escucho a algunos cristianos diciendo: “Sólo espera el grande. Puede ser una bomba en una valija. O, alguien puede esparcir viruela o ántrax en una ciudad importante. Pase lo que pase, habrá miles de víctimas. Y eso obtendrá la atención de América. La gente sabrá que Dios está llamando a esta nación a él mismo. Multitudes clamarán al Señor.”

No estoy de acuerdo. Déjame decirte por que.

Israel lloró fuertemente, clamando a Dios en su angustia. Así que el Señor envió un profeta para mostrarles que el pecado había hecho que el juicio cayera sobre ellos. Ahora, para estar verdaderamente arrepentidos, Israel tenía que reconocer su pecado como causa de sus problemas. Y ellos hicieron precisamente eso, reconocieron que habían pecado.

Pero aun había otro paso que tomar. Ves, aunque clamemos a Dios en arrepentimiento, él requiere algo más de nosotros. Y si no se toma este paso, Dios no mostrará su brazo poderoso a favor nuestro. Vemos exactamente cuál es este paso, en la próxima orden de Dios: Derriba a Baal.

El Señor dijo está palabra a Gedeón: “… Toma un toro del hato de tu padre, el segundo toro de siete años, y derriba el altar de baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él.” (Jueces 6:25).

Antes de esto, Gedeón probablemente pensaba que estaba suficientemente arrepentido. Después de todo, él había clamado al Señor. Él había escuchado la palabra profética de Dios enviada a Israel. Y el respondió plenamente a ella, reconociendo su pecado.

Hoy veo el mismo tipo de actitud arrepentida entre muchos cristianos. En iglesias de costa a costa, la gente está sobre sus rodillas clamando a Dios. Y eso es bueno. Pero según el Señor, un problema permanece. Es un ídolo en nuestros medios: Baal.

Sí, Baal sigue siendo un ídolo en la actualidad. Y si nuestro arrepentimiento ha de ser pleno, debemos derribar a este ídolo. De lo contrario, no importara cuanto clamamos a Dios, oramos y ayunamos. Ningunas de nuestras acciones tendrá impacto alguno, hasta que derribemos el ídolo que ha tomado control de tantos corazones.

Puedes preguntar: “Entonces, ¿qué es este Baal? ¿Dónde lo veo obrando? ¿Cómo puede un antiguo dios falso estar presente en nuestra sociedad moderna?”

En el Antiguo Testamento, Baal fue representado por un ídolo tallado, hecho de madera, piedra o metal. Fue formado en la imagen de un hombre, un Adonis atractivo. Aunque este ídolo sólo era un pedazo de material muerto, había un espíritu poderoso detrás de él.

En nuestra era educada, no podemos imaginar a una persona inteligente inclinándose ante un ídolo tallado. Por supuesto que aun existen religiones impías que usan tales imágenes en adoración, incluyendo el Budismo, Hare Krishna e Hinduismo. Pero sea el ídolo Baal, Buda o cualquiera de los millones de dioses hindúes, el mismo espíritu satánico está detrás de ellos. Y este espíritu sale del infierno con un sólo propósito: hacer que la gente dude de la realidad de Dios. Simple y llanamente, es un espíritu de incredulidad. Y asalta nuestras mentes con dudas acerca de la fidelidad de Dios.

Es absolutamente peligroso entretener a este espíritu. Si no es echado fuera inmediatamente del primer ataque, se infiltrará en la mente. Y una vez que se permite entrar a la duda y el temor, el espíritu de Baal toma posesión del alma.

Sin lugar a dudas, la incredulidad es un ídolo. Te dobla en sumisión a su poder. Y abre tu alma a toda clase de maldad. En efecto, el versículo que vemos repetido a través de Jueces — “Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová” — no se refiere a un pecado grotesco, sino a la incredulidad del pueblo.

Esto es ilustrado claramente en Ezequiel 8. El Espíritu Santo tomó al profeta Ezequiel en un viaje visionario al santuario santo. Allí el le reveló al profeta cuatro abominaciones deplorables que el pueblo de Dios estaba cometiendo. Entonces, él le mostró a Ezequiel una abominación aún más grande: “Y me dijo: Hijo de hombre, cava ahora en la pared. Y cavé en la pared, y he aquí una puerta. Me dijo luego: Entra, y ve las malvadas abominaciones que estos hacen allí. Entré, pues, y miré;…” (Ezequiel 8:8-10).

Lo que Ezequiel vio lo horrorizó. Las paredes de la habitación estaban llenas de pinturas de “toda forma de reptiles y bestias abominables; y todos los ídolos de la casa de Israel,…” (8:10). Frente a estas paredes habían setenta ancianos de Israel, moviendo incensarios. Ellos estaban adorando al espíritu detrás de las pinturas.

El Espíritu Santo le dijo a Ezequiel que esta escena revelaba lo que estaba llenando las mentes de los ancianos de Israel. Y esto es lo que estos hombres pensaban: “No nos ve Jehová; Jehová ha abandonado la tierra.” (8:12).

Amados, aquí el espíritu de Baal fue plenamente descubierto. A través de una visión dada por el Espíritu Santo. Ezequiel vio de primera mano como este espíritu levanta un altar en la mente de una persona y toma control. Como resultado, los líderes de Israel descartaron el cuidado de Dios por ellos. Mientras ellos comparaban su pobreza con la aparente prosperidad de los madianitas, ellos pensaron: “¿Dónde está Dios? Nuestras oraciones no son contestadas. No vemos ninguna evidencia de que él está obrando por nosotros. El Señor nos ha abandonado.”

Satanás había cumplido su única y primordial misión: implantar en las mentes de creyentes que Dios no es quien la Biblia dice que es. El diablo quiere convencerte que Dios no tiene todo conocimiento, es Todopoderoso y tiene el cuidado de todo. Él está trabajando constantemente sembrando semillas de dudas en ti. Él te hace pensar que Dios no escucha tus oraciones, que él no cumple sus promesas. El diablo envía el espíritu de Baal para terminar su obra en ti.

El espíritu de Baal siempre está presente junto a la cama de un niño moribundo o un familiar enfermo. Mientras observamos el sufrimiento de nuestro ser querido, nos preguntamos acerca de los propósitos de Dios. Y de repente, un temor es inyectado en nuestra mente. Después, cuando la muerte azota, esa semilla de duda es regada. Pronto nos encontramos preguntando: “¿Cómo un Dios amante puede permitir que esto pase?”

El mes pasado, estaba escuchando reportajes radiales acerca del aniversario de los ataques del 9/11. Cientos de gentes eran entrevistadas. La gran mayoría dijeron que después de los ataques perdieron toda confianza en Dios. La respuesta típica era: “¿Cómo un Dios justo y amante puede quedarse tranquilo y permitir que esto pase? No puedo seguir creyendo en un Dios que permite que tanta gente muera.” Varias personas declararon: “Mi Dios murió el 11 de septiembre.”

No importa si eres un devoto amante de Jesús o un incrédulo. Después de cada desastre, calamidad o accidente fatal Satanás despacha una multitud de espíritus demoníacos a hacer la obra de Baal. Ellos se mueven inmediatamente, susurrando: “¿Dónde estaba Dios? ¿Cómo puede él permitir que tal cosa acontezca?”

Ahora mismo, hay una incertidumbre propagada por nuestra sociedad. Bancarrotas están en su apogeo. Trabajadores temen perder sus empleos. Mientras la gente mira el futuro, están abrumados por el temor. Te digo, en tal tiempo como este, Satanás lanza un ataque campal. Él quiere entrar en tu mente, para sembrar semillas y levantar un altar de Baal. Él quiere que dudes todo lo que has conocido acerca de la palabra de Dios.

Puedes pensar: “No tengo idolatría alguna en mi vida. ¿Cómo puedo derribar el altar de Baal?” Déjame enfatizar otra vez: Baal es un espíritu de incredulidad. Puede que te hayas arrepentido de pecado, clamado a Dios por misericordia, y haber hecho caso a los avisos proféticos. Pero si tienes dudas en tu corazón acerca de la fidelidad de Dios hacia ti, estás sujeto al espíritu de Baal. Y Dios te está diciendo: “Debes derribar ese espíritu de incredulidad de tu alma.”

El profeta Jeremías describe la incredulidad como pecado “escrito está como cincel de hierro y con punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón….” (Jeremías 17:1). Según él, Dios le dijo a Israel: “Porque fuego habéis encendido en mi furor, que para siempre arderá.” (17:4). ¿Cuál fue su pecado? “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová… Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.” (17:5, 7).

Mantén estas fuertes palabras en mente al volver nuestra atención a Gedeón. Aquí estaba un hombre que clamaba a Dios, quien fue visitado por una fuerte palabra profética, y quien hizo caso a esa palabra. Sin embargo, Gedeón aun albergaba dudas y temores. ¿Por qué?

El padre de Gedeón había erigido un altar a Baal en su propiedad. Solamente era una estatua de madera. Pero el espíritu detrás de ella había edificado una fortaleza en el corazón de Gedeón. Cada vez que Gedeón le pasaba por el lado, la voz de ese ídolo hablaba a su alma: “Mira tu pobreza, tu penuria y tus necesidades sin cumplir. ¿Dónde está Dios?” Ciertamente, el ídolo estaba como testimonio a cada israelita que lo miraba: “Dios no está contigo. Tú no le importas. Él está muy ocupado con los asuntos mundiales para preocuparse por alimentar y proteger a un pueblo tan insignificante. El Señor te ha abandonado.”

Ahora en Jueces 6, un ángel le trae estas palabra a Gedeón: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente.” (Jueces 6:12). Dios solo dice ocho palabras aquí. Y las primeras cinco están dirigidas no sólo a Gedeón sino a todo el pueblo, incluyendo la iglesia actual: “Jehová está contigo.” En esencia, el Señor está diciendo: “Esta promesa es todo lo que tu necesitas: Yo estoy contigo.”

Amados, esta verdad debe convertirse en el mismo fundamento de nuestra fe. No importa lo que enfrentemos—penuria, tragedia, enfermedad, pobreza, tentación—la promesa de nuestro Padre es verdadera: “Yo estoy contigo.” En todas nuestras pruebas, especialmente mientras somos inundados y abrumados, debemos asirnos a esta palabra. Debemos clamar en fe: “Yo se que estás conmigo, Señor. Y si tú estás conmigo, ¿quién contra mí?”

Sin embargo cuando Gedeón se encontró con el ángel del Señor, el tenía un espíritu de incredulidad en su corazón. Él le contesto al ángel: “Si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? Y donde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mando de los madianitas.” (6:13).

¿Te suenan familiares las palabras de Gedeón? Él estaba diciendo las mismas cosas que llenaban las mentes de aquellos setenta ancianos en la visión Ezequiel: “No nos ve Jehová; Jehová ha abandonado la tierra.” (8:12). Ellos se decían a sí mismos: “Si, existe Dios. Él existe y es el Creador de todo. Pero él no nos hace caso. Él no ve nuestra situación. Él nos ha abandonado.”

El Señor le dijo a Gedeón: “Aún dudas que estoy contigo. Eso es idolatría, Gedeón. Es el espíritu de Baal. Ahora ve, busca el buey de tu padre, y derriba ese ídolo. Entonces corta todos los árboles en la arboleda, y úsalos para construir un altar nuevo. Vas a consumir el ídolo de tu padre sobre ese altar. Quiero que derribes ese símbolo de incredulidad y lo destruyas por completo.”

¿Por que escogió el Señor a este hombre incrédulo para derribar a Baal? Fue simplemente un acto de la tierna misericordia de Dios. Él era un hombre con fuertes dudas, luchando para creer que Dios tenía cuidado de él. Él estaba tan lleno de incredulidad, que le podía decir a un ángel: “Dios nos ha abandonado.” Y él probó a Dios, una y otra vez. Pero en cada ocasión, el Señor contestó la duda de Gedeón.

Déjame darte un ejemplo. Después, cuando Gedeón estaba listo para entrar en batalla, probó a Dios. La situación de Israel se veía imposible. Así que Gedeón oro: “Señor, si realmente vas con nosotros a la batalla, demuéstramelo. Voy a colocar un vellón de lana sobre la hierba esta noche. Mañana sabré que estás con nosotros, si el vellón está mojado pero la tierra a su alrededor está seca.”

Puedes quedarte estupefacto por la audacia de Gedeón. Sin embargo, la próxima mañana, Gedeón vio que la tierra estaba seca. Y cuando levanto el vellón, chorreaba con agua, como el había pedido.

Muchos de nosotros somos como Gedeón. Dios fielmente nos suple en prueba tras prueba, liberándonos y haciendo provisión por nuestras necesidades. Pero entonces enfrentamos aun otra situación, que nos obliga a decir: “Señor, esta crisis es mayor. Nunca he enfrentado una como ésta. Tengo dudas.”

¿Existe una medida de incredulidad en ti? Estás luchando, haciendo preguntas, tales como: “¿Donde estás, Señor? ¿No has visto mis lágrimas? ¿Dónde está la evidencia que estas conmigo en esta prueba? ¿Me has abandonado? Mi fe, ¿no conmueve tu corazón? ¿Por qué no quitas estas cargas de mí?”

El Señor no condena ni menosprecia a nadie por sus tiempos de dudas y temor. La verdad es, Dios sabía que las dudas de Gedeón no eran acusaciones. Eran preguntas. Gedeón simplemente estaba buscando respuestas.

Te digo, el Dios de misericordia quien se encontró con el incrédulo Gedeón y lo llamó a la acción quiere hacer lo mismo contigo. Él tiene grandes victorias planeadas para ti. Y el desea vencer a cada enemigo en tu vida. Por lo tanto, él quiere darte su poder y autoridad para derribar cada fortaleza: cada duda, cada temor, cada pensamiento de incredulidad.

El Señor me ha indicado que está a punto de hacer una obra particular en las vidas de muchos cristianos. En efecto, él está a punto de llevarlos a su victoria más importante. Él ya los está llevando a lugares nuevos de paz y descanso en Cristo. Y él está a punto de revelar su brazo fuerte a su favor.

Yo creo que este es el propósito de Dios para muchos lectores de este mensaje. Él está a punto de hacer algo nuevo en ti. Pero primero, debes derribar cada pensamiento de duda, y rendir cada temor. Dios quiere que derribes por completo el espíritu de Baal en tu corazón y comiences a vivir y hablar en fe.

El Señor proveerá el poderoso buey necesario para derribar el ídolo. ¡Él te dará su poder y fuerza del Espíritu Santo! Así que avísale al enemigo: “¡Dios está conmigo, diablo! No puedes hacerme daño. ¡Y no puedes detener sus planes para mi vida! ¡El Señor tiene victorias por delante para mí!”

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