Deteniendo las Mentiras del Enemigo
En nuestros tiempos de prueba y tentación, Satanás viene a nosotros trayendo mentiras: “Ahora estás rodeado y no hay salida. Eres un fracaso, de lo contrario no estarías pasando por esto. Hay algo mal contigo y Dios está muy disgustado”.
En medio de su prueba, Ezequías reconoció su impotencia. El rey se dio cuenta de que no tenía fuerzas para detener las voces que lo atacaban con furia, voces de desaliento, amenazas y mentiras. Él sabía que no podía librarse de la batalla, por lo que buscó la ayuda del Señor. Y Dios respondió enviando al profeta Isaías a Ezequías.
Ezequías casi había caído en la trampa del enemigo. El hecho es que, si no nos enfrentamos a las mentiras de Satanás; si, en nuestra hora de crisis, no recurrimos a la fe y a la oración, si no sacamos fuerzas de las promesas de liberación de Dios, el diablo se acercará a nuestra fe vacilante e intensificará sus ataques.
Ezequías se llenó de valor con la palabra que recibió; y pudo decirle a Senaquerib en términos claros: “Rey diablo, no has blasfemado contra mí; le has mentido a Dios mismo. Mi Señor me va a librar. ¡Y como tú lo blasfemaste, enfrentarás su ira!”
La Biblia nos dice que Dios liberó sobrenaturalmente a Ezequías y a Judá esa misma noche: “Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos” (2 Reyes 19:35).
Los creyentes de hoy no sólo se basan en una promesa, sino también en la sangre derramada de Jesucristo. Y en esa sangre tenemos la victoria sobre cada pecado, tentación y batalla que enfrentaremos. Quizás has recibido una carta del diablo últimamente. Te pregunto: ¿Crees que Dios tiene el conocimiento previo para anticipar todas tus pruebas? ¿Todos tus movimientos tontos? ¿Todas tus dudas y temores? Si es así, tienes el ejemplo de David ante ti, quien oró: “Este pobre clamó, y el Señor lo libró”. Harás lo mismo?