¿Cómo Nos Convertimos en un “Buena Tierra”?

John Bailey

En Mateo 13, Jesús comparte la conocida parábola del sembrador. La semilla es la inmutable Palabra del Dios del cielo. La cultura y los valores de este mundo cambian constantemente de cultura en cultura y de generación en generación, pero la Palabra de Dios es eterna. La semilla a veces cae al borde del camino, en pedregales o entre espinos, y nunca produce cosecha.

La semilla que produce una cosecha es la semilla que cae en tierra fértil. Allí la Palabra profundiza, las raíces profundizan y el fruto se multiplica.

Por supuesto, el sembrador y la semilla son fundamentales. Sin embargo, la Palabra puede ser proclamada en verdad; pero si la tierra no es capaz de recibir la Palabra, nunca habrá cosechas al treinta, al sesenta y al ciento por uno. Después de la parábola del sembrador y la parábola de la cizaña, Jesús dijo sin rodeos a sus discípulos: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo… Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego… Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (Mateo 13:37-39,41-43).

Las personas pueden presentarse a la iglesia todas las semanas; pueden escuchar mensajes bíblicos dados por hombres de Dios, pero si la tierra del corazón no es suave, tierna y capaz de recibir la Palabra, nunca habrá fruto de una vida cambiada.

Lo que crea una buena tierra en un corazón es una cultura de arrepentimiento. Lamentablemente, ese elemento a menudo falta en la iglesia occidental y en muchos otros lugares en los días en que vivimos. Como creyentes, es vital que cultivemos una atmósfera de humildad, un deseo sincero por la Palabra de Dios y un asombro por su presencia para que la tierra sea blanda. Los profetas del Antiguo Testamento claman: “Hagan barbecho” (ver Oseas 10:12; Jeremías 4:3). Es en un terreno apropiado donde Dios puede producir resultados sobrenaturales. Una cultura de arrepentimiento creará un terreno que pueda recibir la Palabra y producir fruto eterno.

 
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