¿Morir es Ganancia?
Pablo dijo: “El morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Ese tipo de conversación es absolutamente ajena a nuestro vocabulario espiritual moderno. Nos hemos vuelto tan adoradores de la vida que tenemos muy poco deseo de partir para estar con el Señor.
Pablo estaba desgarrado. Él escribió honestamente: “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:23). Dicho esto, él pensó que era mejor quedarse aquí y “vivir en la carne”, sabiendo que la nueva iglesia necesitaba más enseñanza y aliento.
Al decir que “morir es ganancia”, ¿estaba siendo mórbido Pablo? ¿Tenía una fijación enfermiza con la muerte? ¿Acaso no respetaba la vida con la que Dios lo había bendecido? ¡Absolutamente no! Pablo vivía la vida al máximo. Para él, la vida era un regalo y la había usado bien para pelear una buena batalla. Simplemente había superado el miedo al “aguijón de la muerte” y ahora podía decir: “Es mejor morir y estar con el Señor que permanecer en la carne”.
¡Aquellos que mueren en el Señor son los ganadores porque la resurrección es la máxima sanidad donde somos llevados a la presencia de nuestro Padre! El paso por la muerte puede ser doloroso, pero no puede compararse con la gloria indescriptible que les espera a aquellos que soportan el paso.
Nos molesta hablar de la muerte. Tratamos de ignorarlo, evitando incluso pensar en ello. De vez en cuando hablamos de cómo debe ser el cielo, pero la mayoría de las veces el tema de la muerte es tabú. En cambio, escuchamos mensajes sobre cómo usar nuestra fe para adquirir más cosas. La muerte es considerada un intruso que nos aparta de la buena vida a la que nos hemos acostumbrado. Pensamos: “Amo al Señor, pero necesito más tiempo para disfrutar mi vida”. ¡Qué concepto atrofiado de los propósitos eternos de Dios! No es de extrañar que tantos cristianos estén asustados por la idea de la muerte.
¡Qué diferentes eran los primeros cristianos! Pablo hablaba con frecuencia sobre la muerte. De hecho, en el Nuevo Testamento se hace referencia a nuestra resurrección de entre los muertos como nuestra “esperanza bienaventurada”. Cristo nos llama a morir sin preocuparnos de cómo debemos ser recordados. Jesús no dejó una autobiografía, ni un complejo de oficinas centrales, ni universidad ni escuela bíblica. No dejó nada para perpetuar su memoria excepto el pan y el vino. Sin embargo, con su muerte lo ganamos todo.