¿Por qué Deberían Conocer a Dios?

Gary Wilkerson

Cuando nace un bebé, los padres dicen: “¡Ah, una nueva generación!” Miran maravillados este pequeño tesoro, absorbiendo el aroma y la suave piel de una nueva vida. Un padre nunca olvida esos primeros momentos en presencia de la última y adorable creación de Dios.

Entonces, ¡es borroso! Los años pasan corriendo; las noches de insomnio, los pañales y los primeros pasos se convierten en deportes, clases de música y graduaciones. Repentinamente, la infancia se acaba. Das un paso atrás y dices: “Espera... ¿Qué les hemos enseñado?”

Cada nueva generación es una pizarra en blanco. Lo que se coloca en sus corazones y mentes, capa por capa, está ahí porque alguien se lo enseñó. Utilizo a los padres como ejemplo, pero es cierto para todos nosotros. No importa quién seas, puedes enseñar; y el amor, la gracia y la magnificencia de Dios se pueden enseñar en cualquier lugar y en cualquier momento. Es importante preguntarnos si estamos haciendo esto.

Como padre, mentor, maestro o pastor, ¿te aseguras de que aquellos a quienes enseñas conozcan a Dios? ¿Enseñas psicología pop o escrituras? El esplendor de Dios no necesita un libro superventas, una charla TED o una sesión de asesoramiento para ser conocido. Sólo hay que desenvolverlo y compartirlo. Sus atributos son tan magníficos que se aplican a todo lo que hacemos, pero a menudo apenas arañamos la superficie de nuestra enseñanza. Las personas necesitan el conocimiento de Dios para poder navegar la vida. Necesitan saber adónde acudir cuando chocan con una pared. Todos necesitamos ver a Dios en la luz que él quiso que le viéramos. 

Considera algunos de sus nombres y cómo traen paz y consuelo inconmensurables: Emanuel (Dios con nosotros), Jehová-Rafa (el Señor nuestro Sanador), Jehová-Jireh (el Señor nuestro Proveedor), Jehová-Shalom (el Señor es Paz) . Hay muchos más. Él es santo y justo; sin embargo, él está a nuestro lado, escuchando nuestra voz. ¡La próxima generación necesita oír!

Conocer a Dios y comprender sus atributos son las mejores habilidades para la vida que podemos tener. Aun así, primero hay que enseñarles y luego volver a enseñarles para garantizar que no nos oxidemos. Deuteronomio nos dice: “Estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:7). Cada día, en cada oportunidad, muéstrales nuevamente al Dios que los ama sin fin, y muéstrales cómo encontrarlo.