¿Por qué Respondió Dios a David?
David nos dice claramente porqué Dios respondió a sus oraciones. “Me sacó a lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí” (Salmos 18:19). “Agradó”, aquí significa “disfrutar o gozar”. David estaba diciendo: “Yo le doy placer a Dios. Él me liberó simplemente porque se complace en mí”.
¡Nuestro Dios se complace en ti y en mí también! Verás, nosotros los que confiamos en el Señor somos su remanente santo. Remanente simplemente significa “aquellos que invocan al Señor con un corazón puro”. Han sido llamados a salir de un cristianismo perezoso y están totalmente dedicados de Jesús.
A nosotros, Dios nos dice: “Y serás corona de gloria en la mano de Jehová, y diadema de reino en la mano del Dios tuyo. Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Desolada; sino que serás llamada Hefzi-bá, y tu tierra, Beula; porque el amor de Jehová estará en ti, y tu tierra será desposada” (Isaías 62:3-4). ¿Por qué Dios viene a mi rescate, tan dispuesto a librarme? ¡Es porque él se deleita en mí! Soy un placer para él y él disfruta de mi amistad.
Un precioso joven me dijo una vez: “Nunca he estado convencido de haber sido verdaderamente aceptado por el Señor. Rara vez me siento lo suficientemente bien por él, como si simplemente no estuviera a la altura. Sigo intentando apaciguarlo haciendo algo bueno por los demás”.
Muchos cristianos se sienten así. A lo largo de los años, he conocido a muchos cristianos mayores que nunca tuvieron seguridad en el Señor. Se sentían indignos, impuros y no amados. Nunca creyeron que eran un deleite para el corazón de Dios, por lo que siempre estaban tratando de encontrar algo en sus vidas para agradarle. Si fallaban en un área, hacían tres cosas en otra área para tratar de hacer feliz a Dios.
Amados, ¡esto nunca podrá suceder! Cuando tú vienes a Jesús, no puedes compensarle nada. Él te lo compensa todo porque así es él. Él dice: “Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros” (Joel 2:25).
No importa tus fracasos o defectos, ¡Dios lo compensa todo!