¿Qué Sabemos Acerca de Soportar?
Soportar significa “sobrevivir a pesar de las dificultades; sufrir pacientemente sin rendirse". En resumen, significa aguantar o resistir, pero esta palabra significa poco para la generación actual. Muchos cristianos de hoy son “abandonadores”. Renuncian a sus cónyuges, a sus familias y a su Dios.
Pedro aborda este tema diciendo: “Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:19-23).
El apóstol Pablo ordena de manera similar: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2:3). Finalmente, el Señor mismo nos da esta promesa: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:13).
¿Cuál es tu dificultad? ¿Está tu matrimonio en crisis? ¿Tu trabajo está en crisis? ¿Tienes algún conflicto con un familiar, un arrendador o un amigo que te ha traicionado?
Debemos tener esperanza. Así como el sufrimiento de Pablo nunca cedió, tampoco su revelación, su madurez, su fe profunda y su paz firme. Él dijo: “Si voy a ser un hombre espiritual, si realmente quiero complacer a mi Señor, entonces no puedo luchar contra mis circunstancias. Voy a aguantar y nunca renunciar. Nada en esta tierra puede darme lo que obtengo del Espíritu de Dios todos los días en mi prueba. Él me está convirtiendo en un hombre espiritual".
La vida de Pablo "respiraba" con el Espíritu de Cristo. Así sucede con toda persona verdaderamente espiritual. El Espíritu Santo hace brotar del interior de ese siervo las brisas celestiales de Dios. Esta persona no está abatida; no murmura ni se queja de su suerte. Puede que esté pasando por la prueba de su vida, pero sigue sonriendo porque sabe que Dios está obrando en él y le revela su gloria eterna.