¿Responderás al Llamado?
El Espíritu de Dios siempre ha estado llamando a la humanidad a sí mismo, a la santidad, a la pureza de corazón, a una vida apartada; y algunos en cada generación responden a este llamado. José respondió a una edad temprana; sus diez hermanos mayores recibieron el mismo llamado, pero optaron por quedarse en el mundo.
Por lo menos en dos ocasiones, todos los hijos de Jacob oyeron claramente el llamado del Espíritu. La primera fue cuando Jacob construyó un altar al Dios de Israel (ver Génesis 33:18-20). Jacob llamó a sus hijos al altar para adorar con él, pero los hermanos de José se volvieron hacia la venganza y el derramamiento de sangre.
La segunda vez fue en Betel. Jacob sabía que sus hijos eran idólatras, así que les advirtió: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos… haré allí altar al Dios” (Génesis 35:2-3). Este es uno de los llamados más claros en toda la Palabra de Dios. La frase 'mudad vuestros vestido' en hebreo significa una purificación moral y espiritual de la mente y el corazón.
Por fuera, los hijos de Jacob se rindieron: “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas” (Génesis 35:4), pero su arrepentimiento fue solo superficial. Volvieron directamente a su rebelión. José era diferente; su arrepentimiento había sido del corazón. En medio de un ambiente maligno y perverso, José mantuvo las manos limpias y un espíritu puro.
Un día José fue enviado al campo a ayudar a sus hermanos a cuidar los rebaños de la familia, pero se entristeció al oír a sus hermanos hablar y actuar con tanta malicia. Su corazón fue aplastado por la maldad en su propia familia y fue a su padre (ver Génesis 37:1-4).
Una marca de la Compañía de José es que se afligen por el pecado. Han dejado atrás sus ídolos y están enamorados de Jesús y de su santidad. Están afligidos sobre todo por el pecado en la iglesia. Ellos claman: “¡Señor, mira lo que está pasando entre tus hijos!” Si eres como José, tú no puedes pasar por alto el pecado. Dirás: “¡No soporto lo que le están haciendo a tu nombre!”. Orarás, no contra la gente, sino contra las incursiones de Satanás en la iglesia. Orarás para que prevalezca la justicia.