¿Sin Herencia?
Pablo nos da una lista de aquellos que no heredarán el reino de Dios: “Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10).
Luego el apóstol añade: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11).
¿Cómo llegaron a ser justas ante Dios estas personas que fueron salvas de un pecado tan horrible? ¿Qué les pasó que ya no eran malos, sino que fueron aceptados por Dios?
En primer lugar, Dios no hace acepción de personas. No le impresiona en absoluto el título ni el honor terrenal de una persona, ya sea rey, reina, presidente o primer ministro. En segundo lugar, a Dios no le encanta ninguna bondad en nosotros. Las largas oraciones, el ayuno, el diezmo, el estudio de la Biblia, los actos benévolos, nada de esto nos hace justos o aceptables ante Dios. Incluso nuestra "buena" carne, carácter, palabra, pensamientos y acciones son un hedor en sus fosas nasales si se usan como un alegato por nuestra propia justicia.
Cuando Jesús fue a la cruz, crucificó a nuestro “viejo hombre” de la carne. Sólo queda un hombre, sólo uno con quien Dios tratará y ese es el Hijo. Cuando Jesús terminó su obra en la tierra y se sentó a la diestra del Padre, Dios dijo: “De ahora en adelante reconozco un solo hombre, una sola justicia. Cualquiera que venga a mí debe venir a través de mi Hijo. ¡Todos los que quieran ser justos deben aceptar su justicia y la de nadie más!
Somos aceptos a los ojos de Dios sólo por la fe en Cristo y su obra. “Nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:6).
¿Ves lo importante que es permanecer en Jesús, venir a él rápidamente cuando fallas? Debes aprender a correr hacia él clamando: “¡Jesús, te he fallado! No puedo resolver esto. No importa lo que haga, nunca podré ser reconocido delante del Padre, excepto cuando vengo a él en ti”.