¿Verdaderamente Crees?

David Wilkerson (1931-2011)

Dios no quiere tu casa, carro, muebles, ahorros o cualquiera de tus posesiones. Todo lo que él quiere es su fuerte creencia en su Palabra, y eso puede ser lo único que les falta a otras personas que parecen más espirituales. Puedes ver a otra persona como más espiritual que tú, pero esa persona en realidad puede estar luchando duro para mantener una apariencia de rectitud. Cuando Dios te mira, él declara: “He aquí un hombre justo o una mujer justa”. ¿Por qué? Has admitido tu impotencia para llegar a ser justo y has confiado que el Señor te dará su justicia.

El escritor de Hebreos nos dice que somos contados como justos a los ojos de Dios solo con una calificación importante. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

Puedes afirmar: “Yo creo esto. Tengo fe en el Dios que resucitó a Jesús”. La verdadera pregunta para ti es: ¿Crees que el Señor puede resucitar tu matrimonio en problemas? ¿Crees que él puede traer a la vida a un pariente espiritualmente muerto? ¿Crees que él puede sacarte del pozo de un hábito que te está debilitando? ¿Crees que el Señor puede borrar tu pasado de maldición? ¿Confías en su promesa: “Y os restituiré los años que comió la oruga” (Joel 2:25)?

Cuando todo parece sin esperanza, cuando estás en una situación imposible, sin recursos y sin esperanza ante ti, ¿crees que Dios será tu Jehová Jireh, que vela por tus necesidades?

¿Crees que él se ha comprometido a cumplir las promesas que te hizo y que si falla una sola de sus palabras, los cielos se derretían y el universo colapsaría? Si estamos luchando por tener esta fe, debemos ir a Cristo como el hombre con el hijo atormentado por el demonio. “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:23-24).