Él Está Ansioso por Ayudarnos
¿Crees que Dios está dispuesto a venir rápidamente a resolver tus problemas?
Aquí es donde muchos cristianos fracasan. Saben que Dios tiene todo lo que necesitan. Admiten que a él le importa, pero no están convencidos de que esté dispuesto a venir rápidamente a ayudarlos. Cuando él no les responde de inmediato, imaginan obstáculos y bloqueos dentro de ellos mismos. Piensan en todo tipo de razones por las que el Señor no debe estar dispuesto a acudir en su ayuda.
En el Monte Carmelo, Elías acusó al dios pagano Baal de descuidar a los hijos: “Ellos…tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese” (1 Reyes 18:26).
“Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre... hasta chorrear la sangre sobre ellos... pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase” (1 Reyes 18:27-29).
Oye estas palabras nuevamente: “No hubo ninguna voz… ni quien respondiese ni escuchase”.
¡Así es exactamente como tú y yo acusamos a Dios de negligencia con los hijos! Oramos y clamamos en voz alta a Dios, pero seguimos nuestro camino sin creer que nos ha oído. Nos alejamos de la presencia del Señor, preguntándonos si Él siquiera está prestando atención.
El Señor está siempre dispuesto a oír y responder a nuestro clamor de ayuda. Me encanta lo que David dijo de él. “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan … En el día de mi angustia te llamaré, porque tú me respondes” (Salmos 86:5,7).
Básicamente, David dijo: “Mi Dios está listo y dispuesto a responderme en el mismo momento en que yo clamo a él. No me detengo a contemplar mi problema ni me lamento por él ni trato de resolverlo. Acudo a mi Señor y clamo: ¡Ayuda!”
¡Eso es todo lo que Dios está esperando, tu clamor de un corazón quebrantado pronunciado con la fe de un niño!